El rincón de los ochenta.

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La chica se levantó y movió el mechón de cabello que caía por su rostro.



—Hay una diferencia en esto, Marlon.



Tragó fuertemente. Bruna tenía su cabeza en un lío. Pero al menos ya tenía uno de sus problemas resueltos. Problema llamado Marlon. Aunque en el fondo no sabía si quería solucionarlo. Era ese tipo de situaciones en donde podías lidiar con el problema. Pero Marlon se lo tenía más difícil de lo esperado.



—Tú jamás me miraste así.





*





—Entonces le dije que prefería unirme al equipo de fútbol antes que comerme cinco cucharadas de mostaza —dijo Alma, tomando un sorbo de refresco —No es que no me guste la mostaza. Sabe muy bien con patatas fritas, pero es un no rotundo para mí. ¿Qué dices tú?



El chico que atendía el sector de la comida se quedó atontado con lo recién dicho. Alma solía hablar mucho sin que le dijeran nada. Y ese era el caso.



—¿Con qué quieres tus patatas? —preguntó tratando de evitar lo recién dicho. La verdad es que la rubia era bastante divertida. Quizás la cliente más extraña en su turno.


—¿No es obvio? Con mostaza.



Irónico. El chico sonrió y se aproximó a realizar el pedido. Estaba bastante contenta aquel día. Todo por el simple hecho de haber sido invitada al Rincón de los ochenta. Podría haber más unión y más horas de conversa con, ahora, sus quizás nuevos amigos. Excepto por Otto.


Alma pensaba que él no debería estar ahí. Pero por más que pensara, era algo adorable que lo hiciera por Cleo.


Con las patatas frente ella, no demoró en empezar a comerlas. Realmente la mostaza le daba un toque y podía calcular exactamente cinco cucharadas. Una por una, como un pequeño ratón.


Cody se aproximó y robó una de ellas. Eso para Alma fue un golpe bajo, pero no del todo al notar al castaño. Le frunció el ceño y atrajo las patatas hacia ella.



—Mías. Sí quieres me pides y si te digo que no, no insistas. A menos que me ganes en las carreras.

1990.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora