Even after all these years, I kept waiting for thee, my true and very first love

275 45 14
                                    

— Admit it, you love me.

Ejerciendo un suave jalón en una de las mangas del oriental, lo atrajo hasta ambos conseguir chocar caderas; consecuentemente deslizó su mano por su cintura, palpando los lindos y coloridos detalles sobresalientes de su vestimenta; finalizando al accionar con un sugestivo movimiento de afecto, el de presionar con gentileza su cintura, utilizando su antebrazo, para abrazarlo con cariño. Divisó sus avellanados ojos y sonrió, cual apetecible hombre, sonrió sincero.

— Don't deny it, please, I love you too.

— Ā sè... —pronunció en un murmuro, el amilanado.

Arthur, sutilmente y con una pacífica —pero funesta— lentitud, comenzó a aproximarse al rostro de su trémulo compañero. Los centímetros, poco a poco, se disolvían como el azúcar en un delicioso té de jengibre en las tardes de Otoño, reduciéndose a milímetros; pasando dos segundos, casi no quedaba ningún espacio entre ellos. Pese a la respiración intranquila y la expresión turbada que el castaño estuvo mostrando hasta ese momento, el inglés nunca se entorpeció.
Cruzaron miradas una última vez, antes de que los dos cerraran los ojos sincrónicamente y, finalmente, el momento tan anhelado se presentó.
Sus labios volvieron a encontrarse, como siglos atrás también hicieron. No hubo desespero, sólo la exigencia de un cómodo y entrañable cariño olvidado. Pausadamente se movían los dichosos labios suyos, rozándose con docilidad el uno al otro.
Yao entreabrió sus ojos y miró tímidamente al espléndido rostro calmo del británico, su dilecto. Y Arthur, hizo lo mismo instantes después.
Observaron ambos sus caras fugazmente: Wang tenía los pómulos teñidos de un destacado sonrojo, y el otro, sólo contaba con éste un poco. Unas apocadas, pequeñas risas dieron ambos.
Se dieron cuenta, entonces, de que ese había sido el ósculo más perfecto.

El ósculo más perfecto. Where stories live. Discover now