La dama de negro

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Amaneció, había dormido toda la noche pero no consiguió descansar un solo instante, incómoda como se durmió en aquel duro sillón. Ya tenía veinticinco años pero poco le importaba, había vuelto a pasar el día de su cumpleaños sola pues su vida era su trabajo, no tenía amigos, no tenía familia, no tenía nada más que una placa.

Ni siquiera conservaba sus deseos pues se había cansado de soplar una solitaria vela sobre un pequeño pastel, pidiendo siempre respuestas que nunca llegaron. ¿Qué había sido de Lexa? ¿Por qué no había vuelto? Desapareció sin rastro al cumplir los dieciocho, dejando atrás un río de promesas que no iba a cumplir.

Durante cuatro largos años esperó que volviera, que fuese a buscarla en algún momento, pero nunca lo hizo. Al cumplir ella la mayoría de edad supo que no volvería a ver a Lexa, pues no había vuelto a dar señales de vida, ni una sola llamada, ni una carta a su nombre... Al enfrentarse al mundo su castaña de ojos verdes se había perdido para siempre.

En cierto modo un impulso infantil la empujó a entrar en la policía, sintiendo que desde ese puesto de trabajo tenía al menos una posibilidad de dar respuesta a sus incógnitas, encontrar a Lexa. En pocos años empezó a destacar por su perspicacia e inteligencia y promocionó, llegando a entrar en el fbi como ella deseaba, hacía no más de dos años.

Todo ese tiempo lo dedicó a buscar indicios de Lexa pero esta se había esfumado, no había nada, no existía en las bases de datos, en ninguna parte. Lo único que pudo conseguir fueron los documentos de servicios sociales que certificaban que Lexa Woods pasaba a ser tutelada por el estado y su entrada en el orfanato donde ambas se criaron, después de eso nada. Descubrió que sus padres habían muerto hacía ya muchos años por sobredosis, drogadictos los dos, por lo que Lexa no podía estar con ellos en el caso de que lo hubiese intentado, la única posibilidad que le quedaba abierta era que se hubiese marchado del país, quizás a Europa como solían soñar de niñas y la simple idea de que se hubiese ido sin ella desgarraba su alma en mil pedazos. Pasaba el tiempo y los retazos de esa promesa susurrada en su tierna juventud aun torturaban su interior como el mismísimo fuego del infierno.

Se vistió lentamente y se marchó hacia su oficina, donde se le acumulaba el papeleo ya que el caso que tenía asignado era un quebradero de cabeza. Anti vicios no era con lo que había soñado toda la vida pero ese era su puesto, su labor consistía en desarticular bandas callejeras y traficantes de poca monta, a pesar de que ella quería dar el salto a esferas superiores y junto a un pequeño equipo, habían empezado a seguir e investigar a una de las bandas mafiosas más importantes de Boston, cuyo jefe era un italiano llamado Jefferson Moretti y por sus manos pasaba más de la mitad del dinero negro del país. Traficantes de drogas, de armas, prostitución ilegal y mil títulos más que añadir a su currículum delictivo mas no poseían prueba alguna para cazarlos.

Atrapada en medio del tráfico infernal, su mente no pudo evitar volar once años atrás, el último fin de semana que Lexa pasó con ella en el orfanato antes de marcharse y no volver. Con un pinzamiento de dolor y nostalgia recordó como habían pasado ese último día juntas, el día de su mayoría de edad. Podía ver en su mente los ojos esmeralda de Lexa, el dulce aroma a hierbas que desprendía su cabello, sus hermosos labios coronados por una pequeña cicatriz que llevaba orgullosa, producto de una pelea en la que salió a defender a su pequeña rubia, podía ver son claridad su sonrisa, llena de sueños, sus palabras llenas de promesas.

Aunque el recuerdo que más se repetía en su cabeza, anclado a su alma y grabado en su corazón, era el recuerdo de un beso. El beso que Lexa le regaló el mismo día en que cumplía dieciocho años, su primer beso y hasta el momento el único pues no había podido encontrar a nadie que despertara en ella sentimientos tan profundos como los que Lexa despertaba con solo una mirada, con solo un recuerdo perdido en su mente.

