La mujer de la niebla

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Buscador de historias que a estas páginas te asomas tratando de encontrar alguna cosa que merezca tu atención, abre bien los ojos pues lo que pretendo contarte te asombrará y te sobrecogerá; pero antes piensa bien lo que vas a hacer pues si te adentras en la lectura, no podrás escapar de ella...


La mujer de la niebla


Este suceso acaeció en un feudo del medioevo en una época en la que se creía en demonios, dragones y bestias de otros mundos. Una época en la que la brujería estaba en la orden del día.

En esos tiempos la familia González Araya surcaba los campos de Castilla llevando adónde quiera que fuera el honor y la nobleza de su estirpe. Su riqueza era conocida en todo el reino y el rey los tenía en gran estima. Eran guerreros natos y conquistadores en lo necesario...

Y te preguntarás: Si eran tan famosos, ¿por qué nunca he oído hablar de ellos?

La respuesta es muy simple. En el pasado tuvo lugar un extraño y fatídico suceso que borraría su nombre del mapa para siempre. Me gustaría dejarte con la intriga y hacerte investigar para saciar tu curiosidad, pero voy a olvidarme de eso. Yo conozco la historia porque una bruja me la contó hace tiempo en una noche de Aquelarre a la luz de la hoguera. Y ahora te la voy a contar a ti.

Esta es su historia...

Cinco eran en la familia; los señores y sus tres hijos.

La mujer quedó embarazada de nuevo y todos daban por hecho que sería un niño, un varón fuerte y sano como sus hermanos. Sin embargo no fue así...

Era una fría noche de invierno en la que la niebla lo cubría todo, consumiendo hasta el más pequeño resto de actividad bajo su velo blanco. Fuera de la habitación todos esperaban expectantes que la matrona saliera. Y así fue. La mujer salió con un bebé entre sus brazos y se lo dio al señor. Este miraba fascinado a su hija, una pequeña de tez pálida y mejillas sonrosadas. Sus intensos ojos azules intentaban verlo todo y su cabello era apenas una pelusilla morena. Era una niña preciosa. La llamaron Laura, en honor a su abuela materna.

Los años pasaron y Laura fue creciendo sin el calor de su madre, fallecida en el parto, haciéndose más hermosa día tras día bajo las atónitas miradas de sus hermanos, pero también más fría y distante.

Al contrario que el resto de las chicas de su edad, quienes deseaban que llegase la primavera para ir al campo a buscar flores, Laura prefería los fríos días de invierno en los que salía a pasear, a observar la bruma cubriendo el lecho del río. Le encantaban los días de nieve en los que ningún alma se atrevía a pasearse por el campo. Ningún alma, salvo ella. Esos eran los momentos en los que podía estar sola, sentarse en la blancura de la nieve y pensar.

Con el tiempo Laura dejó de ser una niña para ser una mujer. Y alcanzada la mayoría de edad llegó el momento de casarla.

Este hecho no agradaba para nada a la joven, pues pensaba que el matrimonio no era más que una pérdida de tiempo, la manera que un padre tenía de liberarse de sus hijas. Pero algo hizo que cambiara de opinión...

Un día conoció a un joven caballero que cabalgaba entre las brumas. Su brillante armadura iba llenándose poco a poco de copos de nieve que resbalaban convirtiéndose en agua. Su figura le pareció tan imponente y regia que quedó prendada de ella. El caballero también se percató de su presencia y fue a su encuentro quitándose el yelmo y descubriendo, ante los ojos de Laura, su rostro joven y apuesto.

Relatos y cuentosWhere stories live. Discover now