Se acerca con intención de pegarme, pero logro parar su golpe con un pequeño movimiento de muñeca. Llevo años peleándome a golpes con tío, en una ocasión incluso con navajas. Su torpe movimiento para mí es un juego, incluso una caricia. Frunce el ceño y se separa confundido. Sonrío con chulería y encojo mis hombros.

 -          Si no te doy una paliza es por Saray, nada más.

-          Un día ella y tú lo dejaréis. Entonces yo reiré.

-          Ya veremos…

Le doy la espalda y busco a Saray y sus demás amigos. Escucho como Kevin va detrás de mí, pero sin hacer nada raro. Guardo las manos en los bolsillos con total tranquilidad hasta que la encuentro. Está sentada en el suelo junto a Paula, Núria, Lucía y Adrià.

Al vernos, gritan en señal de saludo y ríen. Fijo mi mirada en Saray y sonríe con dulzura para luego hablar.

 -          ¿Dónde os habéis metido? A saber que estabais haciendo los dos solos…

-          Nada raro, monada – respondo divertido – somos idiotas y nos hemos perdido.

-          Si lo de idiotas se nota a kilómetros – ríe Adrià.

Asiento riendo y me siento al lado de Saray, pasando mi brazo por su cintura y dándole un pequeño beso en la cabeza. Noto como Kevin nos mira durante unos segundos, luego se sienta con Paula.

 -          Madre mía, que sola estoy – se queja esta al vernos a los dos – Kevin, tú y yo un día les daremos ejemplo a ellos – ríe.

-          ¡Me gustaría veros juntos! seríais muy monos – dice Saray guiñándole disimuladamente un ojo a Kevin.

-          No digas tonterías, anda – responde Paula.

Sonrío con suficiencia cuando Kevin suspira mirando a un lado. Que se joda por cabrón. Aprieto a Saray hacia mí y sonríe, pasando su brazo por mi espalda.

 -          Oye Mikel, este sábado salimos todos por la noche, ¿te apuntas? – comenta Adrià.

-          Que va, ya quedé con amigos, en otra ocasión por supuesto que voy.

-          ¡Pues en otra ocasión!

Chocamos los cinco y conversamos animadamente. Finalmente el grupo se divide en chicas y chicos, cada uno hablando de lo suyo. Curiosamente, Kevin se ha comportado como si nada hubiese pasado entre nosotras anteriormente. A mi me cuesta más trabajo disimular el odio que en unos minutos he creado hacia él, pero lo intento.

 * * * 

La esplendida tarde que he pasado ha acabado tristemente. Camino cogido de la mano de Saray, yendo juntos a su casa. Hablamos de todo un poco, y ella me cuenta lo sucedido esta mañana en su instituto. Al parecer, mi consuelo la hace sonreír un poco, pero no me trago que esté bien. Molesta que un montón de cotillas te acosen por tal de saber un poco de tu vida personal. La abrazo antes de llegar a la puerta de su casa y me da un suave beso en los labios.

 -          En serio, pasa de esos capullos.

-          Lo hago, tranquilo…

-          Sary, no…

-          Que si, de verdad que lo hago – me da otro beso - ¿Quieres pasar? Y no mal pienses.

-          Estarán tus padres y paso de que me corten los huevos.

Ríe y me despeina a propósito. Acaricio su mejilla con dulzura.

 -          Da igual, te conocen durante unos segundos y asunto zanjado.

Sin querer, recuerdo las palabras de Kevin horas atrás: ‘’ Parecéis una pareja seria. Tú conociendo a los amigos de Saray, solo falta sus padres’’.

Me muerdo el labio y me separo de ella con demasiada rapidez, lo que hace que se asuste y me lance una mirada de ‘’¿Hice algo malo?’’.

Una sensación extraña recorre cada parte interna de mi cuerpo, pero no sé lo que es. En verdad aun no hemos quedado como pareja seria, solo nos estamos dando una oportunidad, nada más.

La miro sin saber que contestar e intento adoptar de nuevo mi expresión de chico duro.

 -          No puedo, tengo prisas. Debo ir a casa, me gustaría ser por un día un buen hijo.

-         Ah… bueno, otra vez será – responde con cautela.

-          Claro, tampoco te librarás de mí tan fácilmente.

-          Me di cuenta al principio de conocerte.

La abrazo durante unos largos segundos y finalmente me separo de ella, no si antes darle un beso más largo y fogoso que el abrazo. Me lo sigue más animada y al separarme la veo sonreír. Su sonrisa provoca inconscientemente la mía.

 -          Hasta otro día, motero-malote azul.

-          ¡Tenías que decirlo!

Le saco la lengua y me voy, maldiciendo mentalmente no haberme llevado la moto, puesto que ahora tendré que andar como un pringado. 

No te alejes de mi.Where stories live. Discover now