CAPÍTULO 1

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CAPÍTULO I

No podía ver nada, no podía oír... aquello era una tortura. No podía percibir ningún pensamiento a su alrededor y eso le hizo pensar que aquella batalla había acabado muy mal para ellos. De repente un olor profundo y nauseabundo llegó hasta ella, era un olor que Elisa conocía bien, aunque seguía sin poder evitar la sensación de amenaza que la asaltaba cada vez que se acercaba.

—¿Elisa? ¿Ya estás despierta? —Grey la observaba con preocupación desde un lado del manantial—. ¿Crees que podrías relajarte y permitir que me acerque?

—¿Cómo?

—No he podido curarte porque cuando me acercaba intentabas matarme. Al tercer intento decidí que sería mejor no tentar a la suerte.

—¡Ah! Lo siento mucho —se disculpó ella mirando las heridas en el cuerpo de su compañero—. ¿Estás bien?

—Mejor de lo que esperaba. Cuando me he despertado ya no había nada.

—¿Y James? —Su voz se quebró al recordar la vida a la que había condenado a su amigo.

—No está. Paulo dice que se lo llevaron los encapuchados, pero que no pudo seguirlos.

—¡Maldita sea! ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?

—No sabría decirte... tres o cuatro días, quizás.

—Nos llevan demasiada ventaja...

—No han dejado un rastro que pueda seguir, así que me parece que estamos jodidos.

La realidad era demasiado abrumadora, demasiado dura para poder digerirla con tan poco tiempo. Su mente estaba concentrada en James y le echaba en cara su falta de juicio al condenar al muchacho a un destino que ella misma odiaba, pero su corazón defendía con ansias aquella decisión. Al fin y al cabo, había librado al joven humano de la muerte.

—¿Qué me ha pasado? —preguntó incorporándose para contemplar su cuerpo que, a pesar de estar dolorido, no presentaba heridas serias.

—Te hirieron con un arma que jamás había visto. Paulo dijo que no podrías sobrevivir.

—¿Por qué iba a morir por una simple puñalada? —inquirió ella y alargó la mano hacia la daga que él le tendía; al tocarla, su piel ardió—. Ya veo. Supongo que este metal será otro invento de nuestros amigos, ¿no?

—Algo así —contestó Grey yendo al extremo de la cueva y volviendo con un hermoso ciervo—. Supuse que tendrías hambre.

—Muchas gracias, Grey.

—Paulo me dijo que ese metal no es un invento de la Miasma, sino que es una mezcla obtenida por un humano... un alquimista, para ser más concretos.

—Supongo que algún miembro de la Orden. Por cierto, ¿dónde está Paulo?

—Ya te dije que no daba ni una gota de su sangre inmortal por ti. El muy cobarde se escabulló durante la noche, me dijo que iría a buscar alimento e información hace dos días. Ves, chupasangre, no me hizo falta ese don tuyo para saber que esa sanguijuela no iba a volver.

—¿Has averiguado algo sobre James? —inquirió ella apartando el cuerpo del ciervo y observando cómo Grey comenzaba a desmembrarlo.

—Nada. Al parecer han desaparecido por arte de magia, cosa que no me extrañaría si la Orden está metida en esta mierda.

—Maldita sea, Grey. ¿Para qué querrían a James?

—Elisa, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿James está vivo o muerto?

Un viaje sin retorno (Eterna Oscuridad nº2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora