Lo Prometí

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Los brazos le temblaban y su mente no podía centrarse en otra cosa. Su respiración era agitada y no podía controlar las lágrimas. Tenía miedo, podía verlo en su mirada, y solo estaba buscando refugio.

Thor lo conocía muy bien y sabía a qué se debía aquello: había vuelto a tener pesadillas. El grito de media noche le había dado un gran indicio y la repentina llegada de su hermano a su habitación con ese aspecto se lo confirmaba.

Era muy común que Loki tuviera pesadillas, todo a su alrededor le aterraba, aunque siempre decía lo contrario, sumándole el hecho de que muchos chicos del reino lo molestaban por su aspecto tan escuálido y pequeño. Pero últimamente, las pesadillas se habían hecho más constantes y todo tras la plática que habían tenido con su padre sobre Jotunheim y los Gigantes de Hielo. En ese momento, su padre les había dicho que ambos estaban destinados a ser reyes, pero solo uno lograría ascender al trono. No veía porque aquello pudiera causarle tanto terror a su hermano menor.

— Thor — apenas logró articular, su voz era quebrada y su mandíbula no dejaba de temblar.

El aludido se encontraba recostado en su cama, observando preocupado al moreno, quien se aferraba con fuerza a la larga sabana verde que parecía haber arrastrado desde su habitación, la cual era contigua a la de él.

— ¿Pesadillas? — preguntó mientras se ponía de pie y se situaba a su lado.

Loki solo asintió mientras se alejaba del rubio con algo de vergüenza.

— ¿Qué ocurre? — insistió algo confundido.

Más aun no había terminado de formular la pregunta cuando se arrepintió de aquello. Un olor algo desagradable le inundó las fosas nasales. Observó la sabana del menor y se percató de la pequeña mancha oscura que había en ella. Había mojado la cama.

Thor sonrió en comprensión. Se acercó hasta él y se acomodó a su altura, lo tomó del hombro antes de que volviera a rehuirle y le dio un ligero apretón. Los verdes ojos de Loki se desviaron y su cabeza se agachó.

— Tranquilo, todo estará bien. Nadie lo sabrá — el niño solo asintió débilmente.

Y con esas palabras, lo guió hasta su baño y le preparó agua para que tomara una ducha. Le dio ropa limpia y se escabulló hasta el cuarto del menor, retiró las sabanas sucias, las hizo bola y las llevó hasta donde las criadas lavaban todas las prendas, aun cuando no sabía bien que es lo que hacía, intentó lavarlas y dejarlas lo más secas posible para luego colgaras en algunos de los tendederos que usaban las de servicio. Thor no era alguien que se inclinara a hacer labores del hogar, de hecho, ni siquiera se acomedía a hacer el aseo en su propia recamara, lo veía un tanto humillante que un príncipe como él hiciera labores como aquellos. Pero ante una situación como esa, no dudó en tragarse su orgullo y hacerlo, porque, al fin y al cabo, era por el bienestar de su hermano menor.

Volvió a la recamara de Loki, sacó las sabanas limpias que guardaban en su gran closet y, a como pudo, tendió la cama del menor, sintiéndose orgulloso de su trabajo, el cual, sabía que no volvería a repetirse.

Al llegar a su propia habitación, se encontró con el menudo cuerpo de su hermano, usando ropa que le quedaba más grande, haciéndolo ver aún más pequeño y menudo de lo que era. Sus ojos aun parecían estar vidriosos y sus cabellos eran una maraña de rizos húmedos. A veces olvidaba que Loki había sacado el rizado cabello de su madre, Frigga. No pudo evitar sonreír ante tan conmovedora escena. Tomó la toalla que su hermano había dejado tirada en el suelo —algo que solo le comprobaba lo asustado que estaba, puesto que Loki era en extrema ordenado, a diferencia de él, quien siempre tenía un desorden en donde quiera que estuviera—, junto al inicio de camino de ropa que guiaba hasta la tina. Colocó la ropa sobre su baúl y, con la toalla, comenzó a secar el cabello alborotado del moreno.

Lo PrometíWhere stories live. Discover now