Morir no es detenerse, ni sentarse a reposar sobre una piedra
con las manos quebradas alrededor del cuello
y una infladísima mueca que a lo lejos semeja sonreírnos
Los labios quitados del paisaje
Las cuencas desbordando babosas marinas
sintiendo paz negra, putrefacta, feliz
y pensar: qué delicioso erizo, debajo de esta atardecida sombrilla
debajo de un par de ululantes zapatos rojos que cuelgan vueltos girones
clavados a una rama puesta por accidente
en la entraña de ese cráneo asomado con violencia
ya que se suceden ranas, niños, ranas niñas apuntando estatuas y riendo
Los palomos fornidos peleando con las gaviotas
Una madre que se convierte en sal y dona su cuerpo a las encías de los moluscos
No, morir no es así de sencillo, no es quedarse embelesado, ni ser lectura traumática
de quinto de primaria, cuento de terror cobrando dientes, sacando olas
de dónde sólo se sabían sábanas mojadas de agujas
Morir es secamente quedarse a medias, quieto entre remolinos
Presa fácil de garras espantadas, de sombras envolviéndote con sus aletas
es sentir a grietas pánico, soledad enfermiza, como un huevo
o una lengua, o un cigarro, o un machetazo que duerme.
...Ese palo infinito gotea dolor tan puro;
yo por eso me muerdo los pies cuando el mar me alcanza.
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Labios sintácticos de manos sintéticas
PoesíaPoesía ataviada de tristezas que avanza despedazándose. Poesía amorosa que desemboca en imágenes y golpes. Poesía de manos mudas y de miradas narcóticas. Amor y muerte: en torno a estos dos polos gira el paisaje del ser.