Capítulo 4: Instituto

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— Yoongi, no pienso celebrar nada hoy, pero si es que celebran la nueva relación del chico este, me llamas, ¿quieres?

El otro asintió con la cabeza, mientras se reía como si todo marchase perfecto y se volvía con los demás. Había sido un día de mierda. No había tenido suficiente con amanecer esa misma mañana con el cuerpo molido sin la rubia con la que se había echado el polvo, sino que ahora se encontraba con que el imbécil de Namjoon... ¡quería empezar una relación formal! Se carcajeó un tanto, metiéndose en su deportivo y encendiendo la radio a todo volumen. Si quería tirársela, simplemente era cuestión de invitarle un trago o flirtear unos cuarenta segundos, pero intentar tener una relación con ella, ¡era una verdadera putada!

—Y quién sabe si yo ya me he follado a la tal Choo Hee y no recuerdo – comentó, soltando otra carcajada, mientras expulsaba el humo de su cigarrillo.

Había sido una pésima idea visitar el instituto. Simplemente debió colarse en algún pub y madrugar ahí, así como acostumbraba a hacerlo casi todos los días. Se toqueteó el labio, girando el auto hacia la izquierda, mientras miraba el reloj de reojo y pensaba si aún tenía tiempo como para meterse en el pub de siempre. Quizá, luego de ir a su puta casa y tragarse todo lo que haya en la cocina, podía ir satisfecho a buscar bebida y sexo.

Oh, joder, bebida y sexo.

Estacionó el vehículo de golpe frente a la enorme mansión y se metió enseguida en su sala, encontrándose con las luces encendidas y una soledad endemoniada encima. Tampoco había nadie en la cocina y mucho menos en los pasadizos, ¿dónde carajos estaban todos? Pateó una lata que se atravesó en su camino y quiso dar algunos pasos más, pero algo se lanzó con fuerza sobre su cuerpo, cayendo sobre él de inmediato.

— ¡Por mi putísima tía! – exclamó, dando manotazos violentos en el aire y sacando el peso de su cuerpo - ¡¿Qué es esto?!

El peso extraño cayó de golpe sobre el suelo, soltando un resonante maullido. Jungkook ladeó la cabeza con los ojos incrédulos y asqueados sobre el suelo. Peludo, amarillo, con una larga cola y bigotes en la boca. ¡Había un maldito bicho en su casa!

—Mira lo que has hecho con mi camiseta, pequeña mierda, ¿acaso tú la vas a pagar, eh? – soltó, sacudiéndose la camisa a cuadros abierta sobre su camiseta blanca - ¡Hasta mis pantalones los has estropeado, imbécil! ¿Quién te ha traído acá? Ahora mismo vas a ver lo que le sucede a los bichos que se meten conmigo...

Se apresuró a intentar mandarle una patada, pero su teléfono vibró en su bolsillo y no le quedó más remedio que responder y apuntar con el dedo índice al animal, que continuaba maullando y moviendo la cola. Puto gato de alcantarilla. Le sorprendió escuchar una patética voz, que aseguraba ser la pelinegra que se había acostado con él la noche anterior.

< ¿Ah, eras tú? Escúchame, preciosa, no quiero verte de nuevo. Hoy amanecí con el cuerpo fusilado en tu cama, ¿tienes idea del porqué?>

Chasqueó los dedos con brusquedad, gruñendo hacia el bicho enorme que aún continuaba frente a sus ojos, mostrándole sus filudos dientes. Presionó el móvil contra su oído.

<Entonces, ¿me golpeé con un idiota que metió su carro antes que el mío? Ah, yo que pensé que eras una sadomasoquista que me había violado salvajemente>

Se inclinó, recogió la lata y la lanzó con toda su rabia contra el animal, enseñándole el dedo medio, como si este le entendiera. Apenas lo alcanzase, lo iba a destripar.

<No estoy bromeando, zorrita, pensé que te gustaba jugar con el látigo sobre mi espalda, que te gustaba jugar duro, pero ya que dices que no fue así, te creo, preciosa>

Inocencia Pasional. «KookV»Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt