Primera parte (Cuatro años antes)

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Año uno

–Respira, solo respira –se repitió Lucianna ante la visión de aquellos ojos verdes clavados en ella, con patente diversión. ¿Por qué no podía reír como una persona normal? Discreta y elegantemente. ¡Ojalá lo recordara! Sobre todo en un lugar público–. ¿Por qué no deja de mirar? –bufó cuando él continuó observándola. Dirigió su mejor mirada de "déjame tranquila", lo que provocó el efecto contrario al deseado en el desconocido, pues empezó a acercarse–. ¡Genial!


–¿Qué sucede? –inquirió Carlo irritado. Lucianna se encogió de hombros y reprimió una risita–. ¿Se puede saber qué es tan gracioso? ¡Ahora...!


Su voz se perdió ante el grito de las personas que se encontraban en el bar. El equipo contrario había marcado un tanto y Carlo se lo había perdido por hablar con ella. Seguro que estaba molesto.

–¿Puedes comportarte por un momento, Lu? –pidió con impaciencia.


–Lo intentaré –prometió intentando darle un tono de solemnidad a lo dicho. ¿Qué culpa tenía ella de que no le interesara el fútbol en lo más mínimo?–. Carlo...


–¿Qué? ¿Ahora, qué?


–Voy por algo de beber. ¿Te importa?


–No.

No la había mirado. Ni una sola vez antes de despacharla con la mano. Lucianna se encogió de hombros, se despidió del resto del grupo y se dispuso a marcharse.


–Hola.

Lucianna se detuvo para evitar chocar con el hombre que la había saludado. Era él, el joven de ojos verdes. Extraordinario. Era aún más atractivo de lo que había pensado en un inicio.


–¿Puedo invitarte algo de tomar? –ofreció y Lucianna negó–. ¿Por qué no?

–No acepto nada de un desconocido.


–Eso se arregla con rapidez –extendió la mano y sonrió–. Soy Oliver y es un gusto conocerte...

–Lucianna –completó automáticamente. ¿Cómo podía no reaccionar ante aquella sonrisa? No, imposible resistirse–. Me voy.


–¿Por qué? ¿No aceptarás beber algo conmigo?


–Otro día, Oliver –contestó dando un paso al costado. Oliver la imitó– Déjame pasar.


–No –negó y le brindó otra sonrisa de diversión. Lucianna sonrió también.


–¿Qué estás buscando, Oliver?


–¿No te quedarás a ver el partido?


–¡Uf! No, en absoluto.


–Yo tampoco tengo demasiado interés en el resultado. ¿A dónde vas?


–¿Por qué?


–¿Puedo acompañarte?


–No.

–Lucianna, déjame acompañarte. ¿Alguien te espera?


Lucianna observó a Carlo y a su grupo de amigos. No, nadie la esperaba. Giró hacia Oliver, que continuaba mirándola expectante. ¿Por qué estaría tan interesado en ella? Entrecerró sus ojos, evaluándolo. Guapo, culto, inteligente... ¿qué demonios hacía ahí?


–¿Por qué estás aquí?


–Debía encontrarme con alguien.


–¿Aquí? ¿Y por qué no vas?


–Encontré algo más interesante en el camino.


–Si te refieres a mí...


–Naturalmente me refiero a ti. ¿Quién más ha logrado captar totalmente mi atención en cuanto la escuché reír?


–¡Quieres burlarte de mí!


–Por supuesto que no. Al contrario, creo que tu risa me ha embrujado.


–¡Y dices que no pretendes burlarte de mí!


–No me estoy burlando –contestó Oliver con rostro risueño. Lucianna se encontró sonriendo de nuevo. Se miraron durante largo rato y, de pronto, prorrumpieron en carcajadas divertidas.


–Todos nos están mirando –dijo Lucianna con voz ahogada de risa. Oliver asintió dando un vistazo alrededor.


–Supongo que piensan que no es normal que dos personas se queden parados en mitad de un bar riéndose de la nada.


–Claramente no han visitado muchos bares, entonces.


–Buen punto –Oliver arqueó una ceja–. ¿Y qué dices, Lucianna? ¿Aceptas tomar algo conmigo?


–Solo si yo elijo el lugar.


–De acuerdo –asintió Oliver y le ofreció el brazo. Lucianna lanzó una mirada de desconcierto en su dirección–. ¿Qué sucede?


–Eres muy galante, ¿eh?


–¿Ah sí? ¿Por ofrecerte mi brazo para caminar?


–De hecho, sí. Nunca he visto nada igual en estos días.


–Creo que se debe a la educación que recibí.


–Me gusta –Lucianna sonrió y posó su mano en el brazo de Oliver–. Me gusta mucho.


Oliver ladeó una sonrisa cálida y salieron del bar. Lucianna elevó sus ojos hacia el cielo, donde el sol brillaba con fuerza y sacaba destellos al rubio cabello de su acompañante.


–Nunca antes me había atraído el cabello rubio –susurró Luciana.


–¿Dijiste algo? –Oliver retó con su mirada a que repitiera en voz alta lo dicho. Lucianna vaciló, sin entender cómo era posible que él hubiera escuchado.


–No –gruñó, optando por lo seguro. Oliver rió.


–Muy por el contrario, yo siempre he encontrado algo muy atractivo en una pelirroja –afirmó Oliver clavando su mirada en ella.


–Tengo novio –soltó Lucianna sin saber por qué. Oliver arqueó una ceja.


–¿Sí? ¿Lo amas?


–¡Oliver!

–Es una pregunta muy sencilla. ¿Lo amas?


–No lo sé. Llevo menos de un año con él y no creo...


–No lo amas –aseguró encogiéndose de hombros–. Créeme –recalcó ante su incredulidad– si hasta el momento no lo has descubierto, no sucederá.


–¿Y quién dice que no lo he descubierto?


–¿Lo haces?


–No –gruñó cruzando los brazos. Oliver rió–. Deja de reírte de mí.

–No lo hago. Solo que me pareces encantadora.

–Basta.

–Atractiva.

–Te dije que...


–Preciosa.

–¡Oliver!

–De verdad –él se detuvo, giró y la tomó de sus hombros–. Sal conmigo.


–¡Te dije que tengo novio!


–Pero no lo amas.


–Además, ¡ni siquiera te conozco!


–Podemos arreglar eso. ¿Qué dices?


–Creo que estás loco.


–Quizá. Las personas más interesantes lo están –bromeó.


–No lo sé –se mordió el labio indecisa. Oliver la animó con la mirada–. Debo pensarlo muy bien.

–Sí, pero después de nuestro café.


–Sí, después de nuestro café –confirmó sentándose a la mesa con Oliver. Habían llegado a la cafetería cercana que ella conocía.


–¿Sabes una cosa? –musitó Oliver acercándose a Lucianna como si fuera a decirle un secreto.

–¿Sí?

–Dentro de un año vamos a volver aquí y celebraremos nuestro primer aniversario. ¿Aceptas? –ofreció Oliver y Lucianna rió. Era obvio que bromeaba, ¿no?

A tu lado (Sforza #2.5)Where stories live. Discover now