IV - Adjetivos

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Morir no es detenerse, ni sentarse a reposar sobre una piedra

con las manos quebradas alrededor del cuello

y una infladísima mueca que a lo lejos semeja sonreírnos

Los labios quitados del paisaje

Las cuencas desbordando babosas marinas

sintiendo paz negra, putrefacta, feliz

y pensar: qué delicioso erizo, debajo de esta atardecida sombrilla

debajo de un par de ululantes zapatos rojos que cuelgan vueltos girones

clavados a una rama puesta por accidente

en la entraña de ese cráneo asomado con violencia

ya que se suceden ranas, niños, ranas niñas apuntando estatuas y riendo

Los palomos fornidos peleando con las gaviotas

Una madre que se convierte en sal y dona su cuerpo a las encías de los moluscos

No, morir no es así de sencillo, no es quedarse embelesado, ni ser lectura traumática

de quinto de primaria, cuento de terror cobrando dientes, sacando olas

de dónde sólo se sabían sábanas mojadas de agujas

Morir es secamente quedarse a medias, quieto entre remolinos

Presa fácil de garras espantadas, de sombras envolviéndote con sus aletas

es sentir a grietas pánico, soledad enfermiza, como un huevo

o una lengua, o un cigarro, o un machetazo que duerme.


...Ese palo infinito gotea dolor tan puro;

yo por eso me muerdo los pies cuando el mar me alcanza.

Labios sintácticos de manos sintéticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora