Capítulo 3

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—No sabes de lo que son capaces para atraparte, ni de lo que podrían hacerte si lo hacen— Susurró, dejando entrever un dolor oculto en cada palabra.

—Los ange...

—Sí, ellos— Nuevamente no me permitió nombrarlos.

Quería preguntarle si le habían hecho algo, pero sabía que sería malgastar saliva, pues no obtendría respuesta.

—Dijiste que todos los pituars tienen un don, ¿cómo descubriste el tuyo? — Cambié de tema, sintiéndome ligeramente incomoda.

Su sonrisa volvió a ser ligeramente pedante y un tanto misteriosa.

—En situaciones extremas descubres cosas maravillosas.

—¿Así que me tengo que encontrar en una situación extrema para saber cuál es el mío? — Pregunté confusa.

Ela soltó una risotada alegre y negó con la cabeza. Se puso en pie sin esfuerzo alguno y me observó desde la altura que le proporcionaba sus vertiginosas botas de cuero negro, combinándolas con un ajustado pantalón, camisa y chaqueta de cuero.

—Ya sabemos cuál es tú don, Ansel.

Siempre iban un paso por delante de mí, como si me conocieran mejor que yo misma.

—¿Cual? ¿Y cómo lo sabéis?

—Dejaré que quien lo descubrió tenga el placer de contártelo. Sígueme.

Hasta ese momento no había puesto interés en la puerta doble, del mismo color que la pared, que se situaba al lado del ascensor. Ela las abrió y un pasillo de moqueta beige nos dio la bienvenida. Pasamos varias puertas, en las que la rubia me explicó dormían algunos de los privilegiados que tenían acceso al mirador. Y al final de todo, en la última puerta, se detuvo.

—No tengas en cuenta mitad de lo que te diga. Es un poco capullo, pero es el mejor de todos.

Afirmé con la cabeza, sintiendo como las manos me sudaban. No sabía si tenía miedo o estaba nerviosa. O ambas cosas.

Ela golpeó ligeramente la madera y una voz grave y varonil nos dio permiso para abrir. La rubia fue la primera en entrar a lo que parecía una sala de reuniones. Pero desde que el momento que mis ojos se toparon con los de aquel extraño poco me importó donde me encontrara.

Sentí como si alguien tomara mi corazón entre sus manos, apretara con todas sus fuerzas y de pronto lo liberara para latir con más energía que nunca.

La mirada de un cristalino azul me observaba desganada, como si no fuera más que una triste mosca. En cambio, yo, lo admiraba como si fuera un Dios. Me podía sacar fácilmente dos cabezas de altura. Un pelo oscuro y ligeramente largo rozaba sus anchos hombros y una camisa ajustada y negra abrazaba la parte superior de su cuerpo, dejando entrever la mejor anatomía que hubiese visto en mi vida.

—Ansel, él es Alex— Anunció Ela, haciéndome caer en la cuenta de que seguía allí.

Tragué saliva y agaché la mirada al piso.

—Encantada— Murmuré.

Él ni siquiera me respondió, simplemente se dirigió a la rubia para decirle algo que no entendí.

—Está todo bajo control.

—Bien— Desde mi posición pude observar como Ela se relajaba visiblemente. Caminó hasta una de las sillas de cuero blancas y se sentó, apoyando los pies en la redonda mesa de cristal— Hermanito, creo que tienes que explicarle lo que viste aquella noche a esta jovencita.

IncontrolableTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang