Ocho

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¿UNA DISCULPA, O ALGO MÁS?

Lunes, la semana comenzaba de nuevo y Jose no podía sentirse peor. Su domingo se baso en una confusión inmensa, y un debate con el mismo.

Sentía que debía hacer algo para Villalpando, pero no solo pedirle una disculpa, no, Alonso merecía algo mas, algo enorme y que le encantara. Al menos eso era lo que pensaba.

Pero luego volvía a pensar y sentía que podía ser muy exagerado, y que no era para tanto, una disculpa bastaría. O algo grande. O una disculpa. O algo grande. O una disc... Bueno, ya entendieron.

Y ahora se encontraba caminando rápido hacia el instituto, al fin había decidido, y ya era tarde.

Entro y fue directo a su casillero, como siempre. Mouque no se veía por ningún lado, de seguro volvió a quedarse dormido, lo mas probable es que no llegara a la primera clase, o que ni siquiera asistiera.

Suspiro frustrado, su mejor amigo no estaría para ayudarlo, aunque aún quedaban otras dos personas que podrían hacerlo, pero no estaba seguro si estarían enojados con el. Digo, al fin y al cabo son los mejores amigos de Alonso.

Se dirigió al baño para lavarse la cara y espantar un poco el sueño que tenía, sorpresivamente aun no había sonado la campana. Entro a aquel lugar e hizo aquella acción, dio un pequeño brinco cuando la puerta de un cubículo se abrió y dejo ver a una persona salir, Alan.

«Es ahora o nunca José».

Y antes de que Navarro saliera del baño, Jos decidió hacerlo.

— ¡Alan!, eh, no creas que es muy extraño pero, ¿podrías decirme que es lo que mas le gusta a Alón... So?.




(...)




— ¡Alan! Llegas tarde, ¿dónde estabas? —pregunto el rubio una vez que su amigo entrara al salón, este se encogió de hombros.

— En el baño, nada importante, ¿y el maestro? —cuestiono dejando su mochila y sentándose en el lugar junto a su primo.

— No vino, hora libre papuh —contesto Freddy, Alan le dio un golpe en la cabeza— ¡Auch, estupida!

Alonso río y volteo a la esquina del salón, que era donde se encontraba su lugar. La butaca delante de la suya estaba vacía, Jos no había ido, y el ni siquiera lo vio ir a su casillero, sabia que siempre estaba ahí después de que sonara el timbre pero ese día no fue así. Suspiro.

El sábado, después de haber llegado a su casa, los primos Leyva lo visitaron, incluso pasaron ahí la noche. Solo hablaron de tonterías. Hubo un momento en que su hermano Braulio quiso pasar el rato ahí, pero Alonso no le hacia mucho caso.

Y fue ahí, mientras hablaba con sus amigos e ignoraba a su hermano, que se dio cuenta que estaba haciendo lo mismo que Jose, y no tuvo motivo para seguir molesto. Además le debía una disculpa a su hermano.

— ¿Y qué pues Alón?, ¿conseguiste dinero para la película? —pregunto Pacheco después de verlo distraído, el menor bufo.

Desde hace meses el rubio había estado esperando con ansias la nueva entrega de su saga favorita, y unas semanas atrás al fin había estrenado, pero el simplemente no había podido ir a verla.

— Agh, no me lo recuerdes, ¡la película la quitan hoy! ¡Hoy, carajo!. Mamá dijo que no me daría dinero porque se supone que yo tenía, ¡pero lo gaste en las putas muñecas para tu novio! —se exalto.

— ¡A mi que me reclamas! Tu necesitabas el numero, te consiguió el numero, si no te sobro dinero es muy tu pedo —se defendió el Leyva mayor.

— Vaya mierda —se cruzo de brazos, su vista se fijo en el rostro de su morocho amigo, quien intentaba reprimir una risa, mientras sonreía y lo miraba divertido— Ora', ¿qué te pasa?.

— Nada, nada. Tu ignórame, hombre.




(...)




La hora había acabado, y los pocos alumnos que si se habían quedado en el salón salieron al cambio de hora, incluyendo a aquel trio. Alonso se despidió de el par de primos y se encaminó a su casillero, pues la libreta para la próxima clase se encontraba en el y en verdad la necesitaba.

El ojiazul no era muy fan de ir a su casillero ya que este se encontraba un poco lejos de la entrada, de los últimos vaya, por haber llegado nuevo al inicio del año escolar. Solo lo usaba cuando su mochila estaba muy pasada o necesitaba guardar algo.

Una vez ahí guardo aquella libreta, estaba a punto de cerrar el casillero cuando alguien toco su hombro exaltandolo y haciendo que pegara un brinco.

— ¡Perdon!, no era mi intención asustarte —hablo aquella voz de aquel chico que le encantaba. Volteo para mirar de frente a Jos.

— N-no importa, eh, ¿pasa algo? —las palabras de Villalpando comenzaban a trabarse y empezó a jugar con las mangas de su suéter.

Jos nunca lo había buscado, algo malo debió de haber pasado.

O no...

— Y-yo, eh, quería disculparme contigo... No debí ignorarte, o haber quedado contigo si tenía otros planes... Lo siento...

— N-no debes disculpart...

— Si debo, o bueno, al menos así lo quiero, y para compensarte pensé que, tal vez, ¿podrías ir al cine conmigo, saliendo de clases? —alzo un par de boletos, justamente para aquella película que tanto quería ver.

El corazón de Miguel comenzo a latir muy fuerte, no pensó que invitar a alguien al cine le diera tanto miedo, porque eso pensaba que era el motivo por el cual su corazón se acelero y sus manos comenzaron a sudar, miedo.

O al menos eso quería pensar.

— ¡Oh por dios! —tardo unos segundos en reaccionar, y cuando lo hizo, cubrió su boca con sus manos en señal de sorpresa— ¡Si, si, si! —se abalanzó a el y lo abrazo.

La nariz de Canela fue inundada por el dulce aroma de aquel chico, no sabía exactamente a que olía, pero sabia que no lo olvidaría en un rato. Sorprendido, su rostro tomo un ligero color rojizo por aquel abrazo repentino, y sin saber exactamente que hacer, se quedo petrificado.

— No... —el rubio se separó haciendo al pelinegro fruncir el ceño, estaba comenzando a acostumbrarse a la sensación del cabello del otro en su cuello— No puedo ir, no tengo dinero, no podré pagarte.

— Ay, eso no importa, yo te estoy invitando así que yo pago —sonrio, logrando un pequeño sonrojo en las mejillas del pequeño, y una pequeña pero hermosa sonrisa— Entonces... ¿Vamos al cine después de clases?.

Y fue ahí, cuando el brillo en aquellos ojos azules se intensificó, que Jos se dio cuenta del lindo brillo que había siempre en estos cuando los miraba.

— Esta bien Pepe, acepto —ambos sonrieron.

Y tal vez, solo tal vez, aquel apodo ya no le molestaba tanto si venia de aquel rubio.

¡Pepe! - Jalonso VillanelaWhere stories live. Discover now