Capítulo 1: Teniéndolo todo, no tengo nada

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Capítulo 1: Teniéndolo todo, no tengo nada

Candice White Andley se miro al espejo y lanzo un suspiro de resignación. Su vida transcurría lentamente, a veces sentía que la rutina se apoderaba de sus días. Durante el día se encargaba de las relaciones públicas de las empresas Andley, además gracias a ello pudo empezar una fundación de donaciones y subastas para ayudar a las personas de pocos recursos, hospitales y casas hogar. Gracias al salario y al cheque mensual que recibía mes con mes pudo alquilar un departamento en la ciudad, en él se sentía tranquila puesto que las únicas reglas que seguía eran hechas por ella, sin embargo cuando la tía abuela, Elroy Andley, se entero, la obligo a regresar a la mansión de Chicago, con la eterna cantaleta de que una dama de sociedad no podía vivir sola y por sus propios medios.

Cualquier observador podría llegar a la conclusión de que la vida de la heredera Andley era prospera y satisfactoria. A sus veintitrés años era una hermosa joven, asediada por decenas de prospectos, y no era para menos, rubia, de ojos verdes, rica y con una esbelta figura gracias a sus caminatas diarias, además un carácter decidido y seguro, pero también tierno y caritativo.

Y como en todas las vidas, no todo es perfecto, siempre hay un "pero" y el de Candy era su soledad. Estaba completa e irremediablemente sola.

Después de graduarse del Real Colegio San Pablo y enterarse de que Albert era en realidad el tío abuelo William y su príncipe de la Colina, inicio una relación amorosa con su mejor amigo y mentor, después de dos largos años de expectativas y desencantos decidieron separarse antes de que fuera demasiado tarde y aquellos bellos recuerdos se vieran nublados por tormentas de desilusiones. Sin embargo, Albert evitaba el contacto con la rubia lo más posible y casi siempre estaba de viaje o en las contadas ocasiones que debía intimar con ella, la trataba con diferencia. A pesar de ello, Candy aún sentía amor por Albert y aquel sentimiento le pesaba cuando la realidad le pegaba. Sentía una punzada en el estomago cada que él salía con una nueva mujer, pero no podía reprocharle el que estuviera rehaciendo su vida, algo que para ella era imposible.

No conforme con ello, tenía que convivir con las otras parejas de la familia, Archie y Annie, Patty y Stear. Con la segunda pareja no tenía problemas, por el contrario le gustaba salir con ellos y divertirse sanamente, por el contrario, Archie y Annie cada vez eran más pasionales, en muchas ocasiones los había visto en besos y caricias candentes, a pesar de que estaban en lugares públicos, ellos no perdían la oportunidad para toquetearse. Después de que la pena de Candy llego a su límite, dejo de salir con ellos.

Señorita Candy, el chofer la espera – le dijo su doncella, de pronto regreso de su mundo de pensamientos y recordó que esa noche tenía una reunión muy importante con los miembros de la compañía teatral Stanford porque ellos darían una función para recaudar fondos para una pequeña clínica.

¿Mi abrigo? – le preguntó levantándose.

De inmediato se lo traigo.

Gracias, July – le sonrió a la tímida jovencita encargada de sus necesidades.

La fiesta sería en un elegante hotel de la ciudad de Chicago, no le gustaban ese tipo de reuniones donde se gastaba mucho, cuando el propósito era juntar dinero, pero trataba de guardarse sus comentarios, después de todo ella ya no era la misma niña que salió del Hogar de Pony y fue adoptada por los Leegan, ahora ella era una Andley y debía acoplarse al estatus de la sociedad.

Mientras el auto recorría la ciudad vio a una jovencita vestida de enfermera y comiendo un helado, la tía abuela se hubiera escandalizado de ser ella quien hiciera algo tan vulgar, como solía decir Elisa, Candy pensó que por una vez, después de tantos años de ser una maestra en la etiqueta, le gustaría ser libre, comer un helado, pasear por el campo, trepar un árbol.

Algún día es hoyWhere stories live. Discover now