La Querida. Capitulo 2.

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Capitulo 2:

Esta alto el sol, aunque son casi las 18:00 hrs. Deje de correr como si estuviera en un maratón cuando ya me sentí a salvo, segura estando muy agitada, asustada y agotada por el ancho y polvoriento camino bordeando por siembras de uvas de diversas clases.

Mi corazón bombea con fuerza debido al esfuerzo que tuve que hacer para huir lo mas lejos posible de mi atacante. Me enjugue las lágrimas nacidas de la rabia con el dorso de la mano derecha, y me abrace a mi misma.

Miro a mi alrededor, todo parece tan tranquilo. Solo hay viñas verdes cargadas con racimos de uvas. Tengo sed, mucha sed, ojalá pudiera sacar un racimo dulce y jugoso para que pueda apagar la sed, pero jamás le robaría al hombre al que tanto le debo y al único que admiro y respeto. En realidad jamás le robaría a nadie. Esa enseñanza fue lo único que recuerdo me enseño mi madre antes de que escapara de mi padre en compañía de su amante. 

Ella escapo de mi padre, el cual la maltrataba y le hacia pasar pobreza. Los golpes que él le daba eran cada vez que bebía, cosa que él hacia continuamente.

La comprendo por haber huido de él. Ella huyo para salvar su vida y la perdono por habernos abandonado también a mi hermano y a mi.
Estábamos Alberto y yo muy chicos, a pesar de eso yo la apoyo, aunque la extraño. Me ha hecho mucha falta. Pero ella nos dejo porque la pobre no tuvo mas opción. Yo también quise escapar del infierno que hizo para mi papá al no estar ya mi madre en casa, o también pudiera ser que él me trataba mal porque se la recordaba. Según recuerdo me parezco mucho a ella.

Odio a mi papá, es un hombre ruin y violento. Espero que cuando salga de la cárcel no me busque. Tengo terror de solo pensar que volverá para vengarse de mi.

 No es escusa usar la violencia echándole la culpa al alcohol como siempre hacia. Mi vida a su lado siempre fue un martirio. Por su causa, bajo su dominio vivía todo el tiempo bajo el temor y la culpa. Me repetía briago que seria tan puta, floja, sucia, una mala mujer como mi mamá. Y esas descalificaciones e insultos empeoraron cuando comencé a hacer un cuerpo de mujer, cuando comencé a desarrollarme y ponerme así como estoy ahora.

Mi infierno comenzó a los 15 años.

Puta, puta. Para él yo no me llamaba Emilia, ni Ema, solo puta para acá y puta para allá. Y lo peor fue cuando comenzó a acosarme y manosearme, con toda la intención de forzarme sexualmente. Se metía en la cama que yo ocupaba con Alberto para tocar mis partes intimas, y mis pechos. Frotaba su bragueta en mi trasero, yo huía. Me escapaba de sus garras sucias. Me ocultaba entre medio de las matas de vid, aterrada, y asqueada rezando para que no me encontrará hasta que saliera el sol y se le pasara la borrachera. Pase noches interminables de frío. Acurrucándome como un ovillo entre las matas de uvas. Ese fue tal vez el mayor motivo por el cual él me tomo odio, por no dejarme violar. 

Mi padre comenzó a acusarme de estar encamándome con otros hombres por ahí.
Puta, puta. Quede con ese nombre en vez de Ema.

Mi padre comenzó a pegarme mas seguido y a vigilarme como un marido celoso. No me dejaba salir de la casa, ni hablar con nadie, sino mas golpes me daba, pero yo prefería los golpes a lo otro. Jamás me dejaría violar. Prefería que me muela a golpes. Yo escondía para evitar mas peligro los cuchillos y cosas cortopunzantes como las tijeras para cortar la vid de la casa, además tenía a Alberto. El me ayudaba avisándome cuando veía mucho peligro, hasta se ponía de escudo para que mi papá no me abuse.

Mi hermano me pasaba una cobija y con ella pasaba la noche por entre medio de las plantas de uva, hasta que mi padre volvía a estar sobrio. El no echo nunca a mi hermano de la casa porque le quitaba la plata a mi hermano para beber. Dinero que mi hermano ganaba cosechando en las vendimias y como trabajador de planta, haciendo la mantención de las cosechas junto a los demás hombres de la finca.

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