Capítulo 4

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Dejo que las burbujas con olor a flores me reconforten. No voy a pensar en ese engreído.

Cierro los ojos e intento dejar la mente en blanco, pero la sonrisa de Andrew se apodera de mi cabeza, justo la de después de que los guardias empezarán a acercarse. La media sonrisa que me dedica da miedo, no me gusta.

Suelto todo el aire de los pulmones y me hundo en la bañera. Bajo el agua abro los ojos pero las pompas que danzan en la superficie no me dejan ver nada.

Salgo de la bañera y me pongo el albornoz. Suave y esponjoso. Podría estar todo el día con él puesto en lugar de los incómodos vestidos.

—Nosotras podríamos haberla bañado, Alteza.

La más joven de las nuevas doncellas corre hacia mí con el secador en la mano.

— Llámame Katherine.

—No podría...

Antes de que pueda coger el cepillo para el pelo, se ha adelantado y comienza a cepillarlo ella con un cuidado extremo. Ni que mi pelo fuera de cristal.

Noah tiende sobre la cama un vestido más sobrio, para la cena. Es verde con escote en pico. Las mangas cubren hasta los codos y una cinta rodea la cintura. En lugar de atarlo formando un lazo, dejo que cuelgue por la parte trasera hasta casi tocar el suelo.

—Noah ¿Dónde sirven la cena?

Me preocupa pasearme por palacio como pollo sin cabeza. No sé donde está nada y nadie ha venido para guiarme o hacerme el cambio algo más fácil.

— Yo la llevaré hasta allí, no se preocupe.

¿Por qué ella si sabe dónde está y yo no? No puedo evitar lanzarle una mirada de reproche que no se merece.

Cuándo terminan de prepararme, Noah me guía a través de los pasillos. Este palacio es mucho más grande que el mío... O el que era el mío. Las paredes están adornadas con enormes cuadros que representan distintas escenas. Personas disfrutando de un pic nic en el campo, un grupo de hombres montando a caballo con escopetas en la mano, un niño pequeño balanceándose en un columpio. El resto son todos retratos.

Solo saco en claro que el rey Maximilian tiene que mostrar su poder siendo ostentoso. Mi madre no era así. Ella amaba la belleza de la sencillez. Nunca tuvo doncellas que se encargarán de vestirla o bañarla, ni dio grandes fiestas, ni llenó el palacio de oro y diamantes.

A veces me gustaría ser más como ella. Tener ese carácter dulce e indulgente que la caracterizaba. No se creía mejor que nadie, pero cuando tenía que demostrar que tampoco era peor, lo hacía.

Noah se para delante de una enorme puerta de roble. Sin que tenga que decir nada, hace un leve movimiento con la cabeza y vuelve sobre sus pasos.

Levanto la barbilla tal y como me enseño mi madre cuando tenía que parecer segura de mi misma, pero a mí me daba miedo que todo el mundo me mirara.

Entro en un comedor en el que solo hay una mesa en el centro adornada con flores y candelabros con las velas encendidas. Las luces que recorren todas las paredes están a media intensidad ¿Es aquí costumbre cenar en penumbra?

Todavía no ha llegado nadie y como no quiero ser descortés o que por equivocación me siente en el sitio del rey, espero de pie junto a la mesa.

Por la puerta entra un guardia que camina a paso ligero.

— Buenas noches Alteza. Esto es para usted.

Me tiende un sobre y se va.

Es una carta de la reina. Se disculpa porque ella y su marido no cenarán con nosotros. Cree que es mejor dejarnos algo de intimidad a Andrew y a mí para que podamos charlar un poco más. También insinúa que nuestra cita ha sido algo corta.

Un Príncipe Por Contrato © [DISPONIBLE EN AMAZON ]Where stories live. Discover now