Capítulo Tres.

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Una pesadilla.

En menos de veinticuatro horas, su vida se había convertido en una pesadilla.


Justin cruzó tambaleante el salón, tropezó con un parque infantil y gruñó cuando el dolor se le propagó de la espinilla al muslo.

-¿Estás bien? -preguntó _____ alzando la voz por encima de los gritos del bebé.

-Estupendo -murmuró él antes de sentarse a su lado en el sofá.

Al instante alzó una cadera para sacar un biberón goteante de debajo del trasero.

-¿Cómo puede un sólo niño necesitar tantas cosas? –preguntó tirando el biberón de plástico a la mesilla.

_____ tenía encendida sólo una lámpara y bajo la tenue luz, Justin contempló lo que hasta esa misma mañana había sido su santuario: mantas, pañales limpios, biberones, sonajeros, loción, polvos de talco. Había suficientes artilugios en aquella habitación como para satisfacer a un batallón de bebés. Entonces, ¿por qué no estaba contento el que tenían allí?

-¿Por qué está gritando de esa manera? 

-Creo que es la dentición -dijo _____ alzando a Estrella por encima de su hombro.

–Perfecto. ¿Cuánto tiempo dura eso?

Bajo la suave luz, _____ le sonrió.

–Según mi reloj, debería terminar en tres minutos y medio.

Justin enarcó las cejas. Distinguía el sarcasmo en cuanto lo oía y si no hubiera estado tan malditamente cansado, le habría devuelto la puya. Pero estaba extenuado.

_____ susurró al bebé acariciándole la espalda con suaves y largos movimientos. Justin la observó, al principio por no tener nada mejor que hacer, pero después de un momento, porque no podía apartar la vista.

Y seguía sin saber por qué. Aquel camisón suyo desde luego no era nada sugerente. Se trataba de una enorme camiseta que le llegaba hasta la rodilla. Aunque las sorprendentes piernas que revelaba, no estaban nada mal. Mientras la observaba, ella se enderezó con rigidez y se tiró del dobladillo de forma inútil.

Su espeso pelo castaño le caía por los hombros y tenía que admitir que aquel estilo desenfadado le pegaba más a sus facciones que la tensa coleta que llevaba por la mañana. Sus altos pómulos quedaban mucho más definidos bajo la tenue luz. Las finas cejas marrones se arqueaban muy por encima de unos ojos profundos y misteriosos como una noche sin luna. Su generosa boca estaba arqueada en una media sonrisa incluso mientras el bebé intentaba alcanzarla con los puños. _____ sólo desenroscó uno de los puñitos, lo abrió y le besó en la palma gordezuela.

Justin apretó la mandíbula y algo dentro de él se contrajo. Una oleada de deseo le asaltó, pero la enterró deliberadamente. Cambiando de posición en el sofá, deseó haberse puesto la bata antes de salir de su habitación. Con sólo un par de pantalones cortos de deporte, Justin se sintió de repente incómodo.

Se encontró mirándola fijamente. En la tenue luz, _____ vio sus ojos miel oscurecerse al mirarla. Deslizó la mirada desviándola por desgracia hacia su torso desnudo y musculoso. 

El corazón se le aceleró y las palmas de las manos se le humedecieron. Inspiró para calmarse a pesar de convencerse de que hacía demasiado calor en el apartamento.

Lo único que necesitaba era bajar la calefacción.

Aquello no tenía nada que ver con lo atractivo que era aquel capitán de Marines.
Después de todo, ella ya no se fijaba en aquellas cosas.

La mirada de ______ se deslizó de nuevo sobre él y la apartó con rapidez.

Le dio un vuelco al estómago. ¿Por qué la estaría mirando de aquella forma tan extraña? Ella no era precisamente una top model, así que, ¿qué encontraba tan fascinante para no poder dejar de mirarla?

Un regalo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora