Como una vela

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Yo, sinceramente, tengo complejo de vela. Así lo digo. Hay gente con complejo de Edipo que quiere follarse a su madre y hay otros como yo con complejo de vela. Y sé que puede sonar loco pero os aseguro que cualquiera de vosotros, todos nosotros, somos velas.

Sí, porque veréis, todos nosotros, en primer lugar, vivimos condicionados por nuestro envase. Y no me refiero a un físico, una situación económica determinada u otros millones de factores X; como vela, creo que esos no son lo verdaderamente importante para ser felices.

Que eso otra. Yo no sé si esto es porque soy una vela o no, pero para mí lo importante en esta vida es ser feliz, ¿no?

Pues eso, ya podéis decir que los humanos y las velas tenemos algo en común.

Entonces, si ninguna de esas cosas son importantes, ¿qué lo es? Pues bien, yo no sé vosotros pero yo lo tengo claro: si un órgano como el cerebro, tan chiquitito en muchos casos, consume el 20% de la energía total de nuestro cuerpo es porque algo hace. En términos generales, tu forma de pensar determina tu actitud ante la vida, y esta determina que seas o no feliz.

Así, existen millones de velas, únicas y diferentes unas de otras: unas de cristal grueso, totalmente transparentes y honestas; otras de plástico opaco, maleables y susceptibles; algunas más grandes que otras, difíciles de escalar y de llegar a su interior; pero todas ellas, hasta la más insensible, tiene un núcleo de cera que se funde con el calor. ¿Todavía no veis los parecidos con los humanos?

Las velas además tenemos (como los humanos) un indicador de nuestra resistencia. Resistencia emocional. Básicamente lo que te dice cuando le has inflado los huevos a alguien demasiado, se siente triste y apático o está enamorado -que es a lo que venía yo a hablaros-.

Este indicador, que en los humanos puede ser desde un guantazo al llanto o una erección (sois muy básicos los humanos), en las velas se trata de la mecha. Algunas tenemos mecha larga, otras algo más corta, pero lo que importa es como arda.

Porque a veces dos velas se juntan y se prenden sus llamas. Existen muchísimas llamas, porque muchísimas son las cosas que nos suceden a las velas, pero la ´más bonita de ellas es la llama de una relación. Vamos a analizarla. Si es que para estas alturas no se han aburrido de mi repelente tono de profesor dando una clase magistral.

Bien. La llama ha prendido. En la mayoría de los casos, el fuego no es causado por otra cosa que la fricción, dos envases que, atraídos entre sí, se frotan hasta provocar una llamarada. ¿Y prende la mecha? Claro que prende, faltaría más. Pero la cuestión no es si prende o no, sino por cuanto tiempo.

No por mucho tiempo, me temo.

Este tipo de velas son de mecha corta (todos lo somos al principio) y la llama de la pasión es fuerte, y la cera débil. Poco a poco se derriten el uno al otro. Las llamas, sin combustible, se apagan, y las velas, confusas, se despiden.

Pero otras veces, otras velas, velas resabiadas y reflexivas, se conocen, y poco a poco (muy poco a poco en algunos casos) saltan las chispas, hasta que una cálida llama comienza a arder en el corazón de las velas. Y saben que no es la llama de la pasión. Esta llama es distinta.

Esta llama a veces se hace enorme con el simple roce de su compañera, se funden y se derriten la una a la otra. Pero a diferencia de la llama de la pasión, del erotismo y del envase, irá poco a poco reduciendo su tamaño, dando tiempo a la cera para secarse de nuevo y dejar nuevas cicatrices en las velas. Medallas a la experiencia obtenida.

La llama es intermitente. A veces tenue, otras más brillante. Pero siempre la una con la otra, y la una para la otra. Siempre.

Cuando vientos fríos se acercan a una de ellas, la otra la protege con sabias palabras. Y juntos siguen ardiendo.

Cuando la una está perdida, la otra se convierte en el faro que le alumbra el camino. Y juntos siguen ardiendo.

No digo que la mecha sea interminable, pero sí que mientras la cuidemos, aprovecharemos al máximo su calor, y quién sabe hasta cuando. Quizás para siempre, o quizás hasta siempre.

Perdonad, no sé a cuento de qué venía esto. Pero ya que habéis llegado hasta aquí, preguntaros a vosotros mismos, ¿sois de mecha larga o corta? ¿Apostáis por un futuro inabarcable o inalcanzable?

MicrorrelatosWhere stories live. Discover now