Capítulo 2: Un pequeño chantaje

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Un pequeño chantaje

There are all types of love in this world but never the same love twice

En este mundo hay amor de todo tipo, pero nunca el mismo amor dos veces

-F. Scott Fitzgerald-

Townshend no se atrevía a traspasar la puerta. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había levantado el puño para llamar a la puerta. ¿Cómo podía llegar alguien a ser tan cobarde? Jonah oía movimiento en el interior de la habitación, lo que claramente indicaba que Viviana seguía dentro. Maldita sea, sé un hombre por una vez en tu vida.

Sin molestarse en llamar a la puerta, abrió una rendija y entró en la habitación.

Nada podría haberlo preparado para la visión que se encontró. Viviana fruncía el ceño delante del espejo, manoseando una de las flores del escote de su vestido. Y vaya vestido. Estaba envuelta en una nube de color morado, que abrazaba su figura en todos los lugares correctos, y que ejercía la presión justa sobre su busto, para hacerlo resaltar de una manera enloquecedora. Y su pelo, arreglado en un intrincado recogido, no dejaba un solo cabello fuera de lugar. A no ser que Viviana se exasperara y llevara una mano a su cuello. Entonces un rizo rubio escapó de los confines de alfileres para descansar en la curva del hombro de la muchacha. Quien fuera ese cabello.

Viviana debió percatarse de que ya no estaba sola en la habitación, porque se giró para enfrentar a quien fuera que ella creía que era. Porque obviamente ella no esperaba verlo a él, a juzgar por la expresión asesina que adoptó su cara. Sí, definitivamente esperaba a todo el mundo, menos a él.

-Lo voy a decir solo una vez- avisó Viviana-, o se va en este mismo instante de mi alcoba, o me temo que no saldrá de esta casa para contarlo, milord.

La amenaza debería haberlo asustado, pero no hizo nada parecido. Deslizando su máscara de indiferencia en su lugar, levantó una ceja un poco altanera y se apoyó en el marco de la puerta.

-Usted y yo sabemos, miss Mallory, que usted no movería un dedo si eso significara herirme en algún sentido- Jonah se acercó a ella, ignorando con todas sus fuerzas la punzada de dolor que le atravesó cuando ella retrocedió-. Como también sabemos que usted me seguiría al fin del mundo si yo así se lo pidiera.

Su desafío sirvió para lo que él estaba esperando. A lo largo de su vida había aprendido a lidiar con los diferentes estados de ánimo de esta fierecilla de mujer. Pero la Viviana que se había encontrado al regresar de su elegido destierro no era la misma que había dejado atrás cuando huyó. Esta nueva Viviana, pese a seguir siendo la sombra de la niña rebelde y aventurera que había sido años ha, era ahora una joven refinada, que sabía enmascarar sus emociones tan bien como él mismo. Había intentado tratarla de diferentes maneras desde su reencuentro: frío y distante, desafiante, ignorante ante sus constantes provocaciones; y había encontrado que la única manera de hacer resurgir a la Viviana que él conocía era enfadándola hasta tal punto que no respondiera de sus acciones.

-Serás bastardo...- dos manchas de color rojo comenzaron a formarse en las mejillas de la joven, marca de que lo que el marqués estaba haciendo para enervarla estaba claramente funcionando-. ¡¿Cómo te atreves a pensar tal cosa?! ¡Tú eres el mentiroso! ¡Espera a que mi hermano se dé cuenta de la rata asquerosa y rastrera que ha invitado a su propia casa!

Viviana respiraba entrecortadamente, con cada inhalación el corpiño ceñía más su figura, y a Jonah le estaba costando gran esfuerzo mantener la concentración. Toma respiraciones profundas, no te hará bien si ahora pierdes la cabeza a causa de ese maldito vestido. Escuchando a la única parte de sí mismo que parecía seguir pensando con claridad, Jonah siguió avanzando, hasta que la tuvo arrinconada contra el tocador.

Lord and Lady TownshendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora