Uno

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El sol se reflejaba sobre las calmadas aguas del lago. Leo y Adriana estaban sentados al borde del muelle mientras escuchaban su música favorita. Ese día se levantaron temprano. Por alguna extraña razón, sentían que debían hacerlo.

—Es un hermoso amanecer —dijo Leo—. ¿No crees?

—Tan hermoso que asusta —respondió Adriana—. ¿Alguna vez has pensado que ese Sol podría comernos en un abrir y cerrar de ojos?

—Sí, una vez leí eso, que puede crecer hasta llegar a devorar la tierra. Pero sólo pasará cuando muera. Y para eso falta mucho, no hay nada de qué preocuparse —dijo Leo, mientras se levantaba.

—Por supuesto que falta mucho —Adriana se quedó pensando un par de segundos—. Aun así, me da miedo pensarlo. ¿A dónde vas?

—Iré a buscar de comer, tengo casi una hora levantado y no he comido nada. Este cuerpo necesita energía.

—Sí, seguro. Ve, te esperaré aquí —dijo Adriana.

—¿No quieres nada? Digo, tal vez necesites energía también.

—No, estoy bien, gracias —sonrió Adriana con amabilidad.

—Bien, vuelvo en nada —dijo Leo.

Leo se alejaba, y Adriana quedó mirando hacia el horizonte. Hacia el sol, hacia lo que nos da vida, hacia lo que nos la puede quitar.

Con todo lo que ha estado pasando, pensó Adriana, no creí que ver un amanecer me haría tan feliz.

Con todo lo que ha estado pasando, pensó Adriana, no creí que ver un amanecer me haría tan feliz

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ErradicaciónWhere stories live. Discover now