-          ¡¿Saray?!

Un chico, sentado a unos metros de mi, me mira fijamente. No le reconozco, todo está borroso. Pero su voz me suena bastante. Se acerca un poco a mí, se le ve molesto, como si no tuviera que estar aquí. ¡El intruso es el!

 -          ¿Qué pasa? ¿No hablas o qué? Sé que soy guapo, pero tampoco te quedes sin habla – ríe con lo último que dice. Esta vez, si le reconozco.

Me pongo en pie con tanta brusquedad que las ganas de vomitar aumentan peligrosamente. El me imita un poco preocupado.

 -          ¡¿Qué haces aquí?! – grito sin darme cuenta.

-          Estudiar, no te jode.

-          Nononono… este es MI lugar.

-          ¿Tú lugar? – ríe sarcásticamente – a este sitio voy desde que era un enano, así que relaja.

-          Yo siempre voy cuando… - me muerdo el labio – es mi lugar y punto.

-          Pues ahora… - se acerca a mi rostro, provocando que se me nuble la vista de tenerle tan cerca – es nuestro lugar.

-          Quita… - le empujo, y el se deja empujar con una pequeña sonrisa.

Sin ningún aviso, salgo corriendo a una papelera de allí. Mikel me mira confuso, pero enseguida comprende porque lo he hecho. Empiezo a vomitar como si no hubiera mañana. Agarra mi pelo por detrás para no manchármelo, y lo agradezco.

Cuando termino de vomitar todo, me siento en el suelo y suspiro. Ya me encuentro mejor que antes.

-          ¿Has bebido? – se nota la ironía en la voz de Mikel.

-          Que me dejes.

-          Flipo, la pija se ha emborracha y ha vomitado en una vulgar calle. ¿Y tus principios? ¡Una chica de categoría no hace esas cosas! – ríe como un idiota, que es lo que es.

-          Vete a la mierda, tío.

Muerta de rabia, me levanto para no permanecer a su lado. Me ha tocado los ovarios, y mejor que no lo siga haciendo. Pero Mikel no se rinde y me sigue sin parar de reír. Es un niñato inmaduro que se cree guay.

 -          ¿Te crees guay? – le pregunto enfadada.

-          Claro – ríe – pero me río con amor, eh.

-          ¿No me digas? – contesto con tono borde - ¿Por qué no te vas a fumar porros con tus amigos? ¿O a robar? ¡¡O follate a la primera zorra que pase!! Pero a mi me dejas en paz, olvídate de mi cara, joder.

Se ha quedado en silencio. Pero se acerca a mi, esta vez con seriedad, sin reírse. La he cagado, voy a morir. Trago saliva cuando esta, como hace unos minutos, muy cerca de mi.

 -          No voy a olvidarme de ti. Recuérdalo.

Miro al suelo. Sinceramente, no se como tomarme estas palabras, si bien o mal. Es… bonito, que una persona te diga eso. Por otro lado, viniendo de el, puede tener segundas intenciones.

 -          Venga, lo siento. Me he pasado bastante – dice mirándome a los ojos.

-          Yo… también lo siento con lo anterior – estoy sorprendida con sus disculpas.

 Me tiende la mano y le miro sin saber muy bien que hacer.

 -          ¿Amigos?

-          A-amigos.

Acepto su mano y la estrecho cariñosamente. ¿Somos amigos? Flipo un poco, pero parece ser que si. Lo veo bien, se ha merecido serlo, supongo.

 -          ¿Quieres que te lleve a casa?

-          No, se supone que me quedo a dormir en casa de Paula.

-          Bueno, pues te llevo a su casa.

-          No creo que le haga gracia que le diga donde vives…

-          Joder, que no soy tan cabrón como parece.

Río y le doy un pequeño golpe en el hombro. Un golpe que más bien es una caricia.

 -          Me tendré que fiar de ti, no tengo otro remedio.

-          No te arrepentirás de mis servicios.

Guiña un ojo y río. Le sigo por el camino, su moto está aparcada justo por donde pase antes. Estoy ciega o algo, debería haberla reconocido. Como en ocasiones anteriores, me siento detrás de el y me sostengo. Parece rutina.

 * * *

Tras indicarle de la mejor manera que he podido, llegamos a casa de Paula. Me ayuda a bajar. Tengo que agarrarme bien fuerte a sus brazos si no quiero perder el equilibrio y acabar en el suelo como una gilipollas.

 -          Gracias por llevarme – sonrío -  te debo unos pocos de favores.

-          Tranquila, disfruto mucho cuando me agarras con miedo en la moto.

Ríe y pongo los ojos en blanco. Tiene razón, siempre lo hago, pero que le haré si me da un poco de miedo.

Le abrazo y el, sorprendido, me lo corresponde. Permanecemos unos minutos así.

 -          Yo mejor voy entrando en su casa.

-          Duerme bien, pija.

Le hago el corte de manga con diversión y entro. El ríe y noto su mirada fija en mi hasta que cierro la puerta. Al llegar a la habitación de Paula, me tumbo en su cama y sonrío como una estúpida. Finalmente me quedo dormida. 

No te alejes de mi.Where stories live. Discover now