Cuarto menguante

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Esa noche, Sombra estaba más impactante que nunca.
Verla con su violín, con el cuerpo en tensión, su corta melena ondeando, su frente brillando de un sudor que ya me era familiar, el arco frotando ansiosamente las cuerdas...
Deseé poder hacer con ella lo mismo que Sombra hacía con su violín: fundirse en uno y arrancarle los más melodiosos gemidos.
Debió adivinar mis pensamientos, porque elevó levemente la comisura de su labio y arqueó las cejas, escupiendo en el aire los últimos compases.
—No sabía que Vivaldi te dejaba tan perplejo.-observó, con tono divertido y jadeante, visiblemente exhausta.
—No es Vivaldi lo que me altera, Sombra.
Ella me miró, y pareció a punto de decirme algo, pero en el último momento pareció pensarlo mejor y me hizo gestos.
—Acércate.-pidió.
Obedecí, en silencio, tembloroso, sabiendo que jamás lograría ser de su aprobación.
Ella se subió a la encimera que tenía detrás con la agilidad y la elegancia de un gato.
Me acerqué hasta tener sus inquisitivos ojos negros posados sobre los míos. Sus labios enrojecidos a menos de un palmo de distancia.
Noté que sus piernas abrazaban las mías y se entrelazaban con ellas.
Las manos que antes había visto surcar el aire en mil direcciones diferentes cogieron las mías y las pusieron sobre sus hombros.
—Tirantes.-susurró ella.
—¿Perdón?
Se río suavemente y explicó:
—Te sugería que bajases los tirantes.
Con la cara ardiendo, acepté su sugerencia. A pesar de que todo me temblaba, y sabiendo que sería la única vez, me tomé mi tiempo en apartarle los mechones rebeldes y empezar a bajar su tirante.
Llevaba un mono negro, que sin ser ceñido, aventuraba las formas que se esconderían detrás. Sentí que era casi sacrílego desnudar a alguien así. Pero no me detuve.
Le quité el sencillo sujetador negro que llevaba y, mirándole a los ojos, recorrí sus pechos con mis manos. Suavemente, pero con firmeza. Sentí sus pezones endurecerse a mi tacto y supe que, de alguna forma, lo estaba haciendo bien.
Miré sus ojos negros, tratando de distinguir su pupila de su iris, sin dejar de recorrer sus pechos con mis torpes manos.
Ella cerró los ojos, privándome de su embrujo, y por un momento me sentí confuso, hasta que un suave gemido suyo me devolvió a la realidad.
Había sido ese gemido de placer que se te podría escapar durante un masaje. Pero no dejaba de ser música.
La adrenalina me llevó a posar enérgicamente mis labios sobre su pecho, y perderme en ellos, casi frenéticamente. Tenía la necesidad de besar cada centímetro de su pálida y temblorosa piel.
Besé sus pezones, besé su cuello y sus hombros, y ella ahogaba pequeños gemidos mientras me acariciaba con ternura el pelo.
Con delicadeza, la invité a levantarse un momento y continué explorándola.
Era todo un laberinto que jamás lograría memorizar. Pero me daba igual. Solo quería perderme.
Divagué por su abdomen, que se tensaba y destensaba a cada beso, a cada respiración.
Bajé el resto del mono, el cual se posó sobre el suelo silenciosamente, casi a juego con Sombra.
Besé sus caderas y levanté la vista, esperando que mis ojos expresasen las palabras que no salían de mi boca.
Abrió los ojos y las miradas se encontraron de nuevo.
—Adelante.-susurró.
Mi sangre se acumulaba en mis mejillas y la seguridad y firmeza que parecía haber logrado aunar se esfumaron en cuanto la miré.
Ella respiraba con dificultad, y tras unos segundos de silencio, asintió.
—Está bien.
Lo dijo sin un ápice de rencor en su voz, volvió a subirse el mono y tomó mi cara entre sus manos.
Dibujó lentamente una sonrisa para mí, pero no dijo nada.
Cada vez me sentía más inexperto y torpe, me sentía repugnante e indigno de lo que acababa de hacer.
Por un momento había querido tener a Sombra, encajar en ella. Por un momento lo había deseado. No había vuelta atrás.
Balbuceé unas palabras sin sentido. De disculpa, supongo. Disculpa por haber profanado semejante santuario.
No recuerdo ni qué dije, sólo que ella negó con la cabeza.
—No.-sentenció. Se aproximó a mí, y antes de poder asimilarlo, sus labios buscaron los míos.
Solo su labio. Me mordisqueó suavemente. Se separó de mi boca y se dirigió a mi oreja.
—Vuelve.-dijo.

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⏰ Last updated: Nov 04, 2020 ⏰

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