El llamado

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[Aang]

El Avatar despertó con un dolor en el pecho. Katara, a su lado, dormía profundamente. La chica se removió y abrió los ojos levemente al sentir como su esposo se incorporaba en la cama.

—Mmmm—murmuró Katara, al verlo despierto—. ¿Aang...?

—Vuelve a dormir, cariño—el Avatar le apartó el cabello del rostro con cariño y con la otra mano le acaricio el vientre hinchado, esperando sentir a su hijo en él, pero no percibió nada. Aquel bebé era más tranquilo que los otros—. No pasa nada.

Katara asintió y volvió a cerrar sus hermosos ojos azules para seguir durmiendo. Aang apartó las mantas y dejo la cama. Aquella punzada en el pecho lo preocupo. Necesitaba saber que todo estaba en orden.

El Templo entero estaba en silencio; era una noche calmada. Aang recorrió los pasillos hasta llegar a la habitación de Bumi, muy cerca de la suya.

Encontró al niño durmiendo profundamente. Tenía siete años y era muy inquieto para su edad. Aang no podía evitar verlo y pensar en Sokka. Ambos eran muy parecidos, tanto física como mentalmente. Tenía la piel oscura y el cabello revuelto, con ojos azul grisáceo. Era el guerrero de la familia, siempre buscando aventuras y problemas.

El Avatar se sintió complacido de ver que estaba bien. Sus hijos y esposa eran su principal preocupación. Lo hacía feliz pensar que sus pequeños nunca conocerían la guerra o el miedo. Aang había terminando con eso al derrotar al Señor del Fuego, había construido un mejor futuro.

Aang beso a su hijo en la mejilla y lo arropó con las mantas para que no pasara frío. Dejo su habitación y siguió por el pasillo en silencio.

La siguiente puerta daba a la habitación de Kya, su pequeña hija de dos años. Sin embargo, su sorpresa fue no encontrarla en la cama. Las cortinas estaban corridas y las mantas revueltas. Kya siempre solía dejar la habitación por las noches cuando tenía pesadillas, pero normalmente iba a buscar refugio en la cama de sus padres o junto a su hermano mayor.

¿Donde podía estar su pequeña?

Dejo la habitación y fue en busca de Kya. El primer lugar que vino a su mente fue la playa. Por alguna razón algo le decía que ahí iba a estar.

En el exterior, al levantar la vista se dio cuenta que esa noche había luna llena. Quizás era por eso que había despertado con un dolor en el pecho. Tal vez Yue lo estaba llamando.

Al llegar a su destino, encontró una pequeña forma sentada sobre la arena, mirando fijamente el mar que se extendía en la distancia.

Aang se acercó en silencio, sin producir ningún ruido.

—Cariño—le llamo Aang. Kya se sobresaltó al escucharlo y se giro para verlo. Ella se parecía mucho a su madre; tenía el rizado cabello castaño, la piel oscura y los ojos de un intenso color azul. La primera vez que Aang la había visto, cuando la sostuvo en su brazos no podía creer lo hermosa y pequeña que era. El Avatar le dedicó una sonrisa amable—. ¿Puedo acompañarte?

Kya asintió y él se sentó a su lado. El viento marino soplo, provocando que la niña se estremeciera. Su padre la rodeó con su brazo y acercó su frágil cuerpo hacia el suyo, para darle calor. Ella estaba temblando.

—¿Que haces despierta?—intentó saber Aang. Uso una voz suave y relajada, esperando que confiara en él.

—Sentí que la luna me llamaba—murmuró su hija, con inseguridad en su dulce voz infantil. Aang asintió.

—Yo también lo sentí—Aang suspiró profundamente—. ¿Sabes? Yo conocí al espíritu de la luna.

—La princesa Yue—dijo Kya, clavando sus ojos azules en los de Aang. Ella era muy lista, más que Bumi incluso. Le encantaba escuchar historias, sobre todo aquellas que incluían al Equipo Avatar—. El tío Sokka me lo dijo.

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