2. Pasa la noche conmigo

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—Háganlo en silencio, las paredes aquí son muy delgadas —me guiña el ojo derecho el señor Florencio.

— ¡Que va! Él es mi taxista. —niego aun riéndome por las ideas que se hace.

—Traviesilla, yo no me trago eso. —enseguida vuelve a lo suyo, justo cuando Mike pasa al lado de él.

—Aquí tienes —me ayuda a ponérmelo y seguimos nuestro corto camino a mi departamento.

Al entrar al departamento, lo invito a pasar, no quiero ser descortés con alguien que no me va a cobrar un quinto por traerme a mi casa. El no parece a gusto, mira de un lado a otro, husmeando, deteniéndose en algunas fotografías familiares, se burla de una en especial, no estoy feliz de esa foto, pero a mis padres les gusta. Voy al refrigerador y saco una lata de cerveza con logotipo al parecer de carta blanca, la abro tirando un poco de espuma en la alfombra café. Bebo una buena cantidad antes de dirigirme al flaco.

— ¿Quieres tomar algo, comer o yo que sé? —Se sobresalta al hablarle, y al mirarme niega con la cabeza, diciendo que hace menos de una hora me habló de lo malo que es tomar y ya lo estoy haciendo de nuevo—. Bueno, ¿vas a querer algo sí o no?

—Un vaso de leche, eso le caería de maravilla a mi estómago, y si no es mucha molestia, ¿tendrás plátanos frescos? —me pregunta con naturalidad.

— ¿Perdón? —acaba este hombre pedirme un vaso de leche y plátanos, ¿Qué es?

— ¿Tienes o no tienes plátanos? Para conformarme con un vaso de leche. —bien, no entendí mal.

Del frutero de la cocina tomo dos plátanos maduros, le sirvo un vaso de leche y se los llevo. Él ya se ha apresurado a sentarse en uno de los viejos sofás, así que entregándole lo que pidió me siento a su lado, viendo cómo se devora el primer plátano y toma gran parte de la leche, hago lo mismo con mi bebida, haciendo tiempo.

—Así que... acostumbras a pedir esto cuando vas de visitas. —dejo la lata vacía en la mesa del centro, junto a las revistas y periódicos que ya debí mandar a la basura esta misma mañana.

—No, pero debería de estar cenando a estas horas, y esto es lo que ceno —entreabro la boca, afirmando con la cabeza. Que interesante—. ¿Puedo ir a tu baño? —pregunta de repente poniéndose de pie, con vaso y medio plátano a comer en mano.
Le señalo la puerta blanca más pequeña.

Sin dejar lo que sostiene se va al baño, ¡El muy asqueroso acaba de entrar al baño con su cena! y ni siquiera escucho el agua bajar por el inodoro. Pasa un rato más y ni rastro de él, no sé qué tonterías esté haciendo ese desconocido en mi baño, y ya comienzo a arrepentirme por meter a un raro a mi casa. Al ir a buscarlo abro la puerta del baño sin pedir permiso, encontrándolo con un celular en la mano y en la otra el vaso ahora vacío, mirando al espejo.

—Lo que sea que estés pensando no es nada de lo que crees. He visto que tienes un bonito espejo, y no está empañado, ¿Sabes? Es muy buena para tomarse fotos. —se excusa.

No puedo evitarlo, me rio hasta más no poder. Este hombre se estaba tomando fotos, posando con un vaso y sonriendo.

— ¿Qué? Soy una persona muy fotogénica —quiere salir del baño, pero lo detengo parándome en el centro de la puerta—. Perdona, es la costumbre.

Cree que con eso le ha bastado, se hace a un costado intentando pasar debajo de mi brazo extendido. Este flaco raro no se irá tan campante de aquí. Lo siguiente que hago es —literalmente casi—, lanzármele, acorralándolo en la puerta del baño, levanta las manos a la altura de sus hombros, abriendo mucho los ojos, ojos que por primera vez veo que son azules.

—Okay, esto se está poniendo muy raro —debe estar diciéndolo por cómo nos encontramos.

Realmente ahora mismo no me importa eso mucho, y se lo hago saber al atraerlo hacia mí, a mi altura, para después apoderarme de esos labios, él no corresponde enseguida, de hecho, intenta apartarme, diciendo entre nuestros labios "no te conozco" y no, no me importa si no nos conocemos. Al final termina por ceder, hunde su lengua en mi boca, apoderándose de mí, mordiendo levemente mi labio inferior cada cierto tiempo. Ríe al pausar el beso, respirando entrecortadamente, teniendo sus manos en mis mejillas ahora.

—No te vayas a enojar, pero sabes a... ese asqueroso... —vuelvo a besarlo, interrumpiéndolo. No quiero que lo diga, creo que volveré a avergonzarme como hace rato.

—Shh... -lo beso—, tú apestas a leche -mi comentario le divierte—. Y aun así quiero que pases la noche conmigo.

Dejaos vuestros comentarios que les pareció, responderé encantada a cualquier duda o sugerencia.

Seguid leyendo, hay un tercer capítulo en esta primera semana de septiembre.

Querido, te odio #3Where stories live. Discover now