Capítulo 1

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Dedicatoria.

A S, por haberme demostrado que hay cosas que son... incontrolables. 


CAPÍTULO 1



—¡Ansel! ¡Baja de una vez esa música!—Oí que gritaba Salvín desde la planta baja.

Bufando le hice caso, reduciendo el volumen de Florence + The Machine. Echándome hacía atrás en la mecedora de madera me quedé observando el ventanal. La lluvia en el exterior caía con fuerza, el cielo estaba completamente cubierto de espesas nubes negras y extrañamente me sentía relajada en aquellos días de tormenta. Al bajar la vista me encontré mis dedos jugueteando con el collar dorado que siempre colgaba de mi cuello; eran dos hermosas alas de oro y en la parte posterior se leía mi nombre. Desde que tenía uso de razón lo llevaba, nunca le pregunté a Salvín por su paradero, dado que suponía fue un regalo de mi madre.

La puerta de mi habitación se abrió de repente y el simpático rostro de mi cuidadora apareció.

—La cena está casi lista. En cinco minutos te quiero abajo—Advirtió con su cálido tono de voz.

Asentí y ella desapareció.

Salvín era lo más parecido a una familia que jamás tendría. Siempre se ocupó de mí, a pesar de que mi sola presencia en su casa ponía su vida en peligro. Nunca me había atrevido a subestimarla, pues tras una apariencia dulce y frágil se encontraba una de las más poderosas hechiceras de la orden corazón blanco, y a pesar de que su cometido era ayudar a los ángeles no dudó un segundo en acogerme. Muy pocas de las brujas sabían de mi existencia, Salvín confiaba el secreto en aquellas y aquellos que sabía mantendrían la boca cerrada.

—¡Ansel!

Sonreí al escuchar la exasperación en mi nombre y bajé los pies al parqué de mi cuarto. Mis converse me dirigieron escaleras abajo mientras movía la nariz, olisqueando el rico olor del asado. La boca se mi hizo agua automáticamente.

Sin esperar a su peculiar orden para empezar a comer, pinché un trozo de pollo y lo engullí gimiendo de placer ante tal manjar de Dioses.

—Esto está riquísimo.—Dije relamiéndome y preparando otro bocado.

—¡Ansel, no se habla con la boca llena!—Me riñó espantada, meneando la cabeza, haciendo que algún mechón de su pelo blanco se escapara de su bajo recogido.

Ayudándome del Nestea tragué el contenido de mi boca y sonreí al terminar a modo de disculpa.

—No sonrías de esa forma. Sé que no lo sientes en absoluto.—Refunfuñó, poniendo los ojos en blanco para terminar concentrándose en la comida.

Ahí me había pillado.

La cena siguió en silencio, los únicos sonidos que se oían en la pequeña cocina de madera eran de los cubiertos y las bocas masticando. Siempre igual. Nunca había demasiado de que hablar y lo cierto es que me gustaba aquella rutina. No conocía otra cosa.

Salvín se levantó en cuanto terminamos y sirvió el tiramisú, el cual nos llevamos al salón para degustarlo frente al Televisor. Cambió de canales hasta dar con aquella telenovela que tanto le gustaba. Yo seguía sin encontrarle ningún atractivo a aquel dramón, aún así comí y callé. Recogí los platos vacíos y volví a la cocina para lavar la losa, prefería eso que aguantar los lloriqueos de Esmeralda, la protagonista.

IncontrolableWhere stories live. Discover now