» 1.

31 2 2
                                    




Una mala costumbre.

2015.

Denver, US.

Cuando Iris se marchó ocho años atrás desee no tenerlo que hacer yo también. Fui apegada, o mejor dicho, aferrada a mis padres, a mi familia en general mientras pasaba por mi adolescencia. Imagine que nunca tendría que irme, pensé que no sería necesario y en verdad quise que así fuera. Siempre me dio miedo entrar al mundo, e imagine que si siempre me quedaba con mi familia segura y cómoda, nunca tendría que enfrentar el suplicio que es entrar al mundo adulto.
Pero tuve que hacerlo porque de un momento a otro ya estaba estudiando para conseguir una beca en una de las universidades más buenas y exigentes de (), porque ahora sí quería irme y bien lejos. Cuando cumplí los dieciséis, justo en mi año más vulnerable, los pequeños problemas en casa se convirtieron en una cosa enorme que no era posible de ocultarse tras una sábana. Sentí odio por mis padres porque, de acuerdo con mi juicio estaban siendo egoístas al arrastrarme con ellos, sentí tristeza alternada, primero por mi padre porque creí entenderlo y luego por mi madre porque mi lado feminista ganaba y luego por ambos, porque mi amor por ellos es enrome. Entonces, después de aquellos sentimientos encontrados y mal utilizados, me deprimí y aislé porque pensé que estar en silencio era lo correcto, porque pensé que si no me veían, no notarían lo lastimada que me encontraba.
Conforme sume dos años a mi edad, entré en una fase de entendimiento y comprendí que, sí, amaba a mis padres pero que si seguía preocupándome más por ellos que por mí, terminaría para siempre aferrando me a lo seguro y nunca progresaría.
Y entonces comencé a explotarme la cabeza, libro tras libro, exámenes tras exámenes, desvelada tras desvelada hasta que por fin, llegó el día del examen definitivo y lo pase con un sobresaliente. Tal vez no soy una cerebrito, y tal vez no haga la cura para la enfermedad más mortal para la humanidad pero, tenía lo mío y una memoria poderosa.

Fue así como llegué a la universidad de Portland. Donde ilusamente, creí que sería sencillo continuar con mi travesía incompleta. Claro estaba que me equivocaba.

Gracias a mis ahorros y los de mis padres (y una cuanta limosna de mis tíos) me permití rentar un departamento de cuatro sencillas paredes y dos miserables cuartos, uno; el baño con una regadera tapada y un inodoro sin palanca y dos; el dormitorio/sala/comedor/cocina que tenía suficiente espacio para una mesa, un colchón individual y una estufa. Y en el edificio, en la parte trasera se hallaba la lavadora y lavadero donde lavaría la vajilla y mi ropa interior. Era un asco pero era un lujo que no estaba dispuesta a desperdiciar.

Mi primer día en la universidad, fue un completo desastre y algo de lo que no quiero hablar, por lo tanto me limitare a contar lo único bueno que le paso a mi día. Kenna Lauren. Melena azabache, enchocolatados ojos, piel pálida y labios carmines. Fácil podría ser una chica atractiva y codiciada en todo el centro universitario, pero no, simplemente era Kenna Lauren, mi mejor amiga. Yo me perdí entrando a la facultad de lenguas cuando la mía era periodismo, así que me atreví a preguntarle a un chico de anteojos donde era que se encontraba mi maldito edificio pero él muy infeliz me ignoro y huyo, sin embargo Kenna amablemente me hizo llegar a mi destino. No le pude agradecer porque iba tarde y no quería seguirle la corriente a mi mala suerte aquel día, así que deje aquel agradecimiento suspendido en el aire, como en pausa para otra ocasión. Pero presione Play en el momento equivocado. Iba camino a mi micro hogar cuando cuadras adelante se escucho un grito despavorido femenino. Tal fue el grito que me hizo estremecer, al instante no supe que hacer, ese grito me había dejado paralizada y fría, ¿qué tal que estaban asesinando alguien? Pero no, fue menos grave pero no menos doloroso.
De pronto de un callejón sale una Kenna corriendo aterrada de algo, o alguien que la perseguía.
Al momento en que sus ojos se posaron en mí vi como una esperanza brillante se instalaba en sus ojos, ¿qué podía hacer yo? ¿pedirle que se largara como hacia Dora la exploradora al zorro ladrón? No sabía porque pero una corazonada decía que aquello ni de broma funcionaría. Seguido de ella, sale un sujeto acelerado con sangre en la boca y una mueca de enojo en el rostro buscando como diablo a la morena.
Me puse rígida al notar que Kenna llevaba la falda más que levantada y la boca hinchada. Mi mente hizo cuentas y me vi obligada a hacer algo, por muy improvisado y tonto que fuera. Y lo hice.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Feb 20, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

con los oídos te vi y con los ojos te escuche.Where stories live. Discover now