Capítulo16

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Ahí me encontraba, atada sintiendo  cada parte de mi cuerpo adolorido. En toda mi vida me había sentido tan lastimada y lo peor de todo, era que no sabía por qué diablos me encontraba en esa situación. Me habían raptado, vendado mis ojos y un bastardo me había golpeado, aún podía saborear la sangre de mis labios. Y mientras el tiempo transcurre yo sigo aquí temblando ante la idea de que algo malo pueda ocurrir me.
De nuevo escucho unos pasos, una voz masculina distinta a la anterior me comenta que si tengo hambre. Por mi orgullo diría que no, que se meta la comida por donde le quepa. Pero mi estómago dice lo contrario,  así pues, sin  quedarme de otra acepto a regañadientes la comida.

Unas manos grandes me desatan el nudo de la tela que tapaba mis ojos. Parpadeo varias veces, lo primero que puedo ver es un suelo medio asfaltado y unas botas negras. Sigo con la mirada la persona que tengo ante mí vestida de negro desde los pies hasta la cabeza. No puedo verle su rostro puesto que lo lleva tapado con un pasamontañas. Suspiro varias veces abatida. Aquel misterioso hombre comienza a darme de comer, admito que me como todo lo que me ofrece puesto que tenía un hambre atroz. Intento hacerle preguntas, pero al parecer ese hombre solo permanece callado dándome de comer. Cuando ya me comido todo, se va por donde ha venido.

De nuevo sola, miro el lugar donde me encuentro, no puedo apreciar gran cosa, todo está en ruinas. Las paredes están negras y en el suelo hay montones de escombros. Desde luego el lugar no puede ser más deprimente y solitario como para matarte y que nadie sepa de mi.
Aquel pensamiento cruza mi mente junto con un escalofrío. Cierro mis ojos dejando que mi tristeza se reúna con mi cuerpo entristecido y angustiado por tener que pensar en lo qué va ser de mí.

De nuevo vuelvo a cerrar mis ojos y dejo mi cabeza caer y con ella mis lágrimas lastimadas por tener que vivir todo esto y sin tener culpa de nada.

Un buen rato después, vuelvo a escuchar otra voz masculina, el hombre pasa también vestido de negro parándose enfrente mía, me desata agarrándome a la vez con fuerza mis brazos. Siento mi cuerpo afligido intento sacar fuerzas y poder luchar y al ser posible salir huyendo de ese maldito lugar.

Intento zarandearme pero el individuo aprieta más con sus dedos mis brazos llegando a inmovilizarme y para colmo me pone un cuchillo en mi garganta.
Perfecto ¿Y esto no se supone que solo salen en la películas?

―Que quiere...que hecho yo...―Mi voz es titubeante, sentir el filo frío del metal en mi garganta hace que mi cuerpo se contraiga para dar comienzo a un temor que recorre mi cuerpo como la pólvora.

―Shuu...Tranquila bonita, si haces lo que se te dice no te va ocurrir nada malo. Pena que me hayan prohibido  tocarte, mira que estás chula.―Cierro muy fuerte mis ojos cargándose de nuevo de lágrimas y asco al notar como ese bastardo me besa mis labios bajando por mi cuello tocando uno de mis pechos fuertes. El miedo se apodera de mí, siento que estoy perdida y ese bastardo va hacer de mí lo que se le pegue la gana.

Cuando pensaba que me iba a ocurrir algo malo, una voz femenina lo para. Éste, haciendo un mohín de desaprobación me vuelve a vendar mis ojos y atarme para sacarme casi arrastras de ese lugar hasta un auto que estaba parado con el motor en marcha.

De malas maneras me tira  como si fuera un saco de patatas. Me siento asustada, mis lágrimas cesan por mis mejillas, mis manos tiemblan tan solo de pensar que estoy sola y que  estos desgraciados pueden hacer lo que quieran conmigo.
Muerta de miedo me hago un ovillo a la vez que siento como el auto se pone en marcha.
De pronto, me percato de varias voces. Hago oído, la voz femenina me resulta muy familiar, intento hacer memoria durante unos minutos hasta que llego a la conclusión que se trata de Camelia. Sí, estoy más que segura, es ella y además ha nombrado en varias ocasiones a mi hermano. Pedazo de zorra. Razón tenía Isaac cuando me avisó que esta tipa es de armas tomar. Mejor  dicho, lo mejor que se puede hacer  es no echársela de enemiga.

Un rato después escucho como el auto ha parado y las puertas se cierran y  esas personas hablan tan bajito, no consigo llegar alcanzar lo que dicen porque precisamente en ese momento un bastardo me vuelve agarrar de malos modos y casi arrastrándome me dirige hacia algún lugar.

No consigo saber dónde me encontraba hasta que me deja en una habitación y me quita el trozo de tela de los ojos y me desata. El bastardo que oculta su rostro en un pasamontañas se va riéndose mientras yo me levanto del suelo gritando y golpeo la puerta como una loca. Pero quién no lo estaría en mi situación.

―Amiga tranquilízate, gritando no va a sacar nada.―Me callo por un momento y me giro lentamente observando a tres mujeres jóvenes contemplando me. Me percato que en sus miradas se reflejan el miedo, ellas se encuentran sentadas cogidas entre ellas llorando sin cesar. La más atrevida se aproxima a mí extendiéndome su mano.

―Me llamo Marta.  Y estoy aquí junto a estas muchachas que nos han traído desde nuestros países engañadas para prostituirnos.

―Joder... lo siento mucho, yo me llamo Yasmina. Para serte sincera no sé qué demonios hago aquí. ―Termino mi frase abatida apoyando mi cabeza en la puerta mirando al techo cuestionándome el porqué de toda esta situación.

―Ven amiga, siéntate y come algo la noche es larga y para mañana debemos estar presentables.―Hago caso a lo que me dice Marta, una chica de unos veinte años, morenita y con unos ojos marrones alegres y tan bonitos como su sonrisa. Pero al igual que yo, su semblante es triste y apagado.
Sentadas comenzábamos a comer y hablar, en ese momento me entero que ellas han sido víctimas de tráfico de personas.
Engañadas con contratos basura, traicionadas por querer tener un trabajo digno para tener una vida cómoda, se ven obligas a pagar por salir de sus países con la ilusión de que podrán mandar dinero a sus familias y así tener un vida mejor. Y en lugar de eso, se topan con mafiosos que solo piensan en ellos, en aumentar sus cuentas corrientes a consta de personas como Marta, Virginia, Antonela y Ángeles. Riéndose de su ingenuidad para aprovecharse de ellas cuando las tienen en su poder. ¿Y a qué precio? Obligándolas a ser prostitutas, como si no valiesen nada, como si su dignidad no existiera y su orgullo hubiera desaparecido en el momento que firman papeles mojados. Un papel lleno de temor, de golpes, sexo, droga... hasta que alguien se digne y las saque de ese mundo no sin antes haber sido sometidas a cualquier atrocidad.

Me levanto enfurecida. De la misma rabia que siento pego un puñetazo a la pared.

Joder, pero si estamos en el siglo XXI y aún siguen jugando con la decencia de las personas, con sus sentimientos...Y todo por el asqueroso dinero. Mientras unos lloran lágrimas de sangre, otros se enriquecen a consta de esas lágrimas. ¿Y quién hace algo?
Sí, la policía, cogen a cuatro delincuentes y veinte malhechores siguen traficando con droga y en este caso, con mujeres.

―Párale la llantera amiga, al igual que tú, todas tenemos miedo. Miedo de caer en malas manos y que lleguen a destruirnos tan despacio como para poder saborear cada golpe, maltrato e insultos. Yasmina, vete mentalizando, pero para eso te han traído aquí.

―Joder la otra, ¿qué bien te lo tomas? Porque vamos yo estoy que me subo por las paredes. ¿Qué van hacer con nosotras? ¿Nos van a llevar a prostíbulos?

―Peor aún amiga, nos van a llevar a un lugar donde nos van a subastar. El que más pague por ti, con ese hombre debes de pasar la noche y ser su sumisa. Una sumisa obediente y callada.

―Aha. Perfecto. He pasado de ser psicóloga a ser subastada en un pis-pas. Muy bien, y si me toca uno como el  que me describen en cincuenta sombras, vamos que vamos, pero sepa Dios en que manos vamos a caer y lo peor de todo...lo que nos irán hacer.

―Dame un abrazo Yasmina, debemos ser fuertes y afrontar toda esta mierda, estoy convencida de que algún hombre ricachón podrá ayudarnos.

―Sigue soñando Virginia porque eso no va suceder, lo mejor que podemos hacer es ver la manera de salir de esta mierda y de este infierno.

Comienzo a palpar la pared, piso con moderación el piso por si encontrase algo que me pueda ayudar para salir de estas cuatro paredes. Pero mi desesperación aumenta y el cansancio me reclamaba. Junto con esas chicas,  lloro en silencio pensando en mil cosas referentes a lo que puedan hacer esas personas sin escrúpulos que solo les lleva el egoísmo y la ambición.

Tan sólo Dios sabe nuestro destino, porque yo en estos momentos estoy que muero de miedo y ansiedad,  tan sólo hacerme una idea de lo que me tenga preparado el destino y si podré salir ilesa de este mal trago que estoy viviendo.

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