27. El baúl de los sueños

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— Pero no deja de ser tú madre—continua—. Al menos deja que te explique todo.

— ¿Hay explicación para romperle el corazón a alguien?—le pregunto con ironía—. ¿Existe justificación alguna para destrozar de esa manera a alguien que daba todo por ti?

Abro los ojos y los calvo en los suyos.

— Aunque yo la llegue a perdonar, no la quiero en mi vida.

Niega con la cabeza y ese acto ya me irrita.

— Estas siendo muy dura con ella—informa. No me gusta hablar de este tema porque me hace sentir puro dolor y decepción mezclado con coraje y frustración, no entiendo porque insiste en sacarlo al tema—. No es para tanto.

— ¿Quién me lo dice? ¿Tú?—farfullo exasperada. Lo hago a un lado poniendo de pie y cubriéndome con la sabana que estaba en el suelo—. ¡Pues claro! Eres igual que ella, ¿recuerdas por que nos tomamos un tiempo?

Camino hasta la gran ventana que está en su cuarto y miro como el sol comienza a salir. Siento como las lagrimas comienzan a picar en mis ojos.

— ¡No me vengas con esas putas cosas!—grita detrás de mi—. Nuestro tema ya es pasado. ¿Por eso estas aquí no?

Me toma del antebrazo con fuerza haciendo que gire hasta encararlo.

— ¿O me lo vas a echar en cara cada que puedes?

Suspiro con pesar. Una lagrima se resbala por mi mejilla ante su tono rudo de hablarme trayendo como consecuencia a mi mente los gritos que mi padre le daba a mi madre; no dudo ni un segundo en abrazarlo con fuerza, pero Nathan se queda tieso ante mi toque.

— Lo siento—le digo por el hecho de haberme desquitado con él cuando solo quiso ayudar de alguna manera—. Pero es que no entiendo porque destruyo a mi familia de esa manera.

Sus brazos por fin me rodean con fuerza y ya no se siente tenso sino más relajado.

Lloro entre sus brazos, me carga llevándome hasta la cama y depositándome en ella. Me abraza como niña pequeña lo cual agradezco. Cierro mis ojos con fuerza respirando pausadamente.

Trato de calmarme y no pensar en la traición de mi madre, trato de que no me duela pero no puedo. Mis padres, los dos, juntos, eran mi todo. Ama su relación, amaba tenerlos juntos, amaba llegar a la cocina después del trabajo y verlos comer entre risas o verlos sentando en el sofá apoyando a su equipo favorito, amaba saber que al final del pasillo, en una habitación estaban durmiendo las dos personas que mas amaba cuidándose el unido al otro y al mismo tiempo cuidándome a mí. Y ahora ya no tengo nada.

Abro mis ojos y la luz solar entra con mayor intensidad iluminando por completo el cuarto. Ladeo y no miro a Nathan por ningún lado, pero escucho ruidos en la cocina así que supongo esta allí, observo el reloj y ya marca casi el medio día, debí haberme quedado dormida entre lágrimas y malos recuerdos, sorprendentemente es mi primera vez o al menos desde que tengo memoria.

Me coloco rápidamente mi ropa interior y mi vestido de ayer, salgo de la habitación con los tacones en mano y avanzo hasta la cocina encontrándome con Nathan. Observo la mesa y está llena de comida súper rica y con mucha variedad de platillos.

— ¿Tú hiciste todo esto?

— Si ya sabes, quise sorprenderte levándome temprano y haciendo un rico almuerzo para ti.

— ¿Lo compraste cierto?—le pregunto cruzándome de brazos y sentándome en una de las sillas mientras me llevo un pedazo de fruta a la boca.

— Cierto.

Medio kilómetro de distanciaWhere stories live. Discover now