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Los focos me cegaban un poco. Casi mejor así. Casi mejor no ver la cantidad de ojos mirándome, intimidándome, juzgando mi falda, quizá demasiado corta para ellos, mi bronceado, quizá demasiado alto para ellos, mi melena rubia, quizá demasiado falsa para ellos. Para la próxima charla, me lo teñiría de rojo o de azul. Cualquier cosa con tal de distraer la atención. Pero... ¿qué hacía pensando en la próxima charla? Todavía no había dicho ni una sola palabra en esta y el silencio comenzaba a ser más largo de lo recomendable.

--Buenas tardes --dije por fin. Saludar también se me daba bien--. Parece que ha habido algunos problemas con esto --dije dando vueltas al mando del proyector. Cualquier cosa con tal de distraer la atención. Los asistentes comentaban algo entre ellos. ¿Mi traje? ¿Mis pechos?

Di al botón deseando que saltara una chispa del proyector y saliéramos todos por los aires. La versión Vin Diesel del trágame tierra. Pero nada. Para mi decepción, la presentación arrancó sin incidencias, pero la gente seguía murmurando. ¿Mi pelo? ¿Mi postura?

La chica del walkie-talkie apareció en el escenario como una bala. Caminaba algo agachada, intentando así que se la viera menos. Levanté las manos por puro instinto, y me pareció escuchar alguna risa.

--No tienes conectado el micro --me dijo con una sonrisa de disculpa.

--Oh.

Levantó levemente mi camisa para dejar al descubierto la petaca. Su dedo rozó con la piel de mi cadera y me hizo cosquillas.

--Debes calmarte. Se te nota nerviosa --me dijo mientras trajinaba a mis espaldas.

--Estoy nerviosa --le susurré.

--Háblame a mí. Estaré entre el público. Conecto el micro.

No me dio tiempo a decirle que hablarle a una chica no me ponía menos nerviosa que hablar a decenas de hombres. De hecho, es probable que pusiera más nerviosa todavía.

Como prometió, la chica se colocó en una butaca de las primeras filas. Ella y el resto de asistentes me miraban con expectación.

--Vaya, un micro que no está conectado. Estamos llenos de clichés esta tarde.

Apenas percibí si había arrancado alguna sonrisa. Lo importante para mí era que había empezado a hablar, que para eso estaba ahí arriba.

Presenté a mi compañía y a mí misma con la primera slide y no tardé en avanzar a la siguiente, que contenía el impactante título que habíamos elegido para aquel congreso: «Cómo conseguir un negocio de 100 millones de euros».

En aquel momento, me arrepentí de haberlo elegido. Era, como mínimo, impreciso, pero tenía todo para captar la atención: un know-how, un objetivo, y unos resultados medibles.

Vi que la chica del walkie abría mucho los ojos sentada entre el público, como había prometido. Quizá ella tuviera algún proyecto en mente y vio en aquella pantalla un arranque prometedor, así que me centré en no defraudarla.

Charlie Alfa TangoWhere stories live. Discover now