Sentía su ausencia en cada fibra de su ser, se había enamorado de ella siendo muy niña y aunque pasara el tiempo, ese amor infantil nunca la abandonó, no podía sacarla de su cabeza por mucho que lo intentara, ni a ella ni a ese dulce beso, suave y torpe, sus palabras, jurándole que volvería a ella, que iría a buscarla y juntas se marcharían lejos, tantas promesas rotas, sueños sin sentido que se convirtieron en simples deseos susurrados a una vela sobre un pastel, deseos que dejaron de tener sentido pues los años pasaban y Lexa acabó convirtiéndose en el recuerdo de un beso de niñas robado bajo las estrellas.

Cuando logró llegar a la oficina, su compañera ya estaba ahí, comiendo con gusto un donut de chocolate y provocándole una sonrisa. Raven era una muchacha alegre, con mucha vitalidad y bastante vivaracha, siempre lograba hacerla reír con sus tonterías y trabajar con ella era una de las cosas que más le gustaban de su puesto de trabajo. La saludó y le quitó uno de los donuts que tenía celosamente guardados en una caja, mientras se sentaba justo en frente y la interrogaba con la mirada.

Raven se limpió como pudo la comisura del labio, donde el chocolate había dejado su hueya y rápidamente cogió una carpeta con una sonrisa en el rostro, convencida de que las noticias que tenía animarían a Clarke en el acto.

-Jefa, no sabe lo que conseguimos ayer, es un bombazo

-¿Qué tienes para mí? ¿Tiene que ver con Moretti?

-Indirectamente sí, jefa ¿Ha oído hablar de la dama de negro?

-Claro que sí, es una especie de leyenda entre los mafiosos desde hace algunos años, es la preferida de Moretti, es la mujer que está detrás de todo el tráfico de drogas en Boston

-Y nadie ha visto nunca su cara, está en las sombras, es como un fantasma

-Exacto, los pocos que la han visto no han visto su rostro, solo que viste de negro, de ahí el nombre

-Pues desde ayer esa leyenda tiene cara jefa, hemos conseguido una fotografía bastante clara de la dama de negro mientras vigilábamos a Moretti

-¿Quién estaba vigilando a Moretti? Creí que te encargarías tú de eso

-Lo vigilamos Octavia y yo durante todo el día

-¿Estás segura de que era la dama de negro y no cualquier mujer que visitara a Moretti?

-Era ella, estoy segura, vestía de negro por completo y sé que iba armada aunque a simple vista no se notara, Moretti no sabe que lo estamos vigilando por lo que no tomó las precauciones necesarias. Los rumores sobre esa mujer son ciertos Jefa

-¿Qué rumores?

-Es increíblemente hermosa y misteriosa, a simple vista no parece peligrosa pero bastó ver cómo la miraban los hombres de Moretti para certificar que debe serlo y mantiene una relación con él, más allá del plano profesional. La dama de negro es la favorita de Moretti ya que también es su chica

-¿Tienes aquí la fotografía? Si es clara quiero empapelar todas las comisarías de la zona con su cara, que todos la busquen, cuanto antes la pillemos antes le podemos hacer confesar y conseguir así pruebas para detener a Moretti

-La tengo jefa y es bastante clara dadas las circunstancias

Raven le tendió, con una sonrisa en el rostro y los ojos brillando de alegría, la fotografía que consiguieron ella y su compañera la noche anterior.

En cuanto Clarkw la vio, su corazón se detuvo en el acto mientras se le secó la boca y se le congeló el aliento en la garganta. Era una fotografía en blanco y negro y, aun así pudo apreciar cada uno de los rasgos de esa mujer, unos rasgos que se sabía de memoria pues cada noche pensaba en ellos, cada día los recordaba sin quererlo.

La dama de negro tenía un nombre y su nombre era Lexa Woods.

El peso de una promesaWhere stories live. Discover now