—¿Quién eres? —le pregunto, comienza a reír como si lo que hubiera dicho fuese una broma. Frunzo mi entrecejo—. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas ayuda? —inquiero al ver con mayor claridad su terrible estado, es como si hubiera estado en un accidente...

«Accidente»

Siento el balde de agua fría caer por mi columna y pronto comienzo a sudar frió, mi boca se seca y mis manos tiemblan ligeramente contra el volante, ligeras y escasas gotas de sudor resbalan de mi frente a mi mejilla hasta caer por mi cuello; todo pasa en cuestión de segundo.

Todo se siente mal y culposo.

El flashback de ese día se impregna en mi mente como exigiendo ser recordo a pesar de todos mis intentos por olvidarlo.  

Reposo mi cabeza en cabecera del asiento, y el hecho de haber un niño desconocido justo frente a mi auto pasa a segundo plano. El aire comienza a faltar cuando imágenes de ese día entra con mayor impacto en mí.

Pudo ver imágenes borrosas de luces rojas de las sirenas de las ambulancias así como de la policía, bomberos y cualquier equipo de rescate, pero eso no es lo que me impacta; lo que me impacta y aterroriza el hecho de ver cuerpos bañados en sangre, autos destrozados por completo debido a un fuerte impacto, y lo peor, lo que parece ser un pequeño niño -ya que su rostro no es perceptible- que está dentro de un auto golpeando con desesperación la puerta del copiloto; el auto se incendia. 

El aire ya no entra a mis pulmones, jalo bocanadas de aire pero no entran, estoy al borde de un ataque de pánico que desde la muerte de mi padre no tenía; por inercia llevo mis manos a mi cuello, abro mis ojos y el niño sigue sonriendo como si disfrutará de lo que sucede, paso de ello pues justamente ahora es lo que menos me importa. Trato de calmar mis nervios llevando mis manos al volante aferrandome con fuerza brutal. Intento calmarme  respirando lenta y profundamente.

Las imágenes siguen impactando en mi cabeza; el niño llora desolado y nadie puede ayudarle, las llamas lo alcanzan y en cuestión de segundos su cuerpo prende en llamas, un grito desgarrador por parte de una adolescente se escucha de fondo erizando mi piel. No logro ver su rostro solo observo como intenta correr hasta llegar al coche, segundos antes de llegar, un camión de carga impacta de lleno contra el auto donde se concontraba el niño. Y nuevamente siento esa impotencia de no poder haber hecho algo más.

Literalmente dejo de respirar por segundos. Una pequeña mano fría toca mi muñeca y salgo de mis pensamientos.

Pronto el aire comienza a circular por mis pulmones haciéndome sentir liberado, jalo intensas bocanadas de aire a la vez que toso.

No se que mierda paso, ni que fue eso pero es lo peor que he sentido en años.

Intento abrir la puerta del auto y para mi sorpresa esta abre sin problema alguno. Me dejo caer al suelo, cierro la puerta del coche y pego mi espalda a la puerta.

«Buena mierda»

La impotencia, el coraje, la frustración, la culpabilidad y todos esos sentimientos que hace mucho plante en mi interior para que lentamente no me destruyeran; surgen a flote aniquilandome por completo.

Llevo una a de mis manos a la cabeza y tiro de mis cabellos con fuerza, para solo segundos después volverlos a tomar y estampar mi nuca contra la puerta. 

Saco de mi pantalón un cigarro de marihuana; no dudo ni un segundo en encenderlo y llevarlo a mis labios.

Joder, que necesito esto.

Cierro mis ojos y me dejo llevar por el alivio de sentirme en el presente y no en el pasado; odio el recordar.

Odio el tener que un día ver a Katherine a los ojos y decirle la verdad; odiaré cada parte de mi ser una vez más... como ella también lo hará.

Medio kilómetro de distanciaWhere stories live. Discover now