- Sí. – Respondió el pelinegro algo extrañado al ver aquel hombre aparecer de la nada frente a él.
- ¿Cansado de estar encerrado en una casa con olor a patas? ¡No te preocupes! ¡Yo! ¡Yorke! ¡Tú hado madrino tengo la solución! ¡Te concederé un deseo por sólo una canasta de frutas! –
- Deja de hablar como si estuvieras vendiendo un producto por televisión, además, si realmente fueses mi hado madrino... O lo que mierda seas... ¿No crees que debería ser gratis? –
- Lo acabo de tomar de tu cocina, así que acepta, pide lo que quieras antes de que me acusen por robo ¿Entiendes maldita rata de alcantarilla con olor a patas? –
Al escuchar el comentario, Tatsuhisa se cruzó de brazos y le respondió: - Sácame de este maldito infierno entonces. –
- Demasiado irreverente. – Dijo Yorke agitando suavemente una brocha de pintura. – Mejor, ve al baile, diviértete esta noche, lo tienes muy bien merecido. – Mágicamente, Tatsuhisa vistió un hermoso traje color azul celeste, su barba desapareció y aparecieron en sus pies un par de perfectos zapatos blancos. – La magia desaparecerá a media noche así que... -
- Sí, sí, lo que digas, ya se me ese cuento de memoria. – Dijo el pelinegro mientras corría lo más rápido que pudo hacía el castillo.
- ¡Tu carroza idiota! – Gritó Yorke en vano, ya que el pelinegro estaba muy, pero muy lejos de él. – Ay, esta juventud de ahora... ¡Corre demasiado rápido! Espero no ensucie el traje que fue alquilado. –
El baile estaba lleno de personas, mujeres de todas las edades, algunas de ellas acompañadas de su esposo, novio, etc.
Todas y cada una de ellas esperaba que aquella persona sentada en el trono se levantará para bailar.
Él estaba ahí, lo suficientemente aburrido como para no hablar con nadie, su porte era tan hermoso que parecía brillar más que miles de estrellas, su largo y sedoso cabello castaño caía suavemente sobre sus finos y delicados rasgos; el príncipe, era, sin duda, el sueño imposible de la noche.
- Esta fiesta apesta. – Pensó el príncipe Mamoru, después de rechazar la invitación de una chica (Aoi, para ser exactos) a salir a bailar.
Pasaron un par de minutos, y fue entonces, cuando Mamoru comenzó a sentir que la fiesta realmente tenía sentido; sus ojos postraron toda su atención en el nuevo y desconocido invitado que acababa de cruzar la puerta.
- Pero que tenemos aquí. – Susurró, levantándose del asiento y dirigiéndose hacia aquel chico de traje celeste.
- ¿Dónde mierda guardan el alcohol en este lugar? – Pensó Tatsuhisa mirando de un lado a otro en busca de la barra libre.
- ¿Puedo ayudarte? – Le preguntó Mamoru lleno de nerviosismo jugando inocentemente con sus dedos.
- Por ahora no gracias. – Respondió Tatsuhisa ignorándolo.
- ¿Eres nuevo en el reino? Nunca te había visto. –
- Más o menos... - Le respondió. – No hay alcohol por aquí maldita sea. – Y susurró.
- ¿Te gustaría bailar un rato? – Le preguntó el príncipe, extendiéndole su mano derecha.
Tatsuhisa miró a la persona que le estaba hablando, y al admirar la belleza y sinceridad que el príncipe emanaba, cayó por completo ante él; su rostro se tornó de un ligero carmesí al observar el gesto y la invitación de Mamoru.
El pelinegro aceptó la invitación, y ambos bailaron un momento por algunas partes del castillo, al ritmo de una hermosa melodía que obligaba a tomarse de las manos y cinturas, manteniéndose juntos. Hasta que en algún punto de la fiesta, se alejaron de la multitud para salir a admirar un momento el cielo nocturno que les ofrecía la naturaleza aquel día en el balcón de la habitación real.
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The Only Exception - Cuento
Fanfiction¿Realmente vale la pena creer en los cuentos de hadas? No siempre hay un hada madrina ahí Tampoco una calabaza como carroza Y mucho menos la zapatilla en la escalera del castillo. A veces, los cuentos de hadas le aparecen a quien menos te lo esperas...
The Only Exception.
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