Gracias por salvarme.

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— ¿Recuerdas cuando estuvimos en Irlanda y mi madre hizo un escándalo por qué dijiste que eras vegetariano? —Aaron rió fuerte al escuchar a su novia relatar dicha anécdota, habían pasado un par de años de aquél encuentro, la madre de Rebecca pegó el grito al cielo cuando se enteró que el novio de su hija menor detestaba la carne.

—Si qué lo recuerdo... luego no quería ni hablarme y yo de ¿qué demonios? —Su novia asiente y le da un sorbo a su copa de vino.

El restaurante dónde están cenando es maravilloso, estaban en lo más alto de un edificio en el centro de Nashville, la luz de la luna estaba sobre ellos, la suave brisa golpeaba los cabellos color naranja de Rebecca, elevándolos levemente haciendo que luzca más bella de lo normal. Becky lo mira fijamente, sus bellos orbes verdes esmeralda irradiaban amor. Aaron amaba aquellos ojos verdes que lo miraban siempre con atención. Parecía como que si esos ojos pudieran verle el alma, se sentía desnudo y vulnerable ante la mirada de su amada Rebecca. La muchacha le sonrió y articuló un pequeño te amo, antes de volver a beber de su copa. Aaron sonrió nuevamente y alzó su copa para brindar con su prometida.

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Verla acostada a un lado de él con una sábana color blanca cubriendo su desnudo cuerpo era su perdición, su suave y bronceada piel relucía gracias a la luz del sol que se adentraba por las ventanas. Amaba a Becky, llevaba haciéndolo durante cinco años. Cuando la vio en aquél bar dónde había ido con unos amigos a tomar unas copas, supo que esa era la mujer de su vida. Supo que la quería para él, para amarla, cuidarla, para qué le acompañase hasta los últimos días de su vida.

Pero eso jamás pasó...

La noche estaba fría, había dejado de nevar y la carretera estaba resbaladiza. Aaron esperaba a Becky en su casa. Ella tenía que llegar a las ocho a casa, luego irían a casa de la mamá del muchacho a cenar pero jamás lo hizo. Una llamada del hospital le hizo sobresaltarse, nunca había estado tan nervioso al tomar la bocina del teléfono y se heló cuando escuchó a la mujer detrás del auricular decir el nombre de su prometida... tenía que ser una mala broma.

Rebecca Quinn, accidente de tránsito, choque, carretera resbaladiza. Muerta.

No podía estár pasando, ella no, no, no. Rebecca no, su novia, su prometida, la mujer a la que amaba con la vida, muerta. Esto debía ser una pesadilla...

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Su mirada estaba fija en aquél hoyo, escuchaba a la gente hablar y llorar pero él no se inmutaba. ¿Para qué? El llorar no le iba devolver a su novia, tirarse al suelo y gritar tampoco. Su razón de vivir estaba en aquella caja de madera simple y depresiva. Si de algo Aaron estaba seguro era que ya no quería vivir, Rebecca se había ido y ella también su vida. Todos los sueños, los planes a futuro, todas esas cenas pospuestas, todas esas salidas al cine, días de campo, noches estrelladas, días lluviosos, mañanas soleadas... ya no estaría ella para compartir esos momentos de su vida. ¿Por qué tenía que ser más miserable? ¿Por qué cuándo estaba en la cima del mundo tenía que pasar algo desastroso y arruinar su vida? Estaba harto, harto de luchar, harto de aguantar golpe, tras golpe, tras golpe, de levantarse y seguirse cayendo... Becky lo salvó de muchas cosas, de ser una escoria más de la sociedad, lo ayudó a salir de la inmundicia y le enseñó a amarse a sí mismo... también empezó a amarla a ella con todo su ser.

Los días pasaron, su vida estaba a punto de ser la misma que era cuando Rebecca lo salvó pero esta vez no se iba a dejar caer, Becky no estaría más físicamente, no podría tocarla y besarla por las mañanas, escuchar su risa contagiosa y mirar esos bellos ojos color esmeralda, pero era consciente de que ella seguía con él, su espíritu aún rondaba su vida y sabía que estaba ahí para cuidarlo... entonces no se iba a dejar caer nuevamente.

I will be okay... with you in my life. (Charlotte Flair, Becky Lynch One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora