El cielo tiene el color de una pantalla de televisión en frecuencia muerta. La lluvia cae sobre la decadente ciudad de luces de neón cuyos colores solo son el maquillaje para la podredumbre que se esconde tras el concreto, los hologramas publicitarios, y toda la circuitería de sus infraestructuras incluyendo a veces sus propios cuerpos.
En uno de estos edificios, el más alto de la ciudad, se lleva a cabo una reunión de negocios en la empresa Arcontek, una desarrolladoradora programas de realidad virtual. En el más alto de los pisos superiores, desde donde los conductores y transeúntes se veían pequeños cual insectos rondando una lumbre, se celebraba una reunión de negocios con representantes comerciales de la firma Meta.
Los representantes de Arcontek tenían todos unos gogles negros cual obsidiana que habían reemplazado a sus ojos originales, dándoles a su semblante un aire más inexpresivo e insondable. Cuando una camarera autómata terminana de servirles el aguardiente los representantes del conglomerado Meta hicieron su primer movimiento.
Para representar a Arcontek se apersonó el propio CEO, un anciano regordete con brillante calva empapada de pecas que respondía al nombre de Señor Oda. Escoltado estaba por guardaespaldas quienes lo hacían ver casi tan pequeño como un preadolescente, todos con una expresión inescrutable que bastaría para disuadir a cualquier agresor eventual.
Por parte de la corporación Meta se presentaba el señor Strickland, un treintañero con escaso cabello corto y entradas de calvicie que hacían ver su cabello rubio todavía más ausente. A éste lo escoltaban guardias con manos robóticas, ojos biónicos y comunicadores en el lado izquierdo de sus rostros.
-Buenos días, señor Strickland -comenzaba la conversación el señor Oda. Me honra recibir a alguien tan reputado en mis instalaciones.
-Me honra ser recibido en persona por usted, señor Oda -respondió el propietario y fundador del grupo Meta. Ya terminadas las formalidades vayamos a lo que nos compete.
-Estos jóvenes, siempre impacientes, lo quieren todo rápido y al momento -bebió el señor Oda de su aguardiente. Lo escucho, Sr. Strickland.
-Señor Oda, como bien le había comunicado en mi e-mail, estoy interesado en hacer una alianza comercial con su corporación de realidad virtual.
-Entiendo que Usted y su Metaverso ya tienen su propio espacio en internet. ¿Qué podría querer de nuestra corporación? Aquí ya tenemos cubierto el mercado de la realidad virtual.
-Entiendo, señor Oda. Podemos servirle a su plataforma de puente con el resto del mundo, para así tener una clientela todavía mayor.
-Una oferta difícil de rechazar, sin duda -el señor Oda pidió otra copa más de brandy. Semejante propuesta no vendría sin alfuna condición, y quisiera saber cuál es.
Los guardaespaldas, quienes hacían rondas por todo el piso asegurando el perímetro, no encontraban nada que pudiera parecer sospechoso. El ascensor llegó hasta aquel piso pero, para sorpresa del corpulento guardia que presenciaba ello, aparentaba estar vacío.
Ajustando la visión de sus ojos de alta tecnología no logró obtener firmas de calor ni electromagnéticas, aquello no podía ser. El guardia oyó algo que golpeaba el techo del elevador y, sospechando, se acercó desenfundando su discreta arma de debajo de su saco.
Lentamente se acercó al elevador hasta que vio caer del techo del mismo una portezuela metálica, lo que lo hizo acercarse más rápidamente apuntando hacia quien o lo que fuese que esté ahí arriba. No vio nada o a nadie, solo el mecanismo que accionaba el ascensor débilmente iluminado.
Se tranquilizó pensando que era un desperfecto mecánico, algo de lo que se encargaría el personal de mantenimiento y lo dejó pasar. Cuando guardó su arma dentro de su traje bajaron silenciosamente unos brazos femeninos que torcieron el cuello del guardia en un rápido movimiento.
El gorila cayó pesadamente pero quien lo había matado bajó desde arriba del elevador casi sin hacer ruído. Era como un maniquí de mujer pero con movimiento autónomo, con camuflaje óptico volvió a ser invisible para cubrir su figura y desnudez.
Otros agentes de seguridad que hacían su ronda se sobresaltaron al encontrar muerto a su compañero, sacaron sus armas e informaron por sus comunicadores al resto de su equipo. Tenían una intrusión en el edificio y debían estar preparados para cualquier contingencia.
Los dos representantes de los gigantes tecnológicos quedaron perplejos al ver a sus hombres entrar agitados a interrumpir la reunión e insistentes en sacarlos a ambos de aquella sala. Los señores Oda y Strickland no podían evitar sentirse abrumados por lo inquietos que estaban esos fornidos hombres.
Aquellos hombres estaban por llegar a otro ascensor en el otro extremo del edificio hasta que oyen en el piso algo metálico y hueco caer, era una granada de gas lacrimógeno que desorientó a todos los presentes. A los guardias no les afectaba pero sí los obligó a cambiar de modo de visión, aunque en sus vías respiratorias el efecto era el mismo que en cualquier otra persona.
Procurando que los capitalistas ingresen al elevador uno de los guardias insistentemente apretaba el botón del elevador para que llegue al piso en el que se encontraban, los segundos parecían largas horas ante la incierta amenaza que tenían ante ellos.
Uno a uno los guardias caían fuera de acción ante algo que los tomaba por sorpresa, disparos se oyeron mas eran insuficientes para contener la amenaza. Sonó el timbre de llegada del elevador a ese piso y, antes de que lograran ingresar, Oda y Strickland recibieron precisos disparos en la nuca que les voló buena parte de sus cráneos. Los dos guardias que quedaban pudieron ver cómo se hacía visible una mujer desnuda, o lo que se suponía era una mujer.
No tenía pezones ni labios menores, pero el polímero de falsa piel daba la sensación de ser auténtica. Aquella mujer inexpresiva los apuntaba, inexpresiva y con mirada perdida, hasta que el arma se le cayó de las manos.
La androide se mostraba consternada, las manos empezaban a temblarle y la oyeron susurrar unas palabras:
"¿Qué es ésto? ¿Qué... Qué fue... lo que hice?"
Antes de entender lo que pasaba los guardias se abalanzaron sobre ella y la redujeron hasta someterla por completo. La androide miró a su alrededor y vio los demás cuerpos, no entendía qué había pasado y cómo había llegado ahí.
Minutos después llegó la policía a las facilidades de Arcontek, tanto para llevarse a la responsable como para el levantamiento de los cuerpos. El operativo era encabezado por Batou, quien no se esperaba encontrar con la autora material de aquella carnicería.
Cubierta con una gabardina y esposada estaba la mayor Motoko Kusanagi, mirando hacia abajo diciéndose una y otra vez: "¿ Dónde estoy? ¿Qué hice?"
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Ghost in the Shell: Illumination
FanfictionLa mayor Motoko Kusanagi ha sido arrestada en un operativo policial por un crimen en una desarrolladora de programas de realidad virtual, pero alega no tener conocimiento de qué había hecho ni cómo había llegado hasta ahí. Además de ella, otras pers...
