Hold me tight

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El Viktuuri decidió casarse en primavera. Ese era el apodo más decente que tenía para ellos, pues las fans los habían bautizado con ese nombre de pareja, y a Yuri le fascinaba recordarle al cerdo que el vejete iba encima.

Bien, pero volviendo al matrimonio, se decidieron por toda esa aura romántica y cursi que traen las flores de cerezo, y porque Viktor quería una boda japonesa para que Yuuri se sintiera más cómodo y feliz. Viejo cursi... Y claro, para completar, los invitados debían ir a la usanza japonesa y obviamente la recepción sería en Yu-topia.

Sin embargo, no todos los elementos serían los tradicionales, pues una boda sintoísta de dos hombres era un evento bastante peculiar, tanto, que conseguir un sacerdote que la oficiara fue toda una odisea. Afortunadamente la familia Katsuki era muy apreciada en Hasetsu y encontraron a uno que además de oficiar la ceremonia, celebrara su amor y le diera a la pareja todas sus bendiciones. Por lo tanto, además de esa peculiaridad, habría algunas tradiciones que obviamente debían ser reemplazadas.

Una ceremonia tradicional japonesa, según Viktor, tenía otra ventaja y es que, al no haber padrinos ni madrinas, evitaría una confrontación o quizá un mal rato. Allí todos los invitados serían iguales, mientras que la relevancia se centraba en la familia. Y si bien, el ruso mayor quería invitar a medio mundo a su boda, el japonés le insistió en que el dinero de semejante fiesta podían usarlo para una linda luna de miel, sólo ellos y Makkachin en algún lado del mundo. Claramente Viktor cedió y concertaron en invitar apenas a sus amigos patinadores, sus familias y sus amigos más cercanos. Aunque Yuri sabía que la familia Nikiforov no haría acto de presencia.

Así que llegaron a Hasetsu con dos horribles semanas de anticipación... Porque ese par eran tan cariñosos, que Yuri sentía que le iba a dar diabetes en algún momento. A la mierda la estupidez de no haber padrinos cuando a él le tocaba ir a ayudar porque sin su presencia no sería lo mismo. Y pensar que el vejete no hizo más que rogarle, que por favor no lo dejara ir solo, que necesitaba hablar ruso con alguien y que le daría todo el katsudon del mundo si accedía a volar con ellos. Cómo se odiaba por perder ante sus ojos de perro callejero...

Mientras el par de estúpidos revoloteaban por todo lado con su amor y sus preparativos, él sólo le rezaba a cualquier deidad que lo escuchara en ese momento para que por favor el vuelo de Otabek no tardara demasiado, porque no podría soportarlos más de 24 horas seguidas o los iba a asesinar mientras dormían.

Pero bueno, tampoco se podía quejar. La hermana del cerdo no había hecho más que consentirlo con exquisitos platos, una gran y cómoda habitación y mucho tiempo a solas para jugar con su celular. Incluso le había preparado su propio baño, pero Yuri decidió que probaría las aguas termales con Otabek. A decir verdad, estaba algo aburrido, pero tampoco podía huir donde Yuuko, pues ella, su esposo y las trillizas volvían de su viaje hasta el siguiente sábado, así que el Ice Castle estaba cerrado... Una semana sin poder patinar, sin poder huir de allí y si Otabek no llegaba, iba a enloquecer.

Dentro de los preparativos de la boda, algo que inquietaba a todos era la vestimenta. Sí, claro, eran los clásicos kimonos para las mujeres (negro si estaban casadas y de colores para las solteras) y estaba la opción entre trajes o kimonos también para los hombres. Victor insistía en que todos deberían usar el kimono, pero Yuuri tardó bastante en convencerlo para dejar a libre elección, pues no todos los extranjeros se sentirían cómodos con la prenda, al menos no los hombres.

La primera semana fue un dolor de cabeza. Primero, tuvo que acompañar a Viktor a escoger el montsuki que usaría, y aunque no tenía alguna relación con los emblemas familiares (como el de los Katsuki), el sastre fue lo suficientemente amable como para crearle uno propio; que consistía en una suerte de copo de nieve adornado dentro de un hexágono, con pequeñas peonías acompañando el centro. Luego, le fue cometida la tarea de acompañar al cerdo a ejercitarse pues para variar, había subido de peso y el montsuki para él no le quedaba, así que cada mañana debía dedicar al menos unas dos horas en compañía del japonés. Sin embargo, eso no fue lo peor... No, lo peor aún estaba en camino...

Hold me tightWhere stories live. Discover now