Liberándose

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Capítulo 2: Breaking free.

Hermione acababa de salir de la ducha. Se enredó una toalla en el mojado pelo y levantó la vista para mirarse al espejo. Había dos cosas que aún no conseguía creerse.

La primera era que acabara de tatuarse. La segunda que tuviera una cita con el tatuador.

Hermione apretó los labios. No estaba del todo segura de que eso fuera una cita. Se suponía que el hombre de ojos grises y brazos tatuados había accedido a tomar algo con ella por ser su cumpleaños. Bueno, por eso y porque no había conseguido mantener la boca cerrada y le había confesado que su novio acababa de dejarla por teléfono y que sus amigos no quedaban con ella por considerarla una aburrida.

Tal vez por eso había decidido obedecer por primera vez a sus impulsos, provocando que 1, se hiciera un tatuaje, y 2, le pidiera a Draco que la acompañara a celebrar su veinticinco cumpleaños.
Y quizás él sólo hubiera aceptado por lástima.

Hermione puso las manos en el lavabo y cerró los ojos, sintiendo cómo una sensación de bochorno y vergüenza recorría su mente y su cuerpo de repente. Tragó saliva. Otra vez la ansiedad. Volvía a sentir un pellizco en el pecho que le dificultaba el respirar.

Tomó una gran bocanada de aire, sintiendo un leve alivio momentáneo, y exhaló, intentando mantenerse serena.
Cuando logró recuperar la compostura, abrió los ojos y se dirigió al inodoro, subiéndose a la tapa para poder observar frente al espejo sobre el lavabo las pequeñas mariposas tatuadas al lado del hueso de su cadera.

Inconscientemente recordó el momento en el que Draco había extendido la pomada sobre ellas, y no pudo evitar volver a sentir su sexo latir y dilatarse con el recuerdo de su tacto.
De repente, su boca se había quedado seca. Se pasó la lengua por los labios para humedecerlos y se llevó la mano derecha a sus partes, tocándolas un momento antes de apartarla, llena de flujo.
Ni el estúpido de Ron había conseguido nunca aquel efecto en ella.

Sacudiendo brevemente la cabeza, volvió a mirar el reflejo de su cuerpo en el espejo. En él podía ver parte de su cuello, sus pechos, su cintura y algo de sus muslos.
Giró varias veces sobre sí misma para verse desde diferentes ángulos.
Tal vez no tuviera los senos más grandes ni el culo más firme, pero no podía quejarse de su cintura, ni de no tener demasiadas estrías ni celulitis.

Un fugaz pensamiento atravesó su mente. ¿Debería depilarse?
Se extrañó de su propia pregunta. ¿Por qué había estado evitando a su novio durante todo un año y ahora, de repente, pensaba en lanzarse a los brazos de un completo desconocido?

Se había prometido cambios en su vida. Lo que no imaginaba era que fueran a llegar tan pronto.

Un rato después, vestida con unos vaqueros grises y una camisa blanca ancha, Hermione rebuscaba en el estuche de las pinturas de su madre. Obviamente, su pelo no había estado por la labor de colaborar, pero aún podía mejorar un poco su cara. Encontró el rímel y lo sacó, mirándolo con desconfianza. No llegaba tarde pero iba con el tiempo justo, y la última vez que había tratado de alargarse las pestañas había acabado con unos horribles manchurrones en los párpados y debajo de las pestañas inferiores. Abrió el recipiente y se acercó el cepillo a la cara muy lentamente. No supo por qué, pero mientras entrecerraba los ojos abría ladeadamente la boca para coordinar mejor, haciendo de su expresión en el espejo algo bastante cómico.

Luego, satisfecha por haber cumplido con éxito la tarea, se colgó el bolso del hombro, se puso la chaqueta vaquera y bajó las escaleras.

—¿Dónde vas? —preguntó su madre desde el sofá al verla entrar.

Y volarOnde histórias criam vida. Descubra agora