ESA IMPREVISIBLE VAMPIRA

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Alice salió todo lo rápido que sus fuerzas le permitieron de la casa. Con la ropa puesta apresuradamente, se alejó todo lo posible del causante del intenso dolor que recorría su pecho. Sólo cuando ya creyó estar a suficiente distancia, dejó aflorar su dolor y rabia llorando desconsoladamente.

Se apoyó en una de las paredes mugrientas sin prestar atención a que estaba arruinando el vestido de Portia. En esos momentos, sólo quería morir, acabar con el sufrimiento que le cortaba la respiración y no le dejaba parar de llorar. Temblaba todo su cuerpo con una mezcla de frío y de tristeza lo que hizo que se abrazase a sí misma en busca de un calor que nunca llegaba.

Levantó la vista al cielo y gritó desgarradamente al mismo tiempo que un aguacero repentino cayó sobre ella, uniéndose en armonía al llanto de la mujer.

Así estuvo un rato hasta que cansada, hastiada y empapada, decidió que era el momento de volver a casa. El maquillaje arruinado caía de su cara en pequeños reguerillos por mejillas y ojos, desfigurando una belleza que por un efímero momento había probado el amor y deseo de un hombre.

Anduvo más mal que bien entre aquellas oscuras calles iluminadas por unas pocas farolas de gas, tropezando inevitablemente con los pequeños resaltes de los adoquines. Cayó de bruces sobre el húmedo pavimento y allí quedó sin fuerzas desparramada esperando que la nada la tragase por siempre.

No llevaba ni un minuto derrotada sobre los fríos adoquines cuando unos brazos poderosos la alzaron como una pluma creyendo reconocer al dueño de los mismos.

Sin animo para alzar la vista hacia la persona, dejó reposar su cara sobre el pecho de la misma. El tacto de la seda y un olor floral que había olido anteriormente la sacó inmediatamente de su error haciendo brotar de nuevo el llanto, esta vez más desgarrado.

­­­—Tranquila, todo pasó—. dijo la voz suave de la vampira.

Kaoru apretó más contra su cuerpo a la temblorosa Alice. Esta se arropó en ella en un intento de encontrar consuelo.

—Te llevaré a casa—. Empezó a caminar en la oscuridad cargando a Alice mientras unas lágrimas en su cara se fundían con las gotas de lluvia que salpicaban su pálido rostro. Por nada del mundo quería que la humana la viese con tal debilidad mundana. No en ella.

—Por favor llévame a mi casa—susurró—No tengo fuerzas para enfrentar a nadie.

—Como desees—. Aceleró el paso al ritmo máximo que un humano podría alcanzar para evitar sospechas. Aun así, Alice notaba como la brisa golpeaba el cuerpo de la vampira y le era devuelto cálidamente al suyo. Agradeció la sensación y pronto se calmó lo suficiente.

—Kaoru déjame aquí, ya puedo proseguir el camino a pie. — Le dijo amablemente.

Alice tuvo la sensación de haber recorrido pocos metros, pero cuando se paró a mirar el lugar, descubrió que estaba a solo una calle de su casa. Miró estupefacta a la menuda vampira y esta le devolvió una sonrisa socarrona.

—Ser así tiene ciertas ventajas. ¿No creerías que todo iba a ser malo? ¿Verdad? — dijo evidentemente divertida.

En ese instante pensó en que nunca le había dicho donde vivía.

—¿Cuándo...? —. preguntó señalando la dirección donde se encontraba su recinto.

—Tu padre me lo dijo— respondió Kaoru algo más seria.

Durante un segundo estuvo perpleja de lo fácil que le parecía la forma de desenvolverse de los vampiros, pero al fin y al cabo, ella era la más reciente incorporación a esa familia y desconocía tanto de ellos que le inquietaba tantas conexiones con el mundo de la noche que ellos parecían poseer.

Vampeires: JackWhere stories live. Discover now