—Buenas noches —saludó formal.

—Buenas noches, Alex, Jenna —saludaron Emma y Robert.

Angelina sonrió de lado y giró el torso hacia atrás, sin levantarse de la silla y su mirada cayó primeramente en su esposo, quien la observaba con los ojos achicados, ¡pero que desconfiado era! Solo quería pasar tiempo con su hijo. Rió de forma juguetona, mentalmente.

—Buenas noches... —saludó de manera cuidadosa, sin borrar su sonrisa de los labios —tanto tiempo sin vernos.

—Solo fueron semanas.

—Para mí una eternidad —torció los labios hacia abajo y pasó la mirada a Jenna, quien se encontraba a espaldas de Alex. Se llevó una mano al pecho y fingió sorpresa —¡Jenna! Oh, querida... no me había dado cuenta de tu presencia. ¿Qué haces ahí escondida?

Jenna rodó los ojos.

—¿Qué tal? Angelina, tanta paz que teníamos, pero por algo dicen que lo bueno no dura mucho ¿cierto? —sonrió —y no, no estoy escondida, solo que no entiendo el idioma de las serpientes.

Jenna recibió un pequeño empujón de caderas por parte de Alex, que la miraba de forma reprobatoria y Frederick con el ceño arrugado, sin entender a lo que se refería.

—Mi mami no habla como las serpientes —Fede salió en la defensa de su mamá.

Jenna cerró suavemente los ojos, se había equivocado en abrir la boca pero no se pudo controlar. Esa mujer con su simple presencia ya le hacía perder la cordura.

—¡Pero vamos! Siéntense, que la cena se está enfriando —Emma intento apaciguar el ambiente.

Alex simplemente afirmó con la cabeza y se sentó en la punta de la mesa con su hijo aun en brazos. Jenna se sentó a un lado de Emma, sin apartar la mirada de Angelina. Ambas estaban teniendo un duelo de miradas.

—y...y... ¿Qué tal? ¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó, Emma, con una gran sonrisa forzada.

—Agotador —respondió, Alex.

—Oh... entiendo.

—¿Por qué no comenzamos a comer? —sugirió, Robert —. Estoy que muero de hambre

—¿Ah? ¡Sí! ¡Excelente idea! —exclamó, Emma, comenzando a clavar los espaguetis.

—Buen provecho —dijo Jenna.

La cena había transcurrido en completo silencio, solo se escuchaba los tenedores chocar contra los suelos de los platos. Era un silencio bastante abrumador e incómodo.

—Mami quédate a dormir esta noche conmigo —Fede miró a su madre con la boca llena de salsa. Ya se encontraba sentado a su lado.

Jenna soltó el tenedor y fijó su mirada en Alex, él también la miró encogiéndose de hombros. Él no había dado la idea sino su hijo.

—No, Fede, no se puede eso —dijo Alex, soltando también el tenedor.

Fede miró mal a su padre.

—¿y por qué ella si se puede quedar? —señaló a Jenna con el dedo índice —ella no es mi mami, ella es tu amiga ¡quiero a mi mami!

Angelina solo sonreía divertida mientras acariciaba la cabeza de Frederick, ese niño haría que la maldita empleaducha saliera de ahí. Estaba tan contenta con ese pequeño.

—He dicho que no se puede, Frederick.

—Otro día —dijo Angelina, sin apartar la mirada de su hijo.

—¡Quiero a mi mami! —elevó la voz.

—¡No se puede! —Alex golpeó la mesa, haciendo saltar a todos de sus asientos, excepto a Angelina, que lo miró de forma reprobatoria. Estaba entre la espada y la pared.

Frederick se quedó unos segundos perplejo, mirando a su padre con los ojos bien abiertos, luego los fue achicando mientras lagrimas se acumulaban, torció el labio hacia abajo.

—No, Fede, discúlpame —Alex se levantó de la mesa, arrepentido.

Angelina levantó la mano con la palma abierta hacia Alex, negándole que se acercara. Estaba molesta por esa estúpida actitud, claro que se lo estaba negando por la mosquita muerta de Jenna.

—Fede, ve ahora mismo a tu habitación, enseguida voy junto a ti —ordenó Angelina y el niño sin chistar le hizo caso.

Esperó hasta que el niño desapareciera por la puerta de la habitación para acceder a hablar, se levantó de la silla y miró a Alex.

—Escúchenme bien —alzó las cejas y señaló a todos con el dedo índice —, aunque ustedes piensen que no quiera a mi hijo, lamentablemente es eso, mi hijo, salió de mí. Y a ti... —señaló ahora a Alex —será la última vez que tomes esa actitud con él ¿entiendes? —murmuró con los dientes apretados y miró ahora a Jenna —porque todo esto es tu culpa maldita estúpida —Jenna abrió los ojos, molesta —, si mi hijo vuelve a llorar por tu culpa te arrancaré ese rostro de prostituta que tienes.

—¡Suficiente! —dijo Alex, sorprendido, jamás la había escuchado hablar de tal manera.

—Están advertidos —caminó en dirección al sofá.

—¿A dónde vas? —preguntó Emma.

Angelina se giró hacia ella.

—A tomar mi maldito bolso del sofá y despedirme de mi hijo. Esta cena fue una mierda gracias a esa chica que lo único que sabe hacer bien es abrir las piernas.

—Mojigata —escupió Jenna, desde su asiento.

—Di lo que quieras, estás advertida —cogió su bolso y caminó hasta la habitación de su hijo para despedirse con un beso y prometerle que volvería.


LA ASISTENTE ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz