37. Sal en la herida

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Me cruzo de brazos y arqueo una ceja.

Lo que dice tiene sentido en cierto modo pero aún no aclara mis dudas sobre porque Bambi mintió, y ni siquiera sé porque tengo que creerle a Nathan, tal vez sea él quien miente y no mi mejor amiga.

—¿De verdad fue por eso? Porqué pensaron que si me decían ya no saldría contigo —él rueda los ojos asintiendo, hostil—. Entonces, ¿Por qué cuándo te lo pregunté lo confirmaste?

Nathaniel suelta un bufido irónico y sonríe seco.

—A ver Katherine, yo soy responsable de lo que digo, no de lo que tú entiendas. ¿Okay?, Yo jamás te dije que tuve sexo con ella.

Desvío mi vista de la suya porque parte de lo que dice en cierto y estoy tan ebria que no puedo buscar ninguna excusa que sea buena para poder apelar; aunque no haya nada que apelar.

Puedo ver por el rabillo de mi ojo cómo es que camina hacía a mí de manera lenta pero con tanta fuerza que por un momento me siento intimidada.

—Sin embargo, esto ya no se trata de mí, sino de ti... —dice llegando a mi encuentro. Una de sus manos quita el cabello de mi hombro izquierdo, y con solo sus dedos rozando la piel de mi cuello; mi cuerpo se electrifica. Baja ligeramente la manga de mi camisa y seguido deposita un escaso beso en mi hombro desnudo haciendo que cierre mis ojos y suspire de placer. Continúa besando mi cuello mandando alertas de peligro al celebro que mi cuerpo se rehúsa a responder. Sus húmedos labios recorren todo mi cuello hasta llegar a la orilla de mi oreja donde muerde de manera excitante mientras susurra con voz enronquecida:—, y de lo zorra que has sido esta noche.

Abro mis ojos de golpe por el asombro de sus palabras y trato apartarme de él lo más rápido que puedo pero su mano sujeta mi cintura con firmeza.

 —¡Suéltame, maldito idiota! —grito con veneno en mis palabras.

Nathan me gira hacía él haciendo que mi pecho golpee el suyo.

Su mano toma con firmeza mi mandíbula obligándome a verlo a los ojos. Su mirada inyecta odio mientras que su boca ya saborea su venganza.

Iba a decirle la verdad que todo era mentira entre Luca y yo... que él deberia saberlo siendo su amigo homosexual.

Sin embargo, él tomo la palabra antes.

—No, no te suelto. Quiero que me supliques como seguramente le suplicaste a Luca que te follara.

—¡Escucha lo que me estás diciendo! —grito, en mi defensa. Nathan me mira enfurecido y sujeta con fuerza mis brazos haciendo que se sienta un calor diferente en esa parte; me está lastimando. Su respiración es superficial y me sorprende ver que aún en este punto se esté conteniendo. ¿Cuál sería su peor etapa de enojo?

—¡Por Dios! No te hagas la indignada o finga que te ofendo, porqué sabes que lo que digo es cierto... ¿O por qué estás semi desnuda en casa de mi amigo? —susurra entre dientes, sus manos sueltan su agarre solo para abrir mi camisa por completo y verme solo con ropa interior; expuesta, frágil y humillada ante él—. Y podría jurar que también estás drogada... yo te estaba cuidando de eso y tú vienes aquí, no creyendo en mí, y terminas haciendo todo lo que yo dejé de hacer por ti.

Aunque no quiera aceptarlo sus palabras me lastiman al igual que sus acciones, sin embargo mi cabeza da tantas vueltas que no sé que hacer más que actuar a la defensiva.

—Yo no te pedí que me cuidaras; no quiero que lo hagas. Yo solo quería estar a tu lado y compartir momentos contigo, si son malos pasos o buenos la decisión es mía de tomarla, no debías decidir por mí —susurro, cautelosa—. Y no creí en ti porque siempre escoges a Maritza...

Medio kilómetro de distanciaWhere stories live. Discover now