Acomodo mi cabello despeinado. Ahora vivo despeinada, porque en esta porquería de lugar no te dejan ni si quiera sacarte las lagañas de los ojos, así que peinarme como la gente sería un privilegio. Ahora comprendo por qué Joiner debe usar ese fijador de cemento industrial para su cabello.

La verdad que si extraño un poco mi rutina, eso de ser coqueta fue desde que nací, eso si que es natural en mí. Pero por más de que extrañe los lujos, siento que tampoco quiero volver a casa.

Sí, quiero irme, pero no volver a casa.

Mientras estoy pensando en cosas que probablemente le tendría que estar contando a un psicólogo, o a un psiquiatra, no lo sé. Sigo dando vueltas hasta que me choco con un cuerpo duro y probablemente más grande que yo.

Me alarmo y cuando levanto la mirada pensando en que podría ser el Sargento Calvin Klein, porque esa es su costumbre; llegar sin hacer un ruido y matarme del susto, me doy cuenta de que es Vitto quién me mira serio.

-¿Qué quieres?

-Quiero hablar contigo.

-No tengo ganas de hablar.- frunzo el ceño y doy media vuelta para irme.

Es en vano, porque antes de que haga un paso, él toma mi brazo y me detiene:-Lo siento. A veces tengo muchos prejuicios con la gente.

Me giro a mirarlo y añado:-No sólo eres tú, es la sociedad. Creo que no hay ni una persona que al conocerme no haya pensado que soy como lo que ven en las películas de comedia norteamericana.

-Bueno, ahora sé que me equivoqué. También quiero que sepas que nos dimos cuenta de que tú nos liberaste del castigo.

-¿Fue muy obvio?- pregunto arqueando una ceja.

-Demasiado.-sonríe él.

Nos quedamos unos segundos callados y luego me cuelgo de su cuello dándole un abrazo. Lo tomo por sorpresa, pero luego él me corresponde y me levanta cuál pluma de patito bebé.

-Qué idota eres.- le digo sin soltarlo.

-He extrañado sus maltratos, principessa.

El alma me vuelve al cuerpo al saber que por fin las cosas han quedado saldadas con los dos. Vitto, a pesar de que es un pequeño capullo, es el hermano mayor que nunca tuve ni quise tener y la vida me lo encajó a propósito cuando llegué aquí y a pesar de que lo miré con malos ojos el primer día, era cuestión de horas para que él se volviera el segundo amigo de verdad que pude hacer a lo largo de estos bellos diecinueve años.

Mientras Vitto aún me tiene abrazada, por encima de su hombro puedo ver al Sargento Miller, quién por esas casualidades va pasando mientras acomoda su camisa, y encima de todo eso, mira hacía aquí.

Sé que estamos lejos, pero aún así lo saludo con la mano.

Él sólo mira y luego sigue caminando haciendo caso omiso a mi saludo.

Muy bien, parece que nos hemos levantado de mal humor hoy.

-¿Quieres que vayamos a desayunar?- pregunta dejándome en el suelo.

-Primero quiero ir a ver a Morti, cuando se despierte podré desayunar tranquila.

-Bueno, supongo que me vas a contar qué le pasó, porque no te creo de que fue "sin querer"- cuando dice: Sin querer, trata de hacer voz afeminada, cosa que me da gracia.

-No sé si corresponde que te lo cuente, pero lo haré para que no metas la pata.

Obviamente le cuento la situación de Morti y cómo la encontré en el baño y las cosas que me dijo, me limito a decir sólo eso y a dejar como un secreto entre amigas lo que pasó con Miller. La cuestión es que le dije que necesitaba mucha atención y cariño por parte de nosotros, en cierto modo, creo que sé lo que es sentirte sola y que nadie te brinde el cariño que necesitas en esos momentos.

No he sufrido la muerte de nadie en mi familia. Mis abuelos murieron mucho antes de nacer. Pero sufrí al separación de mis padres a una edad crítica y siendo única hija la cosa no es muy liviana. Se termina juntando todo y creando el pequeño y glamouroso monstruo que ven ahora. No digo que a Morti vaya a pasarle lo mismo, no creo que ella se convierta en yo y ni mucho menos se puede comparar la muerte de alguien que amas con la separación de dos personas completamente egoístas, pero si le demuestras que no está sola y que hay alguien que la va a seguir apoyando, superar esta fase será mucho menos dolorosa que superarla sola.

Vitto queda completamente de acuerdo conmigo y me jura que no halará sobre el tema hasta que ella quiera hacerlo y desahogarse. Así que, terminada la charla, me vuelvo a la barraca y le hecho un vistazo de vuelta. Me siento unos minutos en mi cama, mirándola dormir, hasta que ella de apoco va desperezándose y me mira con cara somnolienta.

-Buenos días, Morticia.

-Buenos días, Hannah.- bosteza.

***

Mientras estamos desayunado, mi mente está en otro lado y mi cuerpo está sentado en la cafetería.

Además de eso, mi mente no sólo está en la estratosfera sino que se dive en dos: uno para seguir pensando en Morti y otro para pensar en por qué el Sargento Miller no me ha mirado ni si quiera para regañarme en lo que va de la mañana.

Lo de ésta mañana fue un pista. Defenitivamente está de mal humor, no mira ni a su padre quién le charla tan animadamente como siempre. Toma su café sin decir una palabra y sin sacar su vista de lo que es la bandeja que tiene.

Tal vez se ha enojado por lo de ayer y porque tuvo que darme su camiseta, pero no creo que sea para tanto mal humor impreso en su cara. De verdad ahora está como el primer día, con esa chispa de viejo cascarrabias que no quiere que le pisen el cesped de su patio delantero.

La hora de preguntarle que le sucede llega después de entrenar con Holt. Realmente es el hombre más odioso que he conocido, es como Joiner pero con un toque Nazista, no lo sé. Es terrible, se la agarra conmigo por cualquier cosa y eso que ya he mejorado bastante en cuanto a los ejercicios y con él ya hemos comenzado los circuitos de combate, en los que creo que me va bien. Cuestión que parece que no le agrado y no tiene piedad conmigo.

Cuando me reúno con Nathan en el lugar de los muñecos para golpear, él ya está ahí parado.

-Hola.-digo alegremente.

Él me mira serio y no contesta. Me da miedo.
-Mira, he traído tu camiseta, lo sien..

-Quédatela, no la necesito.-dice con una voz cortante.





¡Señor, sí, Señor!Where stories live. Discover now