Chocando

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Capítulo 10: Crashing.

Hermione se despidió de Julie, la chica asiática que acababa de conocer, y salió corriendo de la clase para volver al apartamento de Draco cuanto antes. El hecho de que el profesor de la última hora se hubiera puesto enfermo le daba a ella la oportunidad de llegar a su casa antes que él y darle la sorpresa de tenerle una comida casera, rica y sana, a modo de agradecimiento por todo lo que había hecho por ella y por todo lo que iba a hacer.

Al llegar dejó su mochila a un lado y se arremangó su blusa blanca mientras abría la despensa de la cocina. Sin encontrar nada que alimentara su inspiración culinaria, optó por mirar dentro del frigorífico. Seguía igual de vacío que unos días atrás. Buscó un poco más en los armarios pero lo único que encontró fue un paquete de espaguetis y algo de salsa de tomate. Apretó un poco los labios. No lograba entender cómo conseguía mantenerse alimentado con esa escasez de alimentos en su cocina.

Sin opción de hacer otra cosa, Hermione cogió una olla de uno de los cajones, vertió agua dentro y la puso a calentar. Luego tamborileó los dedos sobre la encimera mientras esperaba. Miró el interior de la olla durante unos segundos y luego desvió la mirada hacia la puerta que conectaba con el salón... ¿Eso que estaba sobre el mueble era una de esas radios portátiles que se compraban antiguamente, cuando no existían ni los mp3? Hermione se acercó y la encendió. Era tan antigua que realmente esperaba que no pasara nada, pero una canción moderna empezó a sonar tan fuerte que le hizo dar un pequeño respingo del susto. No sabía qué cadena de radio estaba sincronizada, ya que no había ninguna pantalla que lo indicara, pero no es que eso le importara demasiado. Dejó la música a ese volumen y volvió sobre sus pasos para seguir cocinando. El agua ya hervía así que le añadió un buen puñado de espaguetis y esperó que con eso fuera suficiente. ¿Quién demonios sabe medir la cantidad que ha de usarse para no quedarse corto ni para cocinar pasta para todo un ejército?

Hermione se movía por la cocina buscando algún que otro ingrediente que necesitaba al ritmo de la música. Se sentía plena, llena de vida, realizada. Meneaba las caderas y hacía que los hombros siguieran el compás mientras daba vueltas sobre ella misma en aquella pequeña cocina y se dejaba llevar por la música.

Cuando estuvieron cocinados, vertió la pasta en un escurridor y empezó a cortar unas salchichas en trozos pequeños sobre una sartén con aceite. La movió de manera circular para evitar que la comida se pegara al teflón y cantó el estribillo de esa nueva canción que sonaba ahora. No sabía por qué, ni siquiera recordaba haberla escuchado alguna vez, pero se sabía la letra. Añadió los espaguetis junto con un poco de sal y la salsa y empezó a remover la comida a la misma vez que movía el vientre al ritmo de la música. ¡No podía ser más feliz! Quería gritarlo a los cuatro vientos, quería que todo el mundo se enterara. Ni siquiera el más que seguro cabreo de sus padres lograba amedrentarla en ese momento. ¡Todo era perfecto! Su vida era perfecta. Su enmarañado cabello, su poco pecho, sus ojos achocolatados... ¡Era hermosa! Y ya no recordaba esos complejos que muchas veces no le habían dejado dormir por las noches. Ni esos amigos que nunca supieron valorarla. Sentía cómo se había liberado de tanto amarre que llevaba años manteniéndola anclada al suelo, ahora era libre para desplegar sus alas y volar tan lejos como quisiera. Para descubrir el mundo por ella misma. Para amar.

La comida estuvo lista más rápido de lo esperado. Nunca había cocinado con música de fondo pero definitivamente volvería a hacerlo. Suspirando de cansancio, Hermione miró su reloj. ¿Le daría tiempo a preparar un pastel de limón para el postre? Era su especialidad en repostería, sabía que podía hacerlo con los ojos vendados. También sabía que ni por asomo él tendría los ingredientes necesarios para su elaboración, así que tendría que salir al supermercado más cercano para comprarlos. No le importaba en absoluto, quería sorprenderlo de verdad. Y creía que podía darle tiempo antes de que llegara.

Y volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora