28. Tres sobres de azúcar

Depuis le début
                                    

Abro mi bandeja de mensajes y no hay ninguno de ella.

— Maritza siempre ha estado ahí para ti, inclusive cuando eras un crio todo idiota y capullo... en las buenas y en las peores siempre se quedo.

Asiento en silencio dándole paso a seguir.

— Conoce tus demonios, conoce los míos, los de Sam, los de tu familia, los de la mía, los de todos... esa chica siempre estuvo para nosotros dándonoslo todo, siendo nuestro respaldo incondicional cuando de una manera u otra jamás supimos agradecerle por tanto y disculparnos por tampoco—carraspea haciendo una breve pausa—. Por eso te pido que escojas a Katherine...

Ladeo hacia él y lo miro confundido, porque de verdad lo estoy.

No comprendo por qué me dice tal cosa y después me dice que me quede con Katherine.

— Explícate—pido.

Saca un cigarrillo, lo enciende llevándose a boca.

— Maritza no es tan fuerte como Katherine—dice mientras exhala el humo—, Maritza es frágil, débil y con un millón de expectativas rosas del mundo, es una cenicienta que necesita un príncipe azul. 

— Katherine, por su parte, es toda una fiona, una princesa que se vale por sí misma y capaz de cortarle las pelotas a cualquier que se le ponga enfrente—suspira—, es perfecta para ti.

Bebo de mi cerveza sin siquiera responderle, y es que no hay necesidad, todo lo que dijo es cierto.

Katherine es muy diferente a Maritza, inclusive muy diferente al tipo de mujeres de las cuales estoy acostumbrado estar.

Y creo que eso mismo es lo que me hace sentirme atraído a ella.

Tomo un cigarrillo de mi mesita de noche y lo enciendo llevándomelo a los labios e inhalando.

— ¿Desde cuanto te gusta Katherine?—le pregunto. Observo la pared que tengo justo enfrente de mí, mantengo mi vista ahí mientras escucho con mi amigo se ahoga con el fumo de su propio cigarro—. ¿Qué? ¿Creíste que no me iba a dar cuenta?

Carraspea.

— ¿De dónde sacas tal cosa?

Me paro de la cama y lo miro fijamente. Luca siempre ha sido muy cercano a mí y sabe de lo que soy capaz de hacer, pero también que jamás le haría algo a él, por ese mismo motivo no me baja la mirada y la mantiene igual de firme.

— ¿Desde cuanto?—vuelvo a preguntarle alzando la voz.

Se pone de pie.

— Sabes que jamás haría algo si sé que tu y ella están juntos.

— Que bueno que lo sepas Luca—le informo—, no quiero patearte el culo.

Salgo de la habitación y camino hasta la sala de estar.

Una de las peores cosas que puede hacer Luca y Sam es meterse con Maritza o Katherine, es más que obvio que soy territorio prohibido incluso para sus pensamientos más recónditos.

Al llegar a la sala me encuentro con Sam que está dormido en uno de mis sillones mientras que Heissen está cabeceando en el sillón de ha lado a punto de quedarse dormido.

Apagado el reproductor de música que estos dos tarados no pudieron hacer y avanzo hasta Heissen.

— ¡Dale, hermano!—le doy unas cuantas palmadas en su hombro pero no responde—. Arriba, que voy a dejarte a tu hogar.

Asiente con su cabeza pero estoy seguro ni siquiera escucha lo que le digo.

Suspiro frustrado.

Lo jalo del brazo y como puedo lo pongo de pie, se tambalea un par de veces y vuelve a caer al sillón. Tomo nuevamente su antebrazo y lo pongo de pie.

Medio kilómetro de distanciaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant