Capítulo 2

1.3K 161 23
                                    

Lo primero que vio el francés al despertarse fueron dos grandes ojos azules que lo observaban con cierto descaro. Del susto, el chico se levantó de un salto; al parecer, El Topo se había quedado dormido en el puff tras cenar, por lo que al levantarse, un gran dolor perforó su columna vertebral.


-Argh, putain de merde!

-Alguien ha dormido regular, ¿me equivoco? Te dije que debías venir a mi casa, qué menos que dormir en una cama en condiciones... Además, podías usar aquel saco de dormir. No está ahí para decorar, ¿sabes?

-No necesito que me cuides, imbécil -gruñó el mercenario, masajeándose la nuca-. ¿Y qué cojones hacías mirándome? ¿No podías despertarme en condiciones?

-De hecho, lo intenté. Pero eres de sueño profundo, y prefería no echarte un vaso de agua a la cara, siendo honesto.

-Pues casi lo prefería, podías haberme matado del susto.


DeLorne se desperezó, frotándose los ojos mientras bostezaba quejosamente. Luego, se dignó a mirar de arriba abajo al recién llegado: perfectamente peinado hacia atrás, con una de sus camisas de marca, pantalones pitillo y relucientes zapatos. Como el niño de mamá que siempre había sido; irónico, ya que sus padres apenas estaban en casa debido al trabajo. Gregory vivía prácticamente solo, con la única compañía de Evelyne, su ama de llaves.

Ah, sí.

Y un gran danés de tamaño, eh, bastante considerable.

Entonces, El Topo recordó por qué dejó de visitar tan a menudo la casa de los Fields desde que se mudaron a South Park. Todo por culpa de ese maldito perro.


-Por cierto, ¿Christophe? -el rubio llamó su atención, agarrando el asa de su mochila-. Piensas venir al instituto, ¿cierto?

-Ni de coña. Mi madre podría llamar al instituto para preguntar por mí, y no es algo que me apetezca, especialmente.

-Pero los exámenes finales están a la vuelta de la esquina. No deberías quedarte atrás, y no es que tus notas sean sobresalientes, precisamente-...

-Haré lo que me dé la maldita gana, ¿me oyes? -se encaró DeLorne, clavando su mirada en los ojos que le observaban desvergonzados hace un momento-. Si digo que no iré, es que no iré.

-Bueno, allá tú. Nos vemos a la tarde.

-... Un momento.


Gregory, a punto de salir de la casa del árbol, se giró hacia su colega. Tenía la esperanza de que hubiese cambiado de idea, aunque era algo prácticamente imposible; es decir, hablamos de Christophe DeLorne.


-Digamos que no quiero ser descubierto por el momento, así que no le digas a nadie que estoy aquí.

-Está bien, como sea.


Antes de irse, con una sonrisa zorruna, murmuró lo suficientemente alto como para que el francés escuchase, "y no tires los cigarros por ahí, no me gustaría tener que repetir la escena de ayer". Ganándose un insulto en francés por parte del chico, Gregory Fields dejó la casa con aire victorioso.

Por otra parte, el instituto fue tan aburrido como siempre, y nadie preguntó especialmente por El Topo. Como siempre.

Luego de que Christophe se mudara a South Park desde Yardale, un tiempo después de que Gregory fuese transferido, el rubio descubrió por boca de su propia madre que el pequeño DeLorne había tenido problemas con sus compañeros en Canadá, sobre todo desde que el de ojos celestes se marchó. Él nunca fue un niño muy sociable, y Fields era, por así decirlo, su amigo más cercano. Probablemente su marcha fuese un golpe bastante duro para él, por lo que su mal carácter creció considerablemente como consecuencia de la soledad que lo acechaba. Por tanto, la única opción que ofreció el psicólogo que trataba sus arrebatos de mal genio era, irónicamente, reunir a los niños de nuevo. No era la mejor solución, pero sin duda fue lo más rentable para el moreno. Además, "si descubría un ambiente nuevo, rodeado de gente distinta (y en compañía de su mejor amigo), lo más probable sería que su círculo de amistades se ampliase", según el mismo psicólogo.

Love is our Resistance | South Park - GregstopheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora