Casualidades de la vida.

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Llego a casa a toda velocidad, dejando el bolso en el sofá que presidía el salón; había sido un día realmente agotador, pero se me había pasado volando.

Subí a mi habitación, cogiendo el pijama que consistía en un pantalón corto de color fucsia y una camiseta de tirantes color blanca y me adentré en el baño, dispuesta a relajarme bajo los chorros de agua de mi ducha.

En casa no había nadie, mamá y Martín habrán salido a dar una vuelta por el barrio; pensé.

Terminé mi ducha y, liada en una toalla blanca salí de ésta, comenzando a ponerme el pijama.

Una vez finalicé, bajé a la cocina. No tenía ganas de comer nada, pero no me quedaba de otra si no quería ver a mi madre enfadada, así que me hice un Colacao y me lo bebí mientras observaba las estrellas desde el balcón de casa. 

Afuera se estaba muy bien, corría bastante aire para estar a la fecha a la que estábamos y más aún en esta ciudad donde "Qué calor hace" era la frase más usada durante los meses de verano.

Vi una estrella fugaz; 

cerré los ojos y pedí un deseo: Que me toque la entrada.

Suspiré profundamente y volví al interior de la casa, dejando el vaso en el fregador y encaminándome a mi habitación para dormir; cada día que pasaba estaba más y más cansada. Justo en ese momento, mamá y Martín atravesaron la puerta

-hola.-Ambos saludaron entrando a casa.

-Hola; ¿Dónde estábais?.- Pregunto, aunque a decir verdad, no me apetece saberlo; sólo quiero irme a dormir.

-En el parque de abajo, hemos ido a dar una vuelta y nos hemos encontrado a la vecina del quinto con su marido y nos hemos sentado un rato a hablar.

-¿Sabes que el cantante ese que te gusta tanto a tí es su sobrino?

-Ya, y él es mi novio; no te jode.- Le respondo a Martín, que se tumba en el sofá con el móvil entre sus manos.

-¡Valeria, esos modales!.- Me regaña mi madre; parece mentira, 25 años y sigue como si tuviera 12.

-Bueno, está bien. Me voy a dormir, buenas noches.

Subo a mi habitación, tumbándome sobre mi cama, pero no me voy a dormir; no, cojo mi móvil y me meto en Twitter.

Es hora de comenzar a escribir la participación en el sorteo.

Como en un solo tweet no me cabe, decido hacerlo como su fuera un hilo, por lo que, después de media hora, termino mi pasaporte a la felicidad, aunque bueno, ¿Para qué me voy a hacer ilusiones sabiendo la de gente que participará?

Dejo el móvil en la mesilla de noche y, mirando por la ventana me duermo, deseando que se cumpla lo que le pedí a la estrella fugaz de antes.

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Salgo corriendo de casa; anoche con las prisas se me olvidó poner el despertador y ahora, voy tarde al trabajo, cruzando los dedos para que la bronca que me va a caer no sea tan relevante para echarme de mi puesto.

Llego a la cafetería y ahí puedo ver las mismas caras de siempre; los muchachos del Instituto, profesores que los ven haciendo pellas y no les dicen nada, Paquita; la vecina de enfrente con su nuera, a la cual le cuenta cómo hacer las mejores lentejas del planeta Tierra, los trabajadores de la obra de al lado,... en fin, un montón de gente que, por cuestiones de trabajo o, simplemente de ocio, deciden pasar aquí un rato más o menos agradable; eso depende del punto de vista de cada uno.

Al momento, veo a dos mujeres y a una niña pequeña sentarse en una mesa así que, tras unos minutos, me acerco a ellas, para preguntar qué desean tomar.

-Buenos días, ¿Qué quieren pedir?.- Les digo, sonriendo amablemente.

-Buenos días; pues a mí me pones un cortado.- Dice la mujer más mayor.

-A mí ponme lo mismo que a mi madre.- Dice la segunda mujer, que puede apreciarse en su tez que es algo más joven.

-¿Y la peque, qué quiere tomar?.- Me dirijo a la niña, la cual está entretenida, jugando con una muñeca entre sus manos. Cómo echo de menos esa etapa de mi vida.

-Sofi, contéstale a la señorita.- Le regaña la madre y ella dirige la mirada hacia mí.

-Quiero un batido de chocolate, por favor.- Asiento, mientras tomo nota y le sonrío a la pequeña. 

Pongo rumbo a la cocina, preparando los pedidos de esa misma mesa y los llevo pasados varios minutos. 

-Me encanta tu muñeca.- Le digo a la pequeña, poniendo el batido encima de la mesa, mientras la miro sonriendo.

-Muchas gracias, ¿Cómo te llamas?.- Me pregunta, con una vocecita que dan ganas de comértela a besos.

-Me llamo Valeria, pero me puedes llamar Val.- Le sonrío, mientras puedo observar cómo las otras dos mujeres me miran atentamente. Me despido de ellas y vuelvo a la barra, donde me encuentro a María con cara de pocos amigos.

-¿Qué pasa, María?

-Nada hija, que la cafetera ha dejado de funcionar.

-Anda, déjame a mí.- Le doy un par de golpecitos en la parte superior y al momento, vuelve a funcionar.

-Llamémoslo "con golpes todo se arregla".- Digo, mientras reímos a carcajadas.

La abuela de Sofía se acerca a la barra a pagar, tras decirle lo que es la cuenta, abro el cajón de la derecha y saco dos piruletas.

-Déselas a su nieta, es muy bonita.- Pongo los dulces en la mano de la señora y ella me mira sonriente.

-Muchas gracias, la verdad es que es un terremoto y nunca suele hablar con desconocidos; le da mucha vergüenza, pero se ve que le has caído bien.-Asiento, dándole los buenos días y diciéndole adiós con la mano a la pequeña, que está al lado de la puerta de la cafetería, esperando a su abuela mientras su madre habla por teléfono.

Vuelvo a mis labores y, cuando quiero darme cuenta, mi jornada laboral se ha acabado, por lo que vuelvo a casa.

Subiendo las escaleras, me topo con alguien, por lo que caigo de culo al suelo.

-Perdona.- El chico me ayuda a levantarme del suelo tendiéndome la mano.

-No te preocupes, yo iba demasiado rápido.- Le digo sonriente.

El chico, que parece que tiene prisa, sale del edificio; su cara me sonaba mucho.

Al llegar a mi puerta toco, esperando que alguien me abra, cómo no, las llaves se me han olvidado esta mañana.

Pasado un rato y viendo que nadie abría la puerta, toco en casa de la vecina, ya que ella tiene una llave para "casos extremos"

-¡Hija! ¿Qué te trae por aquí?.- Me recibe, dándome un gran abrazo.

-Hola, Sole, ¿Me puedes dejar las llaves de mi casa?, me las he dejado esta mañana dentro.

-Claro, no te preocupes.- La mujer entra a la casa, saliendo con ellas en la mano; pero no viene sola.

-¡Pero si es la chica de la cafetería, muchas gracias por las piruletas, a mi hija le han encantado!.- Ella es la madre de Sofía, y ahora me cuadra todo.

Sentía que esta mujer junto a su madre me resultaban conocidas, al igual que el chico con el que me he cruzado. Por otra parte, Martín dijo anoche que Sole era la tía de Pablo... no hay duda; son su familia.

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⏰ Last updated: Aug 12, 2017 ⏰

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