Desvió su atención hacia el paisaje de la amplia azotea de aquella edificación donde nos encontrábamos, mientras yo mantenía la mía perdida en la inmensa amplitud del bosque que rodeaba Doukland, cubriéndonos del resto de personas.

Emerson no subía hasta este lugar por las hermosas vistas de la naturaleza, él subía hasta este lugar por apreciar lo que en algún futuro, no muy lejano, destruiría con sus propias manos. La ciudad a kilómetros de distancia, empequeñecida, caótica e hipócrita. Una vez me lo confesó con esas mismas palabras.

Algo que, en vez de causarme temor, me insto a confiar en la persona menos cuerda del lugar.

— ¿A que viniste renacuaja?

— Necesitaba vuestra ayuda... o más bien, un consejo.

Eso captó su interés por sentir como su rostro volvía a girarse y enfocarme nuevamente.

— ¿Por fin serás algo más que un corderito asustadizo?

— Más o menos... Tengo que sobrevivir.

Admití volviendo a enfocarlo antes de sentir como su zurda aterrizaba sobre mi cabeza y despeinaba mi cabello sin importarle el desorden que realizaría en aquel peinado que aún conversaba de la mañana, por las expertas manos de Olivia.

— Ya era hora.

Retiré su mano de mi cabeza al ver el disfrute reflejado en su mirar por simplemente atormentar la perfecta imagen que representaba, por la apariencia que portaba, como si no conociera lo retorcido que aún eran respecto al pequeño tema de lo que representaba para ellos.

Todo eso que tanto odiaban.

Todo aquello que habían prometido destruir con sus propias manos.

Él soltó una seca carcajada, casi como un resoplido antes de volver a darle una calada a aquel cigarrillo y mientras se enfocaba al frente, expulsando el humo con el que jugueteo un rato entre sus labios, aplastar la colilla sobre su pálida piel del antebrazo contrario, esa que mostraba marcas redondas iguales que la que recientemente se había plantado sobre su piel.

— De todas formas, no estarás sola.

Fruncí el ceño confuso ante su repentina frase, alzando mi vista hacia su rostro que observaba con ese sadismo reflectando en sus ojos, como me había quedado absorta en ese accionar que siempre realizaba por simple estimulo masoquista.

Su sonrisa volvió a deslizarse tan sombríamente como aquel monstruo que los niños temen oculto bajo sus camas.

Asegurándose de que la colilla estaba apagada, la tiro sin mirar realmente el lugar donde caería, sin importar que pudieran apreciar el rastro de colillas que su recurrente visita a este lugar formaba en cada recoveco donde se acomodaba para pasar sus momentos de soledad.

Él se limito a inclinarse hacia delante, enfundando sus manos en los bolsillos de su pantalón blanco, dejando su rostro a muy poca distancia del mío.

— Solo espera y verás...

Y sin más a añadir, se volvió a incorporar, girándose sobre sus pies para salir de aquel lugar.

Después de aquel encuentro, me limite a salir del lugar al que esperaba no tener que regresar como en el pasado.

El trayecto en coche fue igual de monótono y silencioso.

Las calles concurridas de personas ajenas a lo que pudiera ocurrir en la vida de aquel que tenía a apenas unos pasos de distancia, siguiendo un ritmo apresurado como las agujas del tiempo.

Todo tenía tanta luz, tanto ajetreo... tanta vida, que me sentía abrumada.

Cansada.

Siempre tan depresiva... deprimente.

MOKSHA: Captive [+21]| EN PROCESO |Where stories live. Discover now