Los peligros del amor

4.7K 170 35
                                    

Corriendo como una desesperada entre los árboles, al final opté por correr por encima de ellos para ir más rápido. La tarde ya tocaba a su fin, y la luz naranja lo envolvía todo. El horrible trauma que acababa de sufrir bastaba para una vida de más de doscientos años: mis padres habían sido asesinados ya que un grupo de hombres me buscaba y ellos se interponían en su camino, me habían secuestrado esos mismos hombres y me habían llevado a una especie de club nocturno. Y cuando vino el primer "cliente", fue cuando comprendí lo que tramaban hacer conmigo. Yo era una joven kunoichi de 14 años bastante débil en comparación a otros adversarios, por lo cual era fácil vencerme en combate. Aquella oportunidad de escapar le había costado la vida al pervertido que había pagado una asquerosa cantidad de dinero por mí, y eso al menos era un punto a mi favor. Pero aún no estaba fuera de peligro: me perseguían tres hombres que además de pervertidos eran muy buenos ninjas.

Al final, en una rama gruesa decidí parar un segundo para volver al suelo y seguir corriendo. 

- ¿Adónde crees que ibas, preciosa?- se rio uno de los hombres, cogiéndome por detrás y agarrándome de la garganta con una mano mientras con la otra me sujetaba las muñecas delante del pecho. 

- A cualquier lugar lejos de vosotros- sollocé, asustada. Intenté zafarme de él, pero era demasiado fuerte-. Dejadme en paz, por favor...

- Chist... No llores, cosita linda...- ¡y sin previo aviso me hundió con fuerza una jeringa en el brazo!

Pegué un grito de dolor y no pude hacer otra cosa que mirar cómo la jeringuilla se vaciaba por vía intravenosa en mi cuerpo. 

- Así te quedarás quietecita un ratito y lo disfrutarás más...- me susurró al oído, atándome las manos al frente con una cuerda gruesa. A los pocos segundos empecé a sentirme extraña, y me puse a llorar al comprender lo que me pasaba: lo que el hombre me había inyectado... era una droga extremadamente peligrosa que usaba la gente como él. No sabía bien sus efectos hasta entonces. 

***

- Ya notas lo que debes sentir, ¿verdad?- se mofó maléficamente el hombre-. Así lo disfrutarás más, hazme caso...

- Tampoco te he pedido esto... Ni que mataras a mis padres... ¿Por qué yo?- lloré, indefensa. Esa maldita droga me impedía apenas el movimiento, y ya me costaba tenerme en pie. Además, el cuerpo se me estaba "avivando" y me sentía realmente incómoda con cada roce (mentalmente, claro, porque la droga me hacía disfrutar la más mínima caricia).

- ¡Vamos, chicos! Llevemos a esta jovencita de vuelta con nosotros... Esta vez no podrá matar a nadie ni aunque quiera.

- Bastardo...- gemí. Al intentar cogerme como un saco de patatas, una inesperada masa de arena salió disparada hacia nosotros, golpeando con fuerza al hombre y alejándolo de mí. Luego lo envolvió como si fuera un sarcófago y antes de hacer otro movimiento, hizo lo mismo con los otros dos. Una vez retenidos los tres, la arena los apretó y los mató. Yo había quedado apenas en pie, mirando la escena sin podérmelo creer. Y cuando la arena retrocedió, yo seguí sus movimientos con la vista y descubrí a su portador: un monísimo joven algo más mayor que yo, de pelo rojo y ojos smokey con iris verdes, sin pupilas. Llevaba una calabaza a la espalda, en la cual la arena volvió a meterse como si estuviera viva. Yo le miré, atónita, mientras él se limitaba a mirarme con cara de póker y con los brazos cruzados. 

- Eh, ¿estás bien?- preguntó, devolviéndome a la realidad-. Tienes mala cara. 

- ¿Cuándo has llegado?- fue mi pregunta. 

- Ahora mismo. Oí un grito y decidí venir a ver qué pasaba. Y menos mal que lo hice... Solo de ver tu cara y a ese tipo supe enseguida lo que pasaba. 

Los peligros del amorWhere stories live. Discover now