—¿Eres tú, cierto? —pregunta, cierra la puerta detrás de si. Ambos quedamos de frente en el corredor.

Al hablar él del tema con esa forma antipersonal y apática hasta la mierda, puntualizo que no siente pena, entonces yo tampoco tengo que sentirla.

—Si te refieres a chica a la cual asaltaste, sí, soy yo —respondo, malhumorada.

El muy tonto sonríe como si hubiera dicho algo chiste o algo.

—Lo siento; necesitaba un celular nuevo.

—¿Y eso te da derecho de robar?, ¿No te da vergüenza? —replico cruzando de brazos. Él hace por mirar al techo como si estuviera buscando su respuesta.

—Mmh, no.

—Sin vergüenza —digo, fuerte y claro—. Quiero que me lo devuelvas, ladrón.

Nicholas chasquea su lengua en forma de negación, mientras qué, de forma despreocupada, mete sus manos a sus bolsillos delanteros y se recarga en la pared.

—Eso estará un poco difícil por dos razones —dice—, la primera; porque no quiero, y la segunda; porque ahora es mío. Tendrás que comprarmelo.

Suelto una risa cargada de malhumor.

—¿Es una broma, cierto? —pregunto, incrédula—. ¡¿Como mierda me dices eso?! No te voy a comprar mi celular, porque ya es mío.

—Era, niña, era tuyo. Te lo robé y ahora es mío —responde, con la misma actitud despreocupada que me saca de quicio.

—¡Eres un idiota! ¿Tus amigos saben que le robas a la gente?

—¿Crees que ellos no lo hacen? —replica, tajante—. Estamos cortados por la misma tijera.

—¿Son unos delicuentes igual que tú?

—Me hartas con tanta pregunta, niña.

—Te voy a denunciar —advierto, firme. Ni ganas tengo de seguir hablando con un vil ladrón, así que me giro en dirección contraria a mi departamento, más bien, voy directo a la delegación.

A medio camino escucho su estúpida voz chillona hablarme.

—¿Así, y que les vas a decir? —habla con ironía—. ¿Que te asalte hace días? ¡Por Dios, niña!, Se van a reír en tu cara, no tienes pruebas y tu puro testimonio no sirve.

—¿Cómo estás tan seguro de eso? —cuestiono. Giro a verlo y cruzandome de brazos lo reto con la mirada.

—Para romper la ley, primero tienes que conocerla.

—Pues eres idiota, ¿que te hace pensar que no tengo factura del celular?, aparté con una orden pueden revisarlo y ver información mía y de más.

La verdad es que no tengo factura o comprobante de pago del celular pero él no lo sabe y es un punto a mi favor. Tampoco si le puedan dar una orden para que le quiten el celular y lo revisen pero cuando estoy enojada siempre digo cosas a lo idiota... a veces funcionan.

Nicholas suelta un bufido —mitad quejido, mitad gruñido—, mete su mano al pantalón y saca mi celular de ahí. Lo observa con horror.

—¿Lo ves? Es un iPhone 4, hecho en el siglo del caldo; por eso es que estoy seguro que no tienes ningún tipo de comprobante. Y, para que lo sepas, la policía no va a pedir una orden por un mugrero como este.

Una risa carente de humor sale de mi sin poder evitarlo.

—Mucho mugrero pero bien que lo robaste, escarabajo.

Medio kilómetro de distanciaWhere stories live. Discover now