Las miré con pena y seguí andando desviando mi vista hacia la entrada.

Una vez dentro tiré mis Vans y caminé descalza, como siempre, por toda la longitud de la moqueta. Me saqué el iPhone del bolsillo y vi que vibraba ya que me acababa de entrar un mensaje. Lo abrí con miedo pero después suspiré de alivio.

"Mensaje de... Mandy <3

¡Hey! ¡No me dijiste que salías hoy del hospital! Podía haberme pasado a por ti, idiota. Nos vemos pronto.

Te quiero <3"

Madre mía. Con las prisas se me había olvidado despedirme de ella. 

 Bravo Alexandra. Eres idiota.—pensé echándome en cara ser tan olvidadiza— Sigues siendo un desastre.

Me senté en uno de los peldaños de la escalera y la llamé.

— ¡Buongiorno bella!— la dije en perfecto italiano.

— Hola...—contestó ella en tono borde aunque sabía que por dentro moría por reírse.

— Cariño, lo siento... Me olvidé de ti.—puse mi voz inocente.

— Está bien, te perdono. Te propongo una cosa. ¿Te apetece colarte esta noche en el hospital y dormir conmigo?— quería decirle que sí. Me entusiasmaba pero no quería dejar a mi madre sola hoy. Mi padre se acababa de ir a California por viajes de negocios y ella se había quedado en Londres por mi.

— Prefiero quedarme sola esta noche. ¿Qué tal si voy mañana por la noche?—respondí.

— ¡De acuerdo! Nos vemos mañana a media noche.—su tono reflejaba ilusión. Suponía que era fácil entrar aunque en esa planta había mucha seguridad. Si me veía el guardia me iba a meter en un problema muy gordo. Me olvidé de eso y subí a mi habitación dejando las vans rojas en la puerta de la entrada.

La cerré, me tiré en la cama y observé mi estancia. Estaba tal y como la había dejado. Una imagen de Damon y de mi abrazados estaba pegada en la puerta de mi dormitorio. Era bastante grande. Un pequeño cosquilleo me invadió. Las mariposas estaban ahí pero faltaba algo importante, él. ¿Donde estaría ese maldito hombre? Algo que no supe distinguir pasó en forma de escalofrío por mi médula espinal. Era una sensación de vacío. En esos momentos no me parecía tan intensa como en la habitación del hospital. Quizás porque me encontraba en mi hogar con una de las personas más importantes de mi vida.

— ¡Alexandra Meyer Smith!—gritó mi madre enfadada desde la planta de abajo— Señorita, recoja sus zapatillas ahora.

— Vale mamá...— respondí arrastrando las palabras. Me levanté despacio de la cama para tardar lo máximo posible y empecé a andar cansada moviendo los pies sin levantarlos del suelo.

Cuando bajé me encontré a mi madre esperándome con las manos en su cadera y expresión enfadada. La sonreí y le di un beso en la mejilla. Cuando me retiré, ella me regaló un gruñido.

— Pero si lo echabas de menos...—la dije haciéndome la graciosa.

— Madre mía... Ven, dame un abrazo.— obedecí y me dirigí a ella con las zapatillas en las manos. Después mi madre me envolvió en sus brazos y me sentí completa. Inspiré su fragancia y me invadió por completa. Siempre olía tan bien...

Horas después, alguien llamó al timbre y bajé corriendo para ver quien era con un rastro de esperanza en los ojos

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Horas después, alguien llamó al timbre y bajé corriendo para ver quien era con un rastro de esperanza en los ojos.

 ¡VOOOOOOY!grité alto para avisar a mi madre. 

Bajé las escaleras tan rápido que me tropecé con el último escalón y me estampé contra la puerta principal haciendo un gran estruendo. Al abrir me encontré a... ¿Ben?

— Hola Alex.—me saludó mientras que yo lo miraba boquiabierta. Estaba decepcionada, esperaba a Damon pero tenía que reconocer que Ben era la última persona que pensaba que estaría detrás de mi puerta. Vestía con una camisa de cuadros rojos que se le adaptaba estupendamente a su musculoso cuerpo y unos pantalones negros. Sus botas de carpintero combinaban genial con toda su vestimenta. La luz del sol impactaba en su pelo castaño con toques rojizos haciéndolo brillar ante mis ojos. Estaba literalmente babeando ante aquella imagen. Sus ojos marrones descendieron observando cada detalle de mi cuerpo. Me di cuenta de que sólo vestía una camiseta dos tallas más grandes de la que yo usaba y no llevaba pantalones. Le miré algo ruborizada y él me sonrió. Tampoco me había maquillado por lo que parecería un zombie en aquellos instantes. Mi cabello estaba recogido en un moño algo deshecho y mis pies descalzos se encontraban encogidos intentando esconderse de él. Nunca me habían gustado.

— Te veo mejor que esta mañana, Lex. ¿Te importa que te llame así?—habló mostrándome sus perlas llamadas dientes.

— Yo... sí, estoy mejor en mi casa.—empecé a ponerme nerviosa por su contacto visual.

— Bueno, aquí afuera hace calor, ¿puedo pasar?

— Oh, claro. Por supuesto.— me retiré de la puerta para dejarle entrar. Él se dirigió al salón justo cuando mi madre bajaba por las escaleras con ropa interior mía para doblar.

— Cariño, tus prendas interiores siguen moja...— se calló cuando vio a Ben riéndose a carcajada limpia. Ella subió corriendo a dejar mi ropa en mi habitación mientras que mis mejillas comenzaban a arder.

Millones de risas después, terminamos de cenar con la agradable compañía de Ben que se había quedado con nosotras. Por lo visto era hijo de una de las clientas de mi madre y ya se conocían antes de que pasara todo eso. Por eso me llevaron allí, concretamente a su sección en el hospital. Descubrí muchas cosas de su personalidad. Era simpático, inteligente, gracioso y, a veces, un poco creído. Aunque no había que olvidar que era médico, por lo tanto era un mandón como todos. Tenía veintiséis años y llevaba trabajando sólo uno en hospitales ya que terminó la carrera el año pasado.

Cuando mi madre fue a coger una tarta que habíamos encargado yo me dispuse a coger una copa de vino tinto pero la mano de Ben impidió que la llenara de líquido rojizo.

— No debes beber en estos momentos.—dijo colocándose detrás mía agarrando el brazo en el que tenía la copa. Hice fuerza para que no me la llegase a quitar pero me gruñó por lo bajo y la solté . Acto seguido apoyó su barbilla en mi hombro y suspiró.

— ¿Sabes que odio a los médicos por ser tan mandones?—pregunté dando la cara. Yo quería un trago de aquel vino rosado.

— Lex, vete acostumbrando.—acercó su cara más a mi. Sus labios estaban a centímetros de los míos y podía sentir el calor que desprendían. Eran tiernos y rosados. Me sentí excitada por un momento. Esa boca se encontraba a un pequeño movimiento de cabeza. Él se pasó la lengua por encima recorriendo aquellos labios suavemente y me miró intimidándome.

Yo quería a Damon, ¿esto era lo correcto? ¿Y si él no volvía nunca más? Alguna vez tendría que pasar página, ¿era demasiado pronto para ello?

En mi cabeza todo eran dudas.

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Capítulo editado. Aquí entra en acción Ben, el médico. ¿Qué creéis que pasará? Escribidme en los comentarios con vuestras conclusiones:

¿TeamBen o TeamDamon? ¿Le besará? ¿Alex se olvidará tan rápido de Damon con Ben? ¡¿DÓNDE NARICES CREÉIS QUE ESTÁ DAMON?!


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