-¿Puedes tranquilizarte?-mascullé. Pequeños sollozos salían de él.
-Y-yo-parecía un niño, estaba en una esquina con sus brazos agarrando sus rodillas. Escondía su rostro en ellos.
Solo habían pasado cinco míseros minutos, no íbamos a morir, solo era un fallo, nada más.
-No seas dramático Horan-espeté. No me replicó, me acerqué a él y tomé su barbilla, mis ojos se centraban en él y en nadie más, solo él-te vas a clamar, ¿entendido?-dije con un tono suave, de lo poco que quedaba en mí, esa ternura o lo que sea. Niall asintió y dejó que sus ojos me miraran con menos nerviosismo que hace unos segundos.
El ascensor comenzó a andar nuevamente y así poder volver al primer piso, yo tenía prisa, tenía que ir a casa de Yulia.
Los azulejos blancos y mordernos aparecieron frente a mí, la recepción. Yulia me tumbaba el teléfono con el quisquilloso tono que le había puesto solo a ella.
“Puedes dejar de llamar por una puta vez”-dije.
“Llevas más de diez minutos de retraso”-me daba igual estar temprano o no y menos si es para uno de esos grupillos cursis que escucha ella.
“¿y’ espera que en veinte llego-hice una pausa-y como me sigas jodiendo, yo misma me encargaré de que no vayas a ese maldito concierto”-no me replicó, me sentía victoriosa al saber que la intimidé y logré mi cometido.
Escuché carraspear a alguien, giré sobre mis talones para encontrarme con un Niall de mejor semblante.