Una película porno tiene más sentido que la vida misma

3.7K 288 1.6K
                                    

Dale clic al video para escuchar mientras lees la primera escena (?

Capítulo I: Una película porno tiene más sentido que la vida misma

Podía reconocer la música que sonaba en mi apartamento. Era Baile Erótico, tema principal de Las noches eróticas de los muertos vivientes, película de cine B favorita de mi ex novio Iván. El noviazgo había caducado hace dos años, pero seguíamos siendo muy buenos amigos. Y este hijo de puta, me había planeado una fiesta sorpresa de cumpleaños, a pesar de que fui bien clara que no quería absolutamente nada. Había pocos invitados en la sala de estar. Entre ellos, compañeros de trabajo que raras veces cruzamos palabras y Geraldine, actual novia de Iván, quien al verme huir a mi dormitorio, cerró la puerta con llave y tomó mi brazo para sacarme a bailar.

La melodía erótica había hecho que todos sintieran una libido incontrolable. Lo más probable sea que Iván era el responsable, ya que lo vi echando algo más en sus bebidas. Mi apartamento se estaba convirtiendo en el escenario de una película porno. Dalila atragantaba su lengua a la garganta de Gilda; Ximena y Patricio no salían del baño a hace media hora; y la joven pareja de mi ex novio empezaba a tocarme los senos como si eso lograra excitarme.

—¡Feliz cumpleaños, Paloma! —Geraldine risueña, apoyaba su barbilla en mi pecho y sus manos por mi trasero. La alejé a un metro de distancia de mi ser y cogí una cerveza de la mesa, ignorando el jugo especial que todos se habían vuelto adictos. Geraldine se me acercó de nuevo —. Ya van a ser las doce para que soples las velas. ¿Qué deseo vas a pedir?

—A mi edad, solo se puede pedir salud —contesté dándole un pico a mi botella.

Ella se reía con inocencia por mi honestidad y vuelve a abrazarme sin mi consentimiento.

—¡Hey, mi pajarillo favorito! —Apareció Iván grabando la fiesta con su celular—. Deja el alcohol por un día. He hecho un rico jugo de frutas para todos. Solo falta que la cumpleañera tome un vaso bien lleno. ¡Está buenísimo!... Oye, no me mires así. Te he hecho una fiesta sorpresa como querías.

Rodeé los ojos y tomé asiento en el sillón con otra cerveza.

Gelatinita, trae el pastel, por favor —indicó Iván para estar a solas conmigo. Se sentó a mi lado y sacó su cajetilla de cigarros del pantalón—. ¿Quieres uno?

Decliné dándole otro sorbo a mi botella.

—Es tu cumpleaños, aunque sea una vez al año deberías estar feliz. Tal vez si no te hubieras vuelto tan antisocial, habría invitado a más personas, y así hubiéramos tenido una fiesta de verdad.

—Si invitabas a más personas, habría una orgía en mi casa. Y no gracias.

—Me excedí un poquitín con el jugo.... —admitió con sonrisa ladina—. ¿Me perdonas?

Al poco rato, Geraldine llegó a integrarse con nosotros. Iván vació la mesa para que el pequeño pastel, fuera el centro de atención en la habitación. Los invitados también empezaron a rodearme, ansiosos, por querer irse de esta fiesta.

—¿Era necesario colocarle tantas velas? —pregunté.

—Pero si esa es la cantidad de años que cumples, mujer —señaló Iván encendiendo su cigarro con el fuego de las velas—. Y no me digas que con una minúscula vela te conformas soplar. Así ya no tiene gracia pedir el puto deseo.

—¿Acaso tienes seis años?

La música sicalíptica cambió a una clásica canción infantil de Parchís. Nadie cantaba como esos niños, a excepción de Geraldine e Iván quienes eran los únicos que estimaban a la cumpleañera. Miré el pastel. Un gran escalofrío me carcomía con solo contar las velas una por una, y también al notar a Ximena limpiándose el semen de Patricio de la boca. Treinta velas no solo significaban treinta años de mi vida. Era la cantidad de días, horas, minutos y segundos que habían pasado volando sin darme cuenta. Y que jamás volverán.

Vodevil a astracanadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora