Mira como me tienes

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Ambos buscaban la manera de continuar la conversación que dejaron inconclusa en el chat. Voces iban y venían, saludos de compañeros de clase y gritos eufóricos de aquellos que se veían después de tanto tiempo. Subidas y bajadas de ascensor, escaleras atiborradas de pasos agitados, de pasos presurosos por la tardanza de la hora de entrada. Y ellos, cómplices de un secreto revelado por sus miradas, solo calmaban las ansias cruzando palabras silenciosas en medio de aquella revuelta académica.

Otra clase, otro tema, esta vez se trataba de Poe y su "Power of Words". Ella, distraída de las palabras y su poder de atracción del cual hablaba el autor, comenzó a sentir una tensión cálida en su ser. Una mirada fija, hambrienta y ganosa se posaba sobre sus hombros, deslizándose curiosa hasta su pecho cubierto por una blusa blanca de algodón, que dejaba entrever el color de su brasier. Ella volteó rápidamente y lo sorprendió, observando vehementemente sus formas, mirándola con sigilo como si la cazara para comerla lentamente, saborearla pacientemente.

Estaba intimidada, a pesar de sentirse halagada, pues jamás nadie la había mirado con tanto esmero. No se inmutó al sentirse sorprendido, al contrario, continuo mirándola esta vez con su permiso, y caminaron seguros sus ojos mas allá de la frontera de sus caderas, paseándose lentamente por la vereda de sus piernas. Hacia calor, más ella no sabía si era el clima, o la mirada juguetona y descarada de aquel perverso de ojos color café.

Dos segundos de contemplación parecieron una eternidad, se detuvo el tiempo, no hubo interrupción, ni llamados de atención por parte del profesor. Luego, al salir del salón, caminaron uno al lado del otro sin tocarse, solo se miraban y sonreían como dos idiotas que habían cometido el mismo error, era como si se perdonaran el hecho de estar tan cautivados el uno por el otro.

Minutos más tarde, la entretuvo una amiga que preguntaba que tal le iba, y el, desapareció entre los pasos de la procesión de ida. Decepcionada, camino junto a varios compañeros miembros del grupo de estudio donde lo conoció, y se dirigieron al lugar de siempre. Se sentaron, pero ella para apaciguar su frustración, caminó al cafetín a pedir un marrón matón, un café negro grande con un dedo de leche y una pizca de azúcar.

Al volver, lo vio. Estaba ahí, había regresado, la miró y sonrió. Ella le devolvió una sonrisa aliviada, como si se tratara de un regreso milagroso, como si volviera de la guerra. Se sentó a su lado y le ofreció un poco del matón, pero el prefirió un negrito aliñado con ron. Allí pasaron varias horas, estudiando tanto como la atención por el otro se lo permitiera, de cuando en cuando Faulkner, y de cuando en vez sus ojos color café.

Deseaba tenerla a solas, ya no soportaba más la compañía entrometida de los amigos. La invitó a tomar algo más para un rato poder conversar. Esta vez, no de ensayos, ni libros, ni poemas, esta vez quería hablarle más que con la lengua, estaba deseoso de tocarla, de mirarla íntima, de besarla, de tomarla.

"Mira como me tienes", le dijo, mientras la emoción intentaba ocultarse debajo del pantalón. Ella, asombrada y desarmada no pudo más que manifestar su asombro dibujando una risa nerviosa en su rostro. "Tócame, siente...Así me tienes"...


Carne EfímeraWhere stories live. Discover now