Acomodando reglas

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- ¿Donde vas con tanta prisa Román? – Cafiero intentaba alcanzar a su asistente por tercera vez sin éxito, él pequeño hombrecito corría a toda velocidad hasta la entrada del elevador.

-A llegar antes que tú- Ambos hombres vieron la puerta abrir frente a ellos, dejando a la vista a una muy ebria Leticia.

-Que carajos- Cafiero sintió hervir toda su sangre en una milésima de segundo, Román por su parte aprovecho el estado de Shock del más grande para entrar al elevador junto a Leticia.

Rápidamente presiono el botón con Leticia entre sus brazos, así Máximo Cafiero vio las puertas doradas cerrarse en sus narices

- ¡Esta me las va a pagar! Que se ha imaginado, esta es la última vez en la que Román la salvara de una... arggggg- Con toda su furia puesta en el dedo índice, Cafiero presionaba el botón del ascensor, pero este no se abría. Llamo a su secretaria en la planta baja del edificio. Román había puesto un basurero en la puerta impidiendo que esta cerrara y así volviera a subir el bendito aparato.

Diez minutos de adelanto era lo que Román le llevaba a su jefe con la pequeña de sus ojos sentada en el asiento del copiloto.

-Tu padre va a cortar mi cabeza

-No te hará nada, nunca hace nada... solo grita como si el mundo se desmoronara- Los efectos del alcohol eran tan visibles para Román como para todo el resto del universo, entonces él sobre protector padrino de Leticia freno, dio vuelta en U y llego nuevamente al edificio Cafiero.

- ¿Que haces aquí? Maximo está dentro ¡acelera! Román...acelera... viene para acá... ¡Román! ¡Da la vuelta! – El miedo crecía en la voz de la joven parrandera en su auto, pero Román sabía que esto era lo correcto.

Dos meses desde que decidieron venir a vivir a Italia junto a su padre en este preciso edificio, Leticia parece no obedecer nada cuando está en modo de rebeldía. Esta vez fue una negativa de su progenitor para ir a bailar con sus compañeros de clases, lo que desembocó en una pataleta de proporciones épicas. La niña se fue a encerrar a su habitación y según Cafiero, ella permanecía allí, llorqueando, pataleando, gritando barbaridades contra su padre.
Pero jamás imaginó que la niña se había escapado para ir a dar a un bar y terminar borracha y drogada como cualquier chani de la calle.

 Román la apoyaba y cubría en todo. Incluída la vez hace un mes, cuando la pillo en un fumadero de marihuana con una credencial falsa, ya que la niña apenas si tenía los 18 años recién cumplidos y la edad legal para fumar o beber eran 21.
Pero apoyarla no era taparle cada uno de sus deslices, poco a poco dejaron de ser simples travesuras.
Ahora anduvo por media Roma con tragos y sin poder articular bien las palabras. Si no le ponían un parale, esa niña terminaría en un hospital o en una morgue.

-Lo siento Leticia

-Román... no me abandones aquí

-Lo siento querida, pero tu padre debe poner su mano en esto. Sé que ahora me odias, pero pronto entenderás que esto está mal pequeña- Román seco las lágrimas nerviosas de su ahijada

-Tu no entiendes nada Román- En rebeldía total Leticia le pego a la mano de su padrino y amurro sus brazos en un gesto infantil de enojo.

-Si lo entiendo Leticia, lo entiendo mucho más de lo que tú imaginas

- ¿Acaso estas en mis malditos zapatos para entenderme tan bien?

-No estoy en un país diferente, tampoco tengo la muerte de mi madre a pocos meses sobre mis hombros, ni a un hombre como tu padre partiéndose la cabeza para controlarte sin hacer lo que va a hacer ahora y mi niña, quiero que entiendas- Román tomo ambas manos de la niña entre las suyas conteniendola- Te entiendo porque te quiero Leticia y porque te quiero tu padre es quien lidiara contigo hoy.

Tinta RojaWhere stories live. Discover